Luz, cámara ¿pánico?
El ataque de pánico, “el trastorno de moda”
La situación es siempre la misma y la persona ya sabe a qué atenerse y muchos famosos vieron su carrera dificultada por el trastorno de ansiedad en todas sus facetas. Kim Bassinger sufre de agorafobia (terror a los espacios abiertos) el deportista David Beckham padece el trastorno Obsesivo Compulsivo, donde todo debe estar en orden. Michael Jackson sufría de misofobia (terror a los gérmenes y las bacterias) por ello usaba barbijo y por increíble que parezca, teniendo en cuenta los fabulosos shows que brindan, Bárbara Streisand, Madonna, Carly Simon y el español Joaquín Sabina viven con pánico escénico. El ataque de pánico es una extrema sensación de desesperación ante la expectativa de exponerse en público. Cada presentación se convierte en un “dejavu” de terror que ni bien llegado el día; de un examen, una exposición oral, una entrevista de trabajo o cualquier presentación ante personas o en público, la sensación de ansiedad se dispara y aparece el “Ataque de Pánico”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la NIMH (National Institute of Mental Health) caracterizan al Ataque de Pánico como un grupo de por lo menos cuatro síntomas de aparición súbita, sin motivo aparente y de pocos minutos de duración. Los síntomas identificados como propios de la enfermedad pueden presentarse en distintas combinatorias y son los siguientes: 1. taquicardia; 2. sudoración; 3. temblores y sacudidas; 4. disnea, ahogo; 5. dolor en el pecho, opresión torácica; 6. náuseas; 7. mareos y desmayos; 8. sensación de irrealidad; 9. sensación de pérdida de control; 10. Acaloramientos, escalofríos; 11. Hormigueo en las extremidades y 12. Miedo a morir. Y en este “catálogo” de malestares, la persona siente un descontrol total.
Analizamos este trastorno que aparentemente esta “de moda” ya que en la era del individualismo y el aislamiento tras las herramientas tecnológicas, este trastorno quizás se haya potenciado e incrementado en algunas personas con predisposición a desarrollarlo, como secuela de la falta de interacción interpersonal y ejercicio de la exposición en público. Como identificarlo y reconocerlo es importante para sobrellevar un problema que muchas veces se subestima, pero que la persona que lo padece, realmente, no puede controlarlo y deteriora muchos aspectos de su vida, desde los estudios, el trabajo, la pareja y familia y en la interacción social en general.
Si bien es cierto que es normal sentir cierto grado de ansiedad ocasionalmente ya que la ansiedad forma parte de nuestra vida y todos la experimentamos cuando nos vemos amenazados o frente a una situación difícil. Pero para una de cada cinco personas, la ansiedad es tan grave que puede volverse un factor dominante en su vida y esto puede exteriorizarse en otros trastornos como ataques de pánico o fobias. Las personas que sufren ansiedad severa se sienten agitadas y excesivamente preocupadas por cosas o situaciones que a menudo son asuntos insignificantes de la vida diaria, y esto entorpece su calidad de vida. Igual que otras enfermedades mentales, la ansiedad es un trastorno complejo que puede derivarse de varias causas. Algunos estudios han mostrado que ciertos genes podrían ser responsables de qué tan vulnerable es una persona a la ansiedad y por qué algunas personas suelen ser más ansiosas que otras ante determinadas situaciones. En lugar del miedo identificable a un objeto que ocurre cada vez que nos acercamos a éste, quienes sufren un ataque de pánico experimentan un miedo intenso a lo desconocido. Es una especie de miedo interno y autogenerado.
Los síntomas pueden incluir sentimientos repentinos e inesperados de miedo o de ansiedad intensa, náusea, sentirse a punto de desmayar, palpitaciones o ritmo cardíaco acelerado y dolor intenso en el pecho. Un ataque de pánico puede provocar graves síntomas físicos. La persona también puede sentir dificultad para respirar, sudoración abundante, hormigueo en los dedos, visión borrosa y zumbido en los oídos. Los síntomas de un ataque de pánico son a menudo tan severos, repentinos e inesperados que la persona piensa que está sufriendo un infarto o que está a punto de morir. El trastorno de pánico puede ser tan aterrador y agotador, especialmente si éste ocurre con frecuencia, que mucha gente suele desarrollar depresión principalmente por el aislamiento al que se sumerge, lo cual es un circulo vicioso, porque cuanto más alejado, mas se perpetua esta respuesta.
Este es uno de los trastornos que se ha incrementado en los últimos tiempos, en jóvenes y adultos, en estrecha relación con la expansión y utilización de redes sociales, lo cual genera en el individuo una tendencia al aislamiento. Por otro lado, partiendo de los medios de comunicación hay una percepción general que la sociedad es un lugar amenazante para el individuo, donde impera la inseguridad, el aislamiento y el miedo, habiendo dejado de brindar la contención afectiva y emocional que los seres humanos necesitamos para vivir. Contribuyen al incremento de esta enfermedad factores tales como: falta de proyectos, inseguridad social, inestabilidad económico/laboral, gran desigualdad de oportunidades, falta de solidaridad social, carencia de grupos de pertenencia, entre otros.
También denominado “fobia social” de tipo generalizado, los pacientes restringen su vida social por temor a que los demás les vean temblar, enrojecer, sudar o simplemente parecer ridículos, por lo que tienden a adoptar conductas evitativas. Existe un temor extremo a la crítica negativa que a su vez, se refiriere a la percepción de la aceptación social en general, a la búsqueda y vinculación íntima con otra persona, a la relación con personas de autoridad y/o a la realización de tareas en presencia de otras personas y una de las formas de evaluar si un tratamiento está dando resultado, es el hecho que el temor a la evaluación negativa, se reduce. Resulta preocupante que sólo una pequeña parte de los casos clínicos (no más allá del 25%) busquen ayuda terapéutica y que lo hagan tarde (entre 5 y 10 años después del comienzo del trastorno) y que acudan a la consulta atraídos a veces por los problemas colaterales (consumo abusivo de drogas, alcohol, episodios depresivos, etc).
Algunos factores y características que predeterminan el trastorno de pánico son:
a) Cuando el sujeto tiende a centrar la atención excesivamente en sí mismo y cree que los demás están pendientes exclusivamente de su conducta social.
b) La persona evalúa sus relacionamientos interpersonales con una atención exclusiva y selectiva a los aspectos negativos, que se atribuyen además, a fallos propios.
c) Solo es capaz de recordar selectivamente las relaciones interpersonales negativas.
d) Subestima sus habilidades frente a situaciones sociales.
e) Genera una gran cantidad de pensamientos derrotistas, anticipa consecuencias negativas y/o experimentar un temor exagerado a que los demás le noten nervioso (y reaccionen negativamente ante ello) o le consideren de forma desfavorable, burlándose de él.
Existen varios tratamientos para el trastorno de pánico, que incluyen medicamentos o psicoterapia para que la persona aprenda a tener más control sobre su ansiedad. Los estudios han mostrado que ambos tipos de tratamiento pueden ser efectivos, pero una combinación de ambos incluso es mejor para muchos pacientes. Entre más temprano se comience el tratamiento más probabilidad tiene la persona de dejar de sentir ataques de pánico y volver a tener una vida normal. Por eso es importante consultar o buscar ayuda si se sospecha que se está sufriendo algún trastorno de ansiedad.
En una sociedad donde es necesario ponerle nombre, rotulo y etiqueta a todo, el “ataque de pánico” es un buen diagnostico cuando el cuerpo denuncia algo que no somos capaces de interpretar de forma sincera y profunda. Quizás este título, determina aspectos íntimamente dolorosos que describen en realidad una soledad o un vacio que lo llena una angustia y ansiedad insondable por no detenerse a escuchar lo que en realidad queremos evitar. Cuando el alejarse, aislarse y “aterrarse” de la gente se instala en una persona como “ataque”, es necesario indagar en los aspectos más sutiles de la personalidad, investigar en la infancia, hablar con ese “niño” interior y rescatarlo, calmar su temor a ser criticado o evaluado con humillación y dolor. Es reconciliarse con ese “espejo” que son los demás y comprender que el crítico más grande y feroz de todos, en realidad es uno, con uno mismo y que a partir de allí, es posible reconocer que todo es más fácil (enfermar, hacer síntomas y diagnosticarse una enfermedad, etc.) antes que redimirse con uno mismo, aceptando todos los aspectos de la personalidad y de la experiencia como es y no como idealizamos que debe ser.
Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicologa
gabrielacascob@hotmail.com
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