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Nunca es tarde para criar con apego


La crianza con apego se confunde con malcriar. El mito consiste en que si damos “demasiado amor” los hijos tendrán el control de nuestras vidas. ¿Acaso dar amor es malcriar? ¿Porqué asociamos el amor con malcriar? Aparentemente creemos que dar amor es dar todos los gustos, pero esto no condice con la verdad emocional de los hijos. Claro que en un mundo consumista que considera que la felicidad está en lo material o en el “tener para ser” esta confusión y miedo son posibles. Existe una gran diferencia entre criar con apego y dejar al niño hacer todo lo que quiera o darle todo lo que quiere y realmente quien no haya experimentado ambas situaciones, difícilmente pueda abrir su pensamiento para poder permitirse criar con apego y amar con libertad a los hijos, sin miedo a que el cariño y la consideración los convierta en pequeños déspotas.

Por un lado, la crianza con apego actualmente se impuso porque, quizás, los estilos de crianza del pasado (alta disciplina, premios y castigos, obediencia sin cuestionamientos, niños sin derechos, solo con obligaciones, respeto basado en el autoritarismo, desapego emocional, represión y temor, etc.) han arrojado como resultado, seres humanos quebrados, resignados y alejados de su esencia, de sus afectos, e incapaces, a la vez, de amar y de recibir amor. Es posible que sean sujetos muy disciplinados y por ende, exitosos, pero, por lo general, estas personas criadas sin afecto o con una distancia de los padres, a la larga desarrollan ciertas patologías; desde enfermedades psicosomáticas (desconexión entre mente y cuerpo) mal manejo de las emociones, trastornos de ansiedad, pánico entre otros problemas relacionados con el control de las emociones y la falta de empatía. Entonces ¿Qué consideramos exitoso para nuestros hijos?

Para saber qué queremos, primero tuvimos que saber si expresar nuestras emociones nos hacía sentir  aceptados o rechazados, saber si queremos hacer o no algo, sin condicionamientos. Esto solamente se puede iniciar en la infancia, en donde el medio ambiente nos va a proporcionar un espacio en donde ensayar las situaciones en donde podamos sentirnos amados, escuchados y aceptados cuando decidimos  decir algo ante quienes (se supone) nos van a comprender y educar para decirnos qué esta bien y que no (para nosotros) y no solamente en función a su conveniencia, paciencia o comodidad.

Las investigaciones actuales señalan que la crianza con apego proporciona un sistema de regulación de la tensión, ya que si el niño (cuando pequeño) siente angustia y la madre acude a su llanto o demanda, es capaz de pensar bajo presión en el futuro y superar problemas de la vida diaria porque la desesperación originaria pudo ser contenida y no se asocia a la secundaria. Pero, aquellos a quienes se les ha criado resignando su llanto para que “no sean malcriados” tienen un sistema de respuesta al estrés que tiende a reaccionar excesivamente (cuando los bebés lloran en su cuna solos, cuando son separados muy temprano de la madre o figura maternante, si no se les hace caso cuando tienen esos berrinches muy explosivos en donde ellos se asustan de sí mismos, etc.) tendrán mas posibilidades de sufrir estrés, depresión, ansiedad o comportamientos agresivos y por lo general para este grupo de niños, con problemas relacionados con la demostración de sus afectos, baja autoestima y poca confianza, volver a clases les es muy difícil. Para ellos, las actividades de la escuela son tediosas, porque son “medidos” y calificados para sentirse aceptados. Son aquellos a quienes, por lo general, se les cataloga con deficit atencional, hiperactividad, conducta agresiva impulsiva y trastornos específicos de aprendizaje (evasión) como las dislexia y todos los problemas relacionados al mecanismo lector, las discalculias; dificultad de manejar los mecanismos aritméticos. Estos niños si no son atendidos en su momento, mas adelante desarrollan problemas secundarios, bajo rendimiento escolar, y en algunos casos, conducta antisocial.

¿La cura? No son (¿solamente?) los medicamentos, ni los psicopedagogos, que, claro, son necesarios para que puedan sobrellevar los síntomas ya desatados o las debilidades escolares, pero, el secreto, se encuentra en los brazos de mamá y/o papá. Tenga la edad que sea, el niño que esta haciendo “síntoma” (de cualquier índole; escolar, de conducta, regresiones fisiológicas, conducta antisocial, adicciones, etc.) esta demandando a gritos los brazos de mamá, los cuales pueden ser brazos literales o simbólicos pero, en fin, ese cobijo, ese apego que solo lo tiene quien nos conoce tanto.

Es importante comprender que el apego que no fue desarrollado en su momento, cuando bebés o niños, puede ser compensado, en niños mayores. Por supuesto, ya no les va a servir que los alcemos upa muchas horas, o el colecho, ahora, la crianza con apego se traduce en la escucha sincera, la atención, el trato con interés y preocupación, el respeto por sus opiniones y frustraciones y por sobre todo, paciencia y tolerancia.

En este sentido tampoco tenemos que confundir prestarles atención con ser “metiches” o sobre protectores. Resolverles todo en la vida haciendo todo por ellos no les favorece, ya que en vez de enseñarles la toma de responsabilidad y darles también la oportunidad de aprender de sus errores, vamos a atrofiar su autoconfianza. Estamos (mal) acostumbrados a ayudarles en todo, a que salgan adelante gracias a nuestro empujón, pero en realidad, eso es hacerles vivir una fantasía, en donde tarde o temprano, tendrán que despertar.

Existe mucha información acerca de la crianza con apego en bebés y niños pequeños y básicamente es estar cual mamífero marsupial con el bebé al cuerpo, dándole la misma contención que tuvo en el seno materno. Pecho a demanda, el colecho y atención genuina acompañada de limites y paciencia. Pero, ¿Como seguimos criando con apego a los niños ya grandes o con quienes no tuvimos la oportunidad de hacerlo? Existen muchas formas de resarcir el tiempo perdido o de continuar con una crianza conectada e interesada (no intrusiva).

Aquí unos tips para criar con apego y seguridad y evitar malcriar:
1- Educar a los niños para que sean capaces de aceptar las observaciones y las críticas constructivas. Evitar demasiados halagos innecesarios o falsos.
 2-Dormir con los padres; en Japón los niños lo hacen hasta que ellos mismos deciden dormir en sus dormitorios y esto no los hace dependientes sino por el contrario, son mas disciplinados y hacen sus cosas por su cuenta. Mientras que en EEUU duermen solos desde que nacen prácticamente, pero son más dependientes de los padres.
3-Ofrecer metas alcanzables, objetivos que puedan hacer y sentirse plenos y confiados de sí mismos antes de llenarles de tareas imposibles o que les “tengamos que” solucionar nosotros al final.
4-Manejo de la independencia y libertad: dejar que los niños resuelvan sus problemas emocionales o de peleas (hermanos, amigos) por ellos mismos. Acompañar o aconsejar de a poco, pero dejarles a ellos mismos resolver los problemas y hablarles sobre autocontrol.
5-Demostrar confianza en cuanto a lo que deciden hacer con respecto a algunas actividades de riesgo. Por ejemplo, trepar un árbol o aprender a utilizar los cubiertos, les ayuda a formar un buen juicio de valor sobre lo que les puede suceder y medir los peligros y más adelante, aprender destrezas de adulto.
6-Ayudarles a controlarse a sí mismos. El autocontrol se aprende con ciertas dinámicas deportivas, artes marciales o artísticas. También con estrategias de resolución de conflictos personales con los demás. Enseñarles el autocontrol desde jóvenes es importante para su futuro.
7-Comer sano: comer en familia y lo mismo que comen los adultos siempre y cuando sean alimentos nutritivos, les hace sentir participes del ritual de la comida. Si no quieren comer, que no lo hagan ni debemos obligarlos, pero siempre y cuando esperen hasta la próxima comida.
8-Jugar libres. Permitir a los niños jugar en libertad sin ser controlados hace que ellos mismos se autogestionen y se cuiden entre ellos. Es interesante vigilarlos pero sin que se den cuenta o se sientan controlados.
9-Aprender a frustrarse. A veces podemos frustrar a propósito a los chicos o retrasar un pedido para que sepan lo que cuesta conseguir algo, que la satisfacción viene luego de saber esperar o haber cumplido un buen trabajo.

Y por sobre todo escuchar al corazón, dar amor sin límites para saber distinguir qué le pasa a nuestro hijo y qué necesita de nosotros. Poder decir una palabra de aliento o de amor y comprensión cuando ellos lo necesitan, es la confirmación de una conexión profunda y de por vida.




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