Ir al contenido principal

Padre e hijo; La lucha por el trono





“El hacer del padre por su hijo es hacer por sí mismo” Miguel de Cervantes Saavedra

El sentimiento de rivalidad entre padre e hijo, aparece hacia los tres años: es el complejo de Edipo definido por Sigmund Freud inspirado en el mito de la tragedia griega de Sofocles. El niño tiene la molesta impresión de que su papá se quiere apropiar de su mamá y que le imposibilita así tenerla toda para él. Lo considera un auténtico rival y entra en competencia con él para apartarlo y ganar toda la atención de su mamá. Cuando el padre introduce la ley y pone reglas al pequeño “acaparador”, se delimitan territorios y el niño entra en una etapa de aceptación e introyección de cualidades de su género. Empieza a copiar la potencia y habilidades de su padre, ambiciona superarlo y esto incita al niño a pelearse, a enfrentarse a él, en cualquier ámbito que su padre se destaque y es así como se produce la identificación con su mismo sexo, ya que al ser como su padre, puede también llamar la atención de su madre. La principal tarea del papá es producir con su presencia y su palabra esa separación, porque esto les permite a los hijos poder volver a aproximarse a la mamá sin temor a quedar atrapados. Pero a veces, la irrupción iniciada, termina en rivalidad. Identificar el punto de quiebre del vinculo entre padres e hijos, es esencial ante los cambios de contextos familiares de esta generación.

Inherentemente a los cambios e impactos sociales y culturales, en el interior del ser humano, siguen vigentes ciertos arquetipos, ejemplos e ideales que se sostienen de forma autónoma y se transmiten de una generación a otra. La naturaleza humana, permanece invariable. Desde hace siglos, el argumento edípico, es efectivo y atrapante en novelas, películas e historias, por exponer el conflicto entre padres e hijos, donde se pone en juego el relevo de la autoridad antigua por una nueva. Desde “Hamlet” a “El Rey León”, este modelo permanece invariable. Por otro lado, para criar a un niño, se necesitan, hasta hoy día, de amor y de límites, de un padre y una madre, estén estos presentes o no, ya que todo niño, según la psicoanalista infantil Francoise Dolto, tiene una idea de padre y madre, es un ley psicológica. Estas funciones las cumple en parte un profesor, un padrastro, una abuela, una tutora, todos forman el conjunto de personas que ayudan al niño a “sujetarse” a la cultura y a salir del vinculo simbiótico de la madre, que si bien es muy necesario en los primeros años de vida del prematuro bebé, puede llegar a ser perjudicial en exceso para el niño que queda como “objeto” de su madre y no logra ser un “sujeto” social.

El problema surge cuando el padre es incapaz de fundar su lugar o una madre sobreprotectora impide directa o indirectamente al padre, por ejemplo; retar o sancionar al niño cuando éste se rige bajo el principio del placer o “no sale de abajo la pollera de mamá” entonces, la batalla está asegurada. Este modelo se fue gestando desde la Revolución Industrial, “madre sobreprotectora, padre ausente” esta dupla parental domina algunos hogares hasta hoy día. Este estilo de crianza abrumó a las madres, en el sentido de no permitirles su adultez social, y alejó a los padres, los transformó en seres ajenos en sus propias casas. Es un modelo que se evidencio insatisfactorio para los adultos y patógeno para los niños, porque son víctimas de un destino de confusas emociones y futuras decodificaciones de un mundo que orbita arbitrariamente entre el amor y los límites.

Sin bien, nada es regla cuando se habla del ser humano, si nos remitimos a lo cotidiano, habitualmente, se observa una competencia “sana” entre padres e hijos. Las diferencias personales y generacionales, abren debates a cualquier efecto; por quien tiene la razón, quien sabe más y lo más nuevo, por la experiencia de los años, por la cantidad de conquistas o aventuras amorosas, las habilidades intelectuales, laborales, físicas y/o emocionales. Estas controversias tan naturales y necesarias, pueden resultar nocivas cuando gatillan desafíos que destapan el hervidero de testosterona que origina la competencia donde se pone en evidencia que el hijo, necesita “matar al padre” simbólicamente para derrocar la autoridad y abrirse como ser individual. Se vuelve un “rebelde sin causa” y supone que una ruptura traumática le va a “bendecir” con la emancipación y libertad para ganar la “corona”.

Con una sistemática oposición, se reivindica ante su padre como un ser independiente, pretende en la lucha polémica, encontrar esa seguridad de la que carece. Soportar que el hijo busque su soberanía en función a procesos competitivos con la figura paterna, sin entrar a pelear con él y comprender que no es nada “personal” sino “natural” en el crecimiento y revolución personal, requiere de una madurez y tolerancia del rol mismo de ser padre, porque si no se saben manejar y suplir simbólicamente estos podios, las heridas de combate, pueden ser muy difíciles de sanar. Es probable que aquellos vínculos problemáticos e indiferentes entre padres e hijos, sean resultado del fracaso de la comprensión que implica asumir ser un modelo a seguir, ser ese “héroe” a quien también se quiere destruir. Si se trata al hijo como a un extraño con quien pelear o discutir cual archi-enemigo, es hora de cuestionarse de corazón y a conciencia el daño moral y emocional que se inflige a un ser humano que depende del “adulto” y su responsabilidad en el control de sus palabras y acciones, cuando todavía él mismo, no puede elaborarlas y manejarlas. También indagar en la propia historia personal con el padre, porque como los han tratado de hijos, también inconscientemente "resarciremos" ese dolor con alguien mas débil en el futuro.

Además, para los jóvenes de hoy día, en la era de un referente de padre como “Homero Simpson” ¿Qué modelo tiene el hijo de hoy? ¿Con quien compite si no hay un rival interesante? El estereotipo masculino actual, lejos de ser un ideal, es muchas veces, una triste realidad. La desorientación vocacional, la falta de motivación y ambición personal, las adicciones, denotan el descreimiento en la autoridad y los pilares sociales. Una familia con roles desdibujados, “liderada” por un machista en decadencia, donde se rompen las normas y se burla el rol de toda autoridad, sugiere analizar a los jóvenes en sus contextos y las incidencias de vivir en ellos, donde muchas veces, los propios hijos son quienes deben comprender y aconsejar a sus confundidos padres, quienes atravesados por la sociedad de consumo o prejuicios vencidos, viven bajo el dominio de un hedonismo infantil que reacciona de forma inmadura ante cualquier cuestionamiento o dificultad; un padre así, se enoja, discute de igual a igual y se pierde en la trampa misma de donde debería poder apartarse con la madurez de los “grandes”.

El querer ser alguien “como mi papá” es una opción incierta para un hijo que se esgrime entre sus propias inseguridades y las de su modelo a seguir, de quien debería recibir esquemas y patrones validos, seguridad y fortaleza de la templanza que dan los años, para creer en sus proyectos personales y no humillaciones o degradaciones en pos de un bienestar egocentrista que teme ser superado. Por eso y más que nunca, donde se cuestionan no solo los referentes, sino el referente en sí, es importante entender, que ser padre, es una profesión difícil y de mucho compromiso que requiere renovarse por completo, fortaleciendo valores y principios. Alejarse del apego a las victorias pírricas y adquirir aptitudes y fortalezas que reflejen ese modelo de persona que pueda transmitir e inspirar a su hijo, desde las leyes básicas de convivencia, hasta ambiciones y superaciones personales que puedan ubicarlo en un “trono” propio, sin sentirse por eso vencido o acabado, es reconciliarse con el altruismo propio del rol paterno. Crear espacios afectivos y adaptarse a las demandas que ese hijo necesita de su progenitor; atención, compañía, cuidado, seguridad, presencia, tolerancia, contención y por sobre todo reconocimiento de sus logros, es hacer un buen trabajo donde no hay libretos ni se busca la perfección, pero si, toda la entrega y amor que requiera la comprensión y madurez de un rol que no solo enriquece a una nueva generación, sino que necesariamente, transforma a cualquier hombre, en una mejor persona.

Pornografía ¿decisión o imposición a los jóvenes? El adolescente necesita calibrar sensaciones y en esta etapa siente afinidad con respecto a la sexualidad y toda información u observación sobre este tema le atrae casi hipnóticamente, hallándola directa o indirectamente. Muchas veces por “aburrido” de su rutina, encuentra que con actos subversivos, adentrarse en algo “prohibido” le da una sensación de libertad. Es un hecho que sus múltiples formas de acceso cada vez más fáciles, como los smarthphones, tablets, Pc, televisión, etc., hacen que la información, (sea la que fuere), esté al alcance de la mano sin filtros y la pornografía es moneda corriente entre adolescentes, aunque no lo queramos o podamos aceptar.

Es probable inclusive que el pudor de los adolescentes de hoy día sea diferente y menos marcado que en épocas anteriores, porque la desnudez y la pornografía gobiernan el mercado de la televisión comercial, imágenes de revistas e internet. La saturación con respecto al sexo, probablemente trastocó los valores y eso si que es una distorsión y por lo menos necesita una actualización para no escandalizarnos ni juzgar a esta generación. Las escenas de sexo y desnudos “artísticos” ya no rozan la pornografía, lo son solapadamente justificados por sueños altruistas, un discurso perverso que retuerce cualquier cabeza, adolescente o adulta.

Algunos consejos que podemos dar a los adolescentes:
* Obedecer a un cuerpo en constante cambio, es difícil de manejar, por eso es importante no dejarse llevar por “el primer impulso” es mejor pensar y meditar.
* Es importante que, a pesar de que se sienta “todo poderoso y sabelotodo” debe considerar que su criterio muchas veces se encuentra dominado por un proceso
“instintivo” de cambios hormonales y físicos, que busque la serenidad en sí mismo, en los valores que aprendió en su familia ya que su cuerpo, que es como una máquina de “formula uno” que le pide acelerar, no siempre es buen consejero.
* Comprender que es una etapa donde necesariamente deberá aprender a frustrarse muchas veces y convivir con esto por un buen tiempo sin doblegarse, ya que esta etapa, pasa y se logra la autonomía.
* Es importante que aprendan cuales son los límites entre lo correcto y lo incorrecto con respecto al sexo, su cuerpo, el pudor, la vergüenza y la protección en todo sentido, física y psíquicamente, porque hoy día, esos límites, están borrados y algunas conductas con respecto a los desnudos y al sexo casi explicito, se exacerban y valoran como buenas y artísticas. Saber diferenciar entre curiosidad y exceso, entre descubrimiento y abuso, es una delgada línea que puede marcar la diferencia.
* Una forma de aconsejar a los hijos podria ser:
* Lo principal es hablar, la comunicación es vital para saber cuáles son los límites con respecto a este tema.
* Tratar de incentivar temas de conversación más solemnes con respecto al ser humano, a la mujer, a la familia evitando dar importancia y trascendencia a programas o personajes que remitan a la mujer objeto, violencia o falta de respeto.
* Controlar el uso de internet con algún filtro y poner la PC en un lugar visible de la casa, nunca en la habitación. Controlar los celulares, smarthphones, blackberry etc, así como los programas de televisión.
* Hablar sobre el peligro de la pornografía infantil, una película que se llama “Trust” (Confianza) muestra este argumento; una chica de 14 años se enamora de un adulto con quien chatea, a falta de amor familiar lo busca afuera pero encuentra mentiras y abuso.
* Evitar alarmarse si se encuentra material pornográfico en manos de los hijos, más bien hablar con ellos y no humillarlos o hacerles sentir culpables, porque eso los alejara aun mas del contacto familiar e irá en busca de mas sensaciones “placenteras” fuera del hogar y sus valores.
El instinto de vida, la pulsión sexual como tal, es una energía que debe ser canalizada de alguna manera. Si el adolescente, (además de su cuerpo en pleno apogeo y erupción) es bombardeado las 24hs al día con imágenes, músicas y contextos eróticos y pornográficos sin poder canalizar y gastar esa energía la única forma de escape que pueden tener es la violencia, es una forma de “tocar” al otro, de percibir otro cuerpo y sensibilizarse. Por lógica, los instintos no deberían estimularse, ya que están allí en potencia, instintivamente, a flor de piel, en cambio; el estudio, la espiritualidad y muchos otros aspectos más elaborados, deberían ser estimulados y propiciar espacios para que sean adoptados por los jóvenes como algo natural y no impuestos.

Por supuesto que canalizar y sublimar la pulsión sexual a través del ejercicio y el arte es algo necesario y todos lo hacemos. Pero la sobre estimulación del instinto es el problema. Ni todas las competencias de resistencia física y deporte extremo que tanto atraen a los jóvenes hoy día podrán canalizar una energía disparada a nivel cerebral e instintiva si no se establecen parámetros y controles posibles en un mundo que exagera y atiborra tanto con el tema del hedonismo, la sensualidad y el sexo. Lo más probable es que deriven en violencia y nervios. Para eso, los padres de hoy día, deben superar sus posibilidades de atención y mirada a sus hijos adolescentes, pero una mirada basada en la confianza, no en la sospecha ni la querella.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Moda, una expresión de la personalidad

¿Qué diferencia hoy una galería de arte de una tienda de moda? Gilles Lipovetsky ¿Qué nos hace obedecer a la moda hasta a veces depender de sus dictados? ¿Cuál es esa “necesidad” que nos cautiva para comprar marcas o tendencias? ¿Es la necesidad de aprobación social, satisfacción personal, mostrar nuestra identidad, nuestro nivel social, nuestro poder adquisitivo? ¿Tiene que ver con una motivación interna o externa, consciente o inconsciente? Estos cuestionamientos surgen al momento de hablar sobre la influencia de la moda en la personalidad y así como no se puede dar una sola respuesta a un fenómeno que surge de tantos factores, tampoco podemos definir lo que significa desde un lugar superficial , ya que influye en todas las esferas humanas; desde la ropa, al arte, la arquitectura, la política, la cultura, la forma de relacionarnos, etc. Entender su relación con nuestras emociones y necesidades es importante al momento de saber si nos beneficia o nos esclaviza. La

La importancia de respetar a los padres

La relevancia emocional de tener una relación positiva con los padres Muchas veces nos preguntamos ¿Cómo podemos hacer para que nuestros hijos nos respeten? ¿Debo ser más exigente? ¿Tener más personalidad? ¿Imponer mas límites? Y en estas preguntas nos desviamos de una respuesta clara; la relación con los hijos depende de la relación con nuestros padres. Si la relación que tenemos con nuestros padres es conflictiva, ya sea en este momento de la vida, o permanentemente y sentimos que la relación con nuestros hijos ya sean pequeños, adolescentes o adultos, es conflictiva o se encuentra bloqueada, es importante empezar por registrar nuestra relación con nuestros padres. Es un camino que no siempre consideramos tomar, ya que solo vemos el efecto (malestar con los hijos, falta de respeto, indiferencia) pero no la causa. Reconocer si tenemos conflictos con nuestra relación originaria, es de suma importancia para iniciar un proceso de cambios en la configuración de los fundamentos em