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La violencia está en declive

El auge civilizador; portador de buenas noticias

“La naturaleza del hombre es siempre la misma; lo que les diferencia son sus hábitos” Confucio

La violencia y la agresión son constitutivos del ser humano y sus diversas manifestaciones han sido protagonistas en diferentes etapas de historia. No son resultado de explicaciones cliché como “los tiempos que vivimos” sino de factores concretos como la insatisfacción personal, las frustraciones internas y externas, la ignorancia, el dogmatismo, entre otros factores. Pero actualmente, vemos un auge civilizador que echa luz a la sombra de violencia e intolerancia que empaña al siglo XXI. Lo percibimos en las diferentes campañas contra todo tipo de violencia; de género, anti bullying, movilizaciones por los derechos; laborales, sociales, políticos, denuncias de corrupción, entre otros. Actos de civismo como la concurrente participación ciudadana a los comicios, las distintas y cada vez más variadas formas de reciclaje que existen en nuestro país, el Ploggin modalidad deportiva creada en Suecia que reúne deporte y conciencia social, para combatir con la limpieza, entre otras pestes, el dengue, etc. Este impulso civilizador también es innato en el ser humano y lo ha llevado a alcanzar formas más pacíficas de convivencia, erradicando muchas formas de violencia activas o pasivas, concretas o subjetivas, lo que no quiere decir que ésta vaya a desaparecer completamente, pero ciertas actitudes cívicas, nos motivan a analizar, rebatir o al menos apaciguar la percepción negativa con respecto a la violencia e indiferencia que se le atribuye y se estigmatiza a este siglo.

No todo tiempo pasado fue mejor

La mayoría considera que vivimos en una de las épocas más violentas de la humanidad, y que, en las anteriores, el ser humano vivía en una supuesta armonía con la naturaleza, en tribus, sin la “domesticación” del Estado y las leyes. Pero, aparentemente, esta percepción generalizada, es errónea. El reconocido neurolingüista y profesor de psicología experimental de la universidad de Harvard, Steven Pinker, nos ayuda a desenmascarar esta idealización sobre que “todo tiempo pasado fue mejor” o al menos ponerla en perspectiva. La polémica tesis de Pinker, sostiene que, nuestra época, es menos violenta, específicamente “menos cruel, menos bárbara, más pacífica por ser más civilizada que cualquier otro período de la historia”. Puede resultar irónico, ya que abrimos una noticia y hay un ataque terrorista, asalto o femicidio en alguna esquina del mundo, pero, según estadísticas, a pesar de las noticias actuales, Pinker sostiene su teoría. Lo explica en una entrevista que el periodista Eduard Punset realiza a Pinker, en el programa “Redes” de la RTVE.es, y expone: “Según la arqueología forense, que encontró cráneos fracturados, decapitaciones o puntas de flechas incrustadas en osamentas, pueden cotejarse la tasa de muerte en épocas anteriores a la nuestra, donde la violencia era muy superior en la etapa de cazadores-recolectores y en siglos pasados. Hoy día, la aceptación de la violencia en la vida cotidiana se redujo radicalmente. Por ejemplo, la eliminación de los deportes y entretenimientos sanguinarios; como los sacrificios humanos y animales, las torturas (nos lo recuerda el Coliseo romano) las crucifixiones y genocidios. Otro ejemplo es la pena de muerte; en Inglaterra, solían haber 400 delitos castigados con pena de muerte. Los Estados Unidos son una excepción, todavía existe, pero decreciendo”. La pregunta es, ¿Por qué ignoramos que esta etapa era mas cruel y juzgamos tanto a este período? En parte, es porque siempre hay cosas que nos recuerdan lo violento que está el mundo actual (noticias amarillistas las 24 horas del día) y otras que decidimos ignorar y no publicitar; las campañas y movimientos civilizadores y solidarios, la creciente indignación social por los diferentes tipos de maltratos; a la mujer, a los niños, etc.

Realidad vs. utopía

Lo cierto es que actualmente existen signos de alarma que nos incitan a pensar que vivimos en una época muy violenta, o al menos con una violencia diferente a otros períodos, quizás, solapada. Empezando por una política económica fallida, corrupción, utilización del poder, confrontaciones ideológicas, imposición de modelos sociales y económicos por encima del bien común, formas modernas de explotación, hasta la presencia masiva de violencia a través de todos los medios posibles donde la “mediocrasia” (justificada por la libertad de expresión) se enfrenta con los valores humanos y familiares. Estudios realizados señalan que los niños pasan al menos 4 horas diarias frente al televisor, donde se transmiten 23 escenas violentas cada 30 minutos. Ver sangre, asesinatos, peleas, discusiones, disparos, persecuciones y pornografía, en las noticias, en el cine, en las series de televisión en Netflix y YouTube, se ha normalizado, y estos “coliseos modernos” o “universidades de antivalores a domicilio” han logrado desensibilizarnos, por tanto, deben redoblar las apuestas para no perder audiencia. Los argumentos “más populares” son cada vez más violentos y llenos de antivalores y forman parte de la cotidianeidad del hogar. Basta ver lo atractivos e interesantes que proyectan ser los protagonistas de la serie “Vikingos” (considerada una de las más violentas) y que la ven muchos jóvenes, lo que resulta ser una de las propuestas perversas que los medios ofrecen como ejemplos o ídolos. Hablando con una colega colombiana, Lic. Laura Castro Palmera, psicóloga, me decía que el perjuicio que causó la serie “Pablo Escobar, el patrón del mal” en los adolescentes y jóvenes de Colombia, fue atroz. “Hubo una especie de “identificación masiva” con los personajes de la. En el período de transmisión de ésta, se detectaron muchos más casos de narcotráfico y sicariato, porque “estaba bien visto” actuar, incluso hablar como el ídolo del momento, porque muestran su cara más atractiva, invencibles y exitosos, hasta cómicos y astutos, cuando que, en la vida real, sería imposible que las matanzas o asaltos puedan considerarse cómicos o glamorosos y menos la consecuencia, que, si no es la cárcel, es la marginalidad, o la muerte”. Como padres y tutores no podemos subestimar la identificación que pueden generar en los niños y adolescentes estos personajes y sus actitudes, y es urgente filtrar todos los contenidos a los que tengan acceso y si lo tuvieron y tienen, formar un criterio con ellos, en donde la ficción no pueda considerarse un ejemplo a seguir, ni consumir. A estas edades, la identificación se adquiere por admiración, y la ficción se encarga de endiosar a estos antihéroes marginales y temerarios. Los medios deben tomar de conciencia y no subestimar su responsabilidad sobre la calidad de contenido que ofrecen al público. Es urgente erradicar argumentos violentos y misóginos, pues éstos no son sin efectos y hasta podrían ser la explicación de la violencia que se vive en una sociedad.

Ver violencia y el impacto en lo emocional

Según un estudio de un equipo de investigadores de la Escuela de Medicina Icahn en el Monte Sinaí y un programa de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, los científicos contaron con dos grupos: el primero, con aquellos que presentaban rasgos de comportamiento agresivos y, el segundo, con individuos que no presentaban tendencias violentas. Cuando el grupo con actitudes agresivas visualizó imágenes violentas, su actividad cerebral era alta en regiones que se activan sin hacer nada en concreto y muy baja en la corteza orbitofrontal, la zona del cerebro asociada al autocontrol y las emociones (inmunes emocionalmente, pero estimulados agresivamente). Por el contrario, los sujetos no agresivos presentaron un aumento en la presión arterial conforme pasaban los días del experimento y las imágenes crecían en violencia, además presentaron estrés, ansiedad, insomnio, ideación paranoica y pesadillas (vulnerables al impacto emocional, con reacciones estresantes).

Estadísticas esperanzadoras

Pero, Steven Pinker, a pesar de todo, considera que la violencia está en declive. Él y otros sociólogos que apoyan su teoría, están empeñados en demostrar con cifras, estadísticas y estudios muy concretos que; “El ser humano tiene más bien, un impulso civilizador, busca vivir en comunidad y seguridad, y las sociedades van encaminadas a estilos de vida y formas de convivencia mucho más pacíficas y unificadoras, potenciadas también por las redes y la tecnología, que, coincidente y simultáneamente, aparecen en escena con las revoluciones de los derechos, la verdadera aldea global democrática, que propician las diferentes plataformas exponer y potenciar las noticias, los mensajes y propuestas cívicas y solidarias, donde se denuncie la violencia, empatizando con el otro al que se ve como semejante, aunque sea distinto”. Podemos inculcar en la familia actividades y costumbres civilizadoras y solidarias, erradicando la banalización de la violencia y la maldad, considerándolas como lo que son, desechos de energía marginal y absurda, inclusive en lo que elegimos como entretenimiento, ya que, como dice el psicoanalista francés Jaques Lacan; “la verdad tiene estructura de ficción” y no conviene confundirla.

Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicóloga
gabrielacascob@hotmail.com

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