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Gaslighting, una forma de violencia de género




“Si no puedes persuadirlos, confúndelos”
Harry S. Truman 33° presidente de los EEUU

Como recuperar la soberanía sobre el criterio personal

El “Gaslighting” es una forma de abuso emocional y manipulación psicológica, en donde la víctima es manipulada por el abusador para que ésta dude de su propia percepción de la realidad, verdad, criterio o memoria a través de mentiras, persuasiones, desmoralización, culpa y confusión, para controlar o evadir responsabilidades. Esto hace que la persona se sienta ansiosa, confundida o incluso depresiva y ya no confíe en sus pensamientos ni decisiones, quedando a merced de aquel que la ha “colonizado” mentalmente y de quien ahora, sin percatarse, es una esclava moral y emocional.

Este término, no tiene traducción al español, pero está basado en el argumento de la película clásica de Hollywood llamada “Gaslight” de los años 40 (hacer luz de gas) en la que un hombre manipula a su mujer para que ésta crea que está loca y así robar su fortuna. Él esconde objetos como joyas, cuadros, haciéndole creer que fue ella. Y la alusión al término aparece porque, él atenúa la luz de gas (no había electricidad) pero le hace creer que la luz sigue brillando con la misma intensidad que antes, y que sólo ella la ve menos brillante, entre otras estrategias macabras para lograr su objetivo; agotar y vaciar de criterio propio a la víctima y hacer lo que quiera con ella. Todo esto hace que la protagonista se convenza de que se está volviendo loca. No quiere salir de la casa, se vuelve ansiosa y llora continuamente.

¿Gaslighting; realidad que supera la ficción?
Hoy día existe extensa bibliografía y también varias alusiones en el cine y la televisión sobre el Gaslighting. Por ejemplo, en Netflix, podemos ver la misma situación en la serie “The Confession Tapes” en donde muestran casos reales de asesinatos en donde acusan y condenan a los sospechosos obviando pruebas forenses o testigos, basados solamente en una prueba que hoy día se considera un medio ilícito; confesiones grabadas sin el consentimiento del acusado y además coaccionadas para que el sospechoso confiese que hizo algo que no hizo. Uno se pregunta ¿acaso uno puede declararse culpable por algo que no cometió? Sí, puede pasar y esto sucede cuando se llega a una vulnerabilidad extrema y despojo absoluto de la voluntad, cansancio y hartazgo físico y mental, como en un lavado de cerebro. Como se dice que sucede en el Centro de Detención de Guantánamo, prisión que tiene un régimen de interrogatorios y torturas que violan los derechos humanos, y que evaden los estándares internacionales de tratamiento de los detenidos, como contar con un abogado o tener una sentencia para ser condenado.
Muchas personas padecen de este abuso emocional y no lo saben.

¿Cuántas veces el abusador, ya sea en la esfera de la pareja, el trabajo y por supuesto, en la política, hace “gaslighting”? En el caso de la pareja, el abusador utiliza como justificativo básico de las discusiones o peleas, frases como; “estás loca, lo que decís no tiene sentido, eso no pasó, está todo en tu cabeza, estás inventando, es tu paranoia, ¡es tu culpa!, etc., creando lagunas mentales y nublando la claridad, porque el abusador oculta la verdad e inventa cortinas de humo para que la víctima se confunda. Así también éste se escuda en que su comportamiento abusivo es resultado de la actitud trastornada y desquiciada de su víctima y así, la rueda gira hacia la vía de la locura.

Si bien, también existen diversas acusaciones en cualquier discusión normal de pareja, es importante tener en cuenta que si esto se vuelve continuo y una persona cuestiona todo lo que el otro dice o busca siempre opiniones de otras personas, desconfiando y subestimando la opinión de la víctima y empiezan a aparecer síntomas tales como; aislamiento, ansiedad, insomnio, dudas excesivas, crisis de nervios, tendencias obsesivas, dependencia y miedo a hablar o dar la opinión personal, miedo a estar cerca de esa persona, estamos ante un caso probable de gaslight. Por si fuera poco, la víctima es alejada de sus familiares y amigos y su “secuestrador” le prohíbe desarrollarse profesional y laboralmente, en fin, la víctima queda desprovista de identidad y soberanía sobre su vida, incluso del sentido de realidad. En esta situación, su verdugo queda en un lugar de admiración, porque ella considera que él es el único que la comprende y la cuida. De hecho, él se encarga de convencerla de esto, a través de la seducción y posición de autoridad moral, que, irónicamente, le da la seguridad que él mismo le había arrebatado.

Un fenómeno que no solo afecta a la pareja
Si bien es cierto, que el clásico gaslightening más conocido es aquel en donde, con pruebas fehacientes una mujer descubre las andanzas de su pareja y éste las niega, alegando todo tipo de sandeces tales como; “no es cierto, estas inventando, está todo en tu cabeza, eso te dijeron por envidia o un hacker implantó esos mensajes de texto en mi WhatsApp” también podemos encontrar este tipo de manipulaciones en otros contextos de la vida cotidiana y debemos estar alertas, porque no solo el hombre tiene el monopolio de este tipo de abuso. Puede suceder con un supervisor y sus empleados, con amigos, familiares y en la política, sobre todo en la política, donde vemos siempre el mismo libreto; si un político es acusado de enriquecimiento ilícito, lavado de dinero o asociación criminal, las respuestas evasivas, son las únicas justificaciones, victimizándose o buscando chivos expiatorios, viralizando “fake news” (noticias falsas) en las redes y un marketing de la mentira y la manipulación de “masas disponibles” que, al estar libres de ideologías, pueden ser atrapadas por cualquier cosa que les conmueva.

Nombrar lo innombrable
El prestigioso psiquiatra y psicoanalista francés Gérard Pommier aborda en su reciente libro “Lo femenino, una revolución sin fin” la historia de la emancipación femenina del patriarcado, analizando y rescatando con historiadoras, el protagonismo de las mujeres (del que poco o nada se habla) por ejemplo, en la Revolución francesa. También señala los grados de misoginia social y cultural y de cómo esta revolución de lo femenino y su esencia fue y sigue siendo “subversiva”, “inalienable” e “incolonizable”. Dice “todos se sienten fascinados por lo femenino, pero los hombres tienen miedo de lo femenino y, a la vez, lo aman y lo rechazan. Tienen miedo de la belleza de las mujeres, de su propio femenino que rechazan. Así, al rechazar lo femenino, prefieren golpear o bien obligar a las mujeres a ser solamente madres, violarlas en vez de abordarlas de forma civilizada o matarlas, real o simbólicamente –como en el Gaslighting-. Con las madres son más tranquilos porque ellos mismos son como niños frente a lo femenino. Durante toda la historia, las mujeres siempre han tenido un principio contestatario al poder del patriarcado. Hasta han sido quemadas públicamente. Por ejemplo, en las recientes revoluciones en Túnez y Egipto se pudo ver en las fotos que las mujeres fueron las más numerosas en las plazas públicas”. También lo vimos ahora con el movimiento del pañuelo verde, a favor de la despenalización del aborto. Siempre la mujer se ha salvado a sí misma y en el caso del abuso emocional, debe ser también así, empezando por la información y la visibilización de estos síndromes que, lastimosamente a razón de la emancipación, también se encrudecen los casos de feminicidio y maltrato, pero es necesario ir más allá de las amenazas y del miedo y en honor a tantas mártires de esta causa, para conquistar un lugar que es irrenunciable.

Mujeres, es momento de brillar con luz propia
La iluminación de la que se habla en el Tao o el Budismo Zen, es aquella que se alcanza a través del saber, del Dharma “sabiduría” que no responde a ningún ser supremo que dicte lo bueno y lo malo. Cuando una luz se enciende en las tinieblas de la ignorancia o Karma, todo se ve distinto. Y eso sucede cuando ponemos nombre a aquello que nos pasa, a través de esta iluminación, podemos ver el camino y, por ende, la salida. Conocer los efectos del abuso emocional, puede hacer que la mujer entre en razón y vuelva a concebirse referente de su vida, dándose cuenta, en primer lugar, que ella no tiene la culpa de lo que le sucede. El “darse cuenta” es pedir ayuda, informarse más y por supuesto romper con los vínculos viciados. Así vamos a encender con más fuerza la llama del empoderamiento femenino y proteger por sobre cualquier intento de colonización foránea, la esencia e independencia femenina. Como nunca, estamos ante la oportunidad de liberarnos e independizarnos de opresiones y así recuperar nuestra identidad como mujeres, que vivimos en un mundo que ya no puede ni debe, taparnos con un dedo.

Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicóloga
gabrielacascob@hotmail.com

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