Como criar las nuevas masculinidades
Feminista es quienquiera que reconozca la igualdad y la plena humanidad en mujeres y hombres. Gloria Steinem (feminista americana, activista política)
Muchas madres tenemos la idea de que criar desde el feminismo significa borrar el celeste y el rosado de nuestras vidas, anular Disney Channel del decodificador para que los cuentos de princesas dejen de configurar la mente de nuestros hijos e hijas y así puedan desplegar una personalidad equitativa y de respeto mutuo, libres de estereotipos y etiquetas. Pero no, esa no es la solución, ni existen garantías de que, si “fumigamos” el entorno cercano de todo signo de machismo cual aedes aegypti, a través de opiniones sarcásticas, críticas constructivas, aleccionadoras (o fulminantes) a los comentarios y costumbres asociadas a toda discriminación, las cosas vayan a cambiar en un futuro inmediato, ya que tenemos el patriarcado hegemónico instalado en el inconsciente colectivo desde hace 5 siglos. Lo cierto es que éste es un momento trascendental y de alta responsabilidad para todas las mujeres, ya que hemos conquistado un protagonismo donde nuestra palabra tiene un poder conciliador y generador de criterio en todas las esferas, empezando por nosotras mismas. Tenemos la posibilidad de desaprender aquellos estilos caducos “heterocapitalistas” en los que nos sentíamos seguras para criar “machos y hembras” pero que ya no pueden sobrevivir.
Un problema, dos soluciones
La lucha por la igualdad de género y el feminismo tienen dos focos que atender, el de conquistar y naturalizar derechos, pero también el de configurar a través de la educación y las costumbres; en las instituciones, en la familia, en la sociedad ¡en el discurso! a los nuevos hombres que van a coexistir con nuevas mujeres que ya no están supeditadas a estilos patriarcales. Si no se sincronizan estos cambios, el empoderamiento de la mujer puede convertirse en una amenaza, ya que las mujeres vamos a seguir conquistando espacios, pero los hombres que no están configurados para entender esta nueva versión femenina pueden sentirse verdaderamente intimidados y quizás ésta sea la explicación a tanta violencia contra las mujeres hoy día. Es una ecuación proporcionalmente peligrosa, porque mientras más nos empoderamos, algunos hombres siguen pensando que estos derechos no nos corresponden y consideran que deben “defenderse” castigar o eliminar esas “osadías del sexo débil” o de hombres que “militen” por el feminismo, porque no fueron “actualizados” o curados de su ignorancia, empezando por su crianza, en donde madres y padres somos responsables de esta educación y reconfiguración.
En este nuevo horizonte, es necesario recalcular las rutas a seguir para encaminar una crianza ligada al feminismo sin que los hombres se sientan desplazados ni amenazados, si no, acompañados en este transitar libre del formato del cual también son víctima y en donde también se encuentran supeditados a un destino atravesado y determinado por el género. Empezar a construir conjuntamente sociedades en donde la “portación biológica” no determine qué profesión ni qué trabajo podamos elegir, ni cómo percibir la seguridad o los derechos y las obligaciones, los sentimientos y las emociones, los talentos y las potencialidades, es vincular, a hombres y mujeres, más allá del cuerpo con el que han nacido. Este cambio es necesario y urgente para que las próximas generaciones, estén libres de femicidios, discriminación, sometimiento y dominación, que en pleno siglo XXI todavía oprimen al ser humano muy a pesar de las conquistas y evoluciones a las que hemos llegado.
El GPS feminista
Las madres de varones sabemos lo difícil que resulta criar a los hijos, más aún en Paraguay o Latinoamérica, en donde el machismo es naturalizado y reivindicado en cada esquina. Desde frases como “no llores porque sos hombre” que nos sale como el “buenos días” el ser hombre y sobre todo niño en una sociedad así, quiebra. Tenemos una enciclopedia de información y nociones sobre como alejar a las niñas del patriarcado, pero ¿y a los varones? El patriarcado ofrece una concepción de hombre que se sigue en masa. Desde el fútbol obligatorio, hasta la cantidad de conquistas y los vicios, las opciones para demostrar que se está haciendo lo indicado para instalarlos en el prototipo de “macho dominante”, es todo un desafío y una lucha contra corriente si no nos identificamos con esas u otras propuestas heredadas. En su libro “Amor o dominación, los estragos del patriarcado” de Laura Gutman, dice: “Quienes vivimos en las grandes ciudades estamos acostumbrados a circular por autopistas. Las elegimos porque son rutas seguras, probadas, testeadas y, por otra parte, todo el mundo conduce por allí. Si alguien nos sugiere que salgamos del camino y transitemos por alguna calle de tierra que se encuentre cerca, pocos elegiríamos esa opción. Porque tendríamos que ir lentamente, sería menos seguro y bastante mas impreciso. Para hacerlo, necesitamos sentirnos estables emocionalmente y también contar con un estilo libre. Cuando se trata de vínculos humanos -y más específicamente de los vínculos con niños, dentro de los cuales los adultos somos responsables de ellos- esto es muy notorio. Para no arriesgarnos, decidimos hacer lo que hacen todos. Incluso pagando el precio de la despersonalización de nosotros mismos”.
Muchas de nosotras hemos pasado por vivencias familiares en donde hemos notado la sutil o evidente diferencia del trato diferencial que reciben los varones en la crianza. Desde la educación hacia la independencia y libertad con lo que deseen hacer y la autonomía con su cuerpo, hasta las simples tareas del hogar o el cuidado de los hermanos. Estos y muchos otros tratos y costumbres determinan y configuran quienes somos hoy, pero también, si no tomamos conciencia y no nos animamos a salir de la autopista de la “seguridad” lo vamos a seguir perpetuando para el mañana. Las madres podemos desaprender estos estilos de crianza y preferencias que inconscientemente imponemos en la cotidianeidad del hogar y esto no significa subestimar ningún rol, sino abrazar la igualdad a través de la genuina libertad de elegir cómo vivir independientemente al género sin que esto presuponga una apología a ninguna ideología o elección sexual.
Criar desde el feminismo, no desde el hembrismo
El hembrismo es lo opuesto al machismo, es el desprecio o discriminación hacia los hombres. Criar desde el feminismo no implica demonizar lo masculino. Tampoco adoptar sus cualidades y características “dominadoras o tiránicas” es sinónimo ni garantía de conseguir sus derechos, al contrario, criar desde el feminismo implica acercarlos a nuestra energía y a nuestro estilo de convivencia; las mujeres no vemos a los demás como enemigos a derrotar o vencer, no criamos desde la competencia, ni desde la acumulación de patrimonio a través del sometimiento. Somos generadoras (literales y simbólicas) de hermandad, solidaridad y vemos a las adversidades como desafíos que enriquecen nuestras existencias. No condicionamos el amor a los hijos por los errores, les alentamos a mostrar siempre la mejor versión de sí mismos, enseñamos sin humillar. Las sociedades matriarcales se caracterizan por dispensar esta energía compasiva y maternal, y con esa energía, podemos desplegar en nuestras familias, en nuestro ambiente de trabajo, la dosis de feminismo genuino que falta en el mundo. Nuestro poder como madres feministas es el de instalar estilos de relacionamientos positivos y cooperativos, ya sea con la pareja, empleados, jefes, amigos o familiares. Podemos crear nuevas formas de acuerdos en donde todos puedan dar su opinión, sin jerarquías. La crianza en la igualdad no puede estar teñida de venganza o de resentimiento, esto sería el eterno retorno al mismo argumento por el cual ya hemos sido víctimas, pero que lastimosamente, muchas personas confunden y terminan identificadas con el estilo de su enemigo, el patriarcado, que humilla, blasfema, profana, busca enemigos a quienes vencer y genera estados bélicos donde ganar y vulnerar a los más débiles.
Es cierto, no podemos blindar a nuestros hijos de los discursos y costumbres sexistas que abundan en los medios de comunicación, en las redes, en la letra de las músicas, en los clubes, colegios, vecinos, familiares, etc. Las frases como “tenés que buscar la nena para no quedarte sola, o mi marido se muere por el varón” es un ejemplo diminuto que forma parte de la inmensa mitología machista colectiva que sigue vigente. Pero sí podemos generar criterios; eliminando etiquetas sobre gustos y preferencias de acuerdo con el género, como las matemáticas o las ciencias, el arte o la literatura, la competencia o la empatía. Tampoco podemos sentirnos fracasadas si nuestras hijas aman el rosado y anhelan casarse y tener muchos hijos o si nuestros hijos buscan ser campeones de rugby y boxeo y no quieren lavar los platos. Simplemente, hagamos nuestra tarea, y dejemos que nuestro ejemplo haga el resto, así, ellos podrán decidir desde una libertad genuina, qué talentos desplegar y hacia donde encaminar sus vidas, emancipados de los prejuicios, pero sujetos a un deseo de respeto y tolerancia hacia los demás y a sus elecciones.
Lic. Gabriela Casco Bachem
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