Ir al contenido principal

La comida SI es amor


“El amor es tan importante como la comida. Pero no alimenta” Gabriel García Márquez

El alimento tiene connotaciones de supervivencia y placer. “Vivir para comer o comer para vivir” son posturas extremas de las que a veces solo tomamos conciencia cuando estamos con sobrepeso, o existe algún trastorno alimenticio. Vivir para comer suple quizás algún aburrimiento crónico e insatisfacción originaria y comer para vivir es un mecanismo robótico, sin sentido del deleite. La vida gira en torno a la comida. Trabajamos para alimentarnos. “La sopa que cura el alma”, el cafecito para charlar, el asadito para festejar. La comida es comunión, agradecemos por ella en la mesa. Es ritual genuino de amor y vivencias. A cada cultura le representa su comida, y tambien a cada generación. La comida italiana remite a la pasión y la familia. La comida China como medicina. La comida mexicana, picante y poderosa como su propia cultura. La nuestra, creativa, generosa y sustanciosa. Pero toda comida tiene para cada uno, un origen y un sabor subjetivo y único, como; “la comida de mamá”.

La madre es el primer vínculo nutricio y desde que nacemos aprendemos a comer acompañados, ya que a través de la madre obtenemos el primer alimento, la leche. Mamá decide como alimentarnos. A veces, tenemos la suerte de que nos alimente a demanda, cada vez que queremos, dispuesta y altruista, con presencia, con miradas, con cariño, con amor. A veces, quizás por “falta de tiempo”, o extraviada por los consejos ajenos, o por satisfacer primero sus propios deseos, nos da el alimento en porciones arbitrarias, con horarios, apurada, con indiferencia, desesperada, como un acto cuantitativo, mecanico, como prisionera, perdida en la fantasía de lo que podría estar haciendo en vez de darnos la teta o el purecito. O simplemente, no nos da la comida, nos la dan otras personas, encargadas de eso. Ese primer vínculo y esas primeras experiencias con la madre y “lo nutricio” es lo que nos va a marcar con respecto a lo
que esperamos y deseamos de la comida. Satisfacción, placer, compañía. Apurarse, asquearse, atracarse, o la soledad e indiferencia, la falta de importancia.

La forma en que nuestra madre nos alimentó de chicos también es equivalente al amor que nos prodigaba. Así de simple. Si por más sencilla que fuera la comida; un guiso con mandioca, una sopa de verduras, si la comida expresaba dedicación, atención e interés y la casa se llenaba de aromas y experiencias deliciosas, había una madre interesada en lo que ingerían sus hijos y eso es comer amor también. Pero si las comidas estaban hechas sin esfuerzo, si eran congeladas, o del “fast food”, o lo mismo una y otra vez, con peleas en la mesa, con horarios y raciones obligatorias, allí hubo algo que perdió su magia. Ese encanto de “la comida de mamá”, nunca se saboreó. Todo esto deja “huellas gustativas” en el corazón y la memoria y la madre (o persona maternante o tutor) es quien determina nuestros primeros vínculos y experiencias con los alimentos. ¿Quien si su madre no era la que cocinaba y tenían una cocinera encargada, no recuerda con tanto amor a esas matronas que nos alimentaban con tanta dedicación? Son experiencias que dejan recuerdos emocionales. Nosotros, que vivimos en la generación del “fast food”, de las comidas transgénicas y los agroquímicos, del microondas y los enlatados, no es raro que desde hace un buen tiempo ostentemos el rotulo pandémico de “anorexia y bulimia” así también como cáncer y obesidad, entre otros trastornos relacionados con las emociones. Como si fuera poco, estamos convencidos que estas enfermedades surgen (solamente) como síntoma de la sociedad que idolatra la delgadez, justificados por el culto a la imagen y a los prototipos raquíticos, quienes son los supuestos culpables y propiciadores de la enfermedad, lo cual es en parte cierto, pero no es toda la verdad.

La anorexia y la bulimia son dos trastornos distintos, pero al mismo tiempo son pulso de solo movimiento. El control o descontrol excesivo con respecto a la comida es mucho más complejo que la distorsión de la realidad con respecto a la imagen. El anoréxico/bulímico tiene un asco o compulsión extrema a lo nutricio. Es como una huelga constante por un pasado de hambre original que no pudo ser satisfecho y que como familia, amigos y profesionales que tratamos con estas enfermedades, sería interesante ahondar en la historia personal del individuo.

Niños y jóvenes son diagnosticados diariamente de “anorexia/bulimia” y la forma más común de abordar estos problemas, es imponiendo un control externo al enfermo. Internaciones, acompañamiento terapéutico, controlar cada vez que va al baño para que no vomite, o que tenga un horario y una rutina súper estricta para que coma cada tantas horas y tantas porciones y calorías al día. Controlar el descontrol (anorexia control excesivo, bulimia descontrol total) es una paradoja, porque justamente de lo que está enferma la persona es del control, por lo tanto supervisar lo que hace o deja de hacer, solo lo va a desafiar aun mas hasta llevarlo de un polo al otro de la enfermedad.

Por eso, desde el punto de vista que “la comida es amor” vamos a profundizar con estas personas como “hambrientas de amor” es decir enfermas por falta de amor materno. Laura Gutman, especialista en crianza y maternidad dice al respecto: “Lo que el ser esencial de cada individuo va a manifestar es la vivencia real de la madre interior. En la medida en que no haya sido suficientemente nutricia, amorosa, altruista o generosa, el dolor va a encontrar una manera posible de expresarse. Y nada más directo para expresar la falta, que el rechazo al alimento o el atracón frente al alimento como dos caras de un mismo desamor. Es decir, que rechazar el alimento es lo mismo que rechazar a una “madre toxica” y esta es una forma de defenderse, lo mismo que devorar toda la comida, es una forma de llenarse de mamá. En ambos casos, la persona está hambrienta de mamá, pero no lo sabe”.

Para comprobar el desamparo de ese amor primario, basta con observar que los padres de una persona anoréxica recién se dan cuenta que la chica tiene un problema cuando pesa 33 kilos y esta por desfallecer. Hacen falta críticas externas, miradas de profesores, amigos, para que esa madre caiga en cuenta que su hija está cerrando la boca por alguna razón. Tuvo que haber pasado demasiado tiempo para adelgazar así y que nadie lo registre y a nadie le llame la atención (o lo contrario, que engorde mórbidamente). Ese es el grito en un acto desesperado del hijo que está diciendo “mírenme” pero mírenme con calidad, no solo con miradas medicas cuantitativas de curvas de peso. Lo mismo la obesidad, donde el cuerpo debe estar acorde al peso emocional que debe sostener la persona, a mayor carga emocional, mas fuerte y grande debe ser el cuerpo que lo sostiene. La ansiedad de comer demás, pasa por temor a caer de rodillas cuando la carga de la mochila emocional es demasiado pesada, hay que tener un cuerpo acorde para que lo sostenga. Ahora, si somos conscientes de este pequeño simbolismo, quizás le demos mayor importancia al aspecto psicológico y emocional de la anorexia y la obesidad, las cuales no pueden desaparecer si no desaparecen primero la tonelada de mochilas emocionales que cargamos, así como los vacíos.

Es difícil afirmar teóricamente el motivo de cada caso, pero es importante descubrir ciertas huellas de la experiencia personal que se originan en los trastornos de la forma en que percibimos el amor maternal. La anorexia es “deseo de nada” y suele ser sobrevenida de una madre sumamente deseante. Esta madre devora todo el territorio emocional del hijo y solo se sabe de la existencia de esa madre, quien exige y pide toda la atención. Es la única que tiene la razón, no existe lugar para otros puntos de vista. Puede tratarse también de una madre depresiva, quien requiere todas las miradas, que se queja constantemente de alguna injusticia. Allí, el deseo y las frustraciones del hijo, no existen, no se registran, entonces es un desafío demostrar algún deseo, y en estos casos es “nada”. Hace una “huelga de atención”. Hasta que alguien atienda a este “enferm@ de amor” con genuina importancia y altruismo, cerrará la boca (inconscientemente) para desafiar a todos los que creen que no tiene autonomía. La tiene y es cerrar la boca y hasta siente orgullo desafiando día a día el hambre, ese es su mayor logro, su única autonomía, su libertad, y el único visible. En general esto no se detecta conscientemente, ya sea por admiración o compasión hacia la madre.

Por eso, quizás para curar a personas con trastornos alimenticios y devolverles el apetito por la vida, lo primero y más simple sea “preguntarles”, indagar, dar importancia a “quiénes son y que desean”. Y por qué no, volver a reproducir un hogar lleno de aromas exquisitos y atención sincera. Invitar a “comer” a ese niño que espera ansioso la mirada de mamá, aunque ese niño tenga hoy día 25 años. Con solo sentarnos con ellos, presentar en principio nuestra disposición de estar a su lado, mas adelante alguna comida deliciosa, casera, con energía vital y dedicación, día a día saldaremos esa brecha que nos aisló por tanto tiempo. Decimos a nuestros hijos “te como a besos” cuando nos desborda la emoción, pues bien, nunca es tarde para dejarnos “devorar” como padres por ese hijo que pidió por tanto tiempo de nuestra atención y que siempre está en busca de ese ingrediente secreto que no es más que la energía del amor, el ingrediente más delicado y su principal maridaje, la compañía.

Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicóloga

Comentarios

Entradas populares de este blog

Padre e hijo; La lucha por el trono

“El hacer del padre por su hijo es hacer por sí mismo” Miguel de Cervantes Saavedra El sentimiento de rivalidad entre padre e hijo, aparece hacia los tres años: es el complejo de Edipo definido por Sigmund Freud inspirado en el mito de la tragedia griega de Sofocles. El niño tiene la molesta impresión de que su papá se quiere apropiar de su mamá y que le imposibilita así tenerla toda para él. Lo considera un auténtico rival y entra en competencia con él para apartarlo y ganar toda la atención de su mamá. Cuando el padre introduce la ley y pone reglas al pequeño “acaparador”, se delimitan territorios y el niño entra en una etapa de aceptación e introyección de cualidades de su género. Empieza a copiar la potencia y habilidades de su padre, ambiciona superarlo y esto incita al niño a pelearse, a enfrentarse a él, en cualquier ámbito que su padre se destaque y es así como se produce la identificación con su mismo sexo, ya que al ser como su padre, puede también llamar la atenci

Moda, una expresión de la personalidad

¿Qué diferencia hoy una galería de arte de una tienda de moda? Gilles Lipovetsky ¿Qué nos hace obedecer a la moda hasta a veces depender de sus dictados? ¿Cuál es esa “necesidad” que nos cautiva para comprar marcas o tendencias? ¿Es la necesidad de aprobación social, satisfacción personal, mostrar nuestra identidad, nuestro nivel social, nuestro poder adquisitivo? ¿Tiene que ver con una motivación interna o externa, consciente o inconsciente? Estos cuestionamientos surgen al momento de hablar sobre la influencia de la moda en la personalidad y así como no se puede dar una sola respuesta a un fenómeno que surge de tantos factores, tampoco podemos definir lo que significa desde un lugar superficial , ya que influye en todas las esferas humanas; desde la ropa, al arte, la arquitectura, la política, la cultura, la forma de relacionarnos, etc. Entender su relación con nuestras emociones y necesidades es importante al momento de saber si nos beneficia o nos esclaviza. La

La importancia de respetar a los padres

La relevancia emocional de tener una relación positiva con los padres Muchas veces nos preguntamos ¿Cómo podemos hacer para que nuestros hijos nos respeten? ¿Debo ser más exigente? ¿Tener más personalidad? ¿Imponer mas límites? Y en estas preguntas nos desviamos de una respuesta clara; la relación con los hijos depende de la relación con nuestros padres. Si la relación que tenemos con nuestros padres es conflictiva, ya sea en este momento de la vida, o permanentemente y sentimos que la relación con nuestros hijos ya sean pequeños, adolescentes o adultos, es conflictiva o se encuentra bloqueada, es importante empezar por registrar nuestra relación con nuestros padres. Es un camino que no siempre consideramos tomar, ya que solo vemos el efecto (malestar con los hijos, falta de respeto, indiferencia) pero no la causa. Reconocer si tenemos conflictos con nuestra relación originaria, es de suma importancia para iniciar un proceso de cambios en la configuración de los fundamentos em