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Ideas infecciosas ¿Estamos contaminados?



Ideas infecciosas ¿Estamos contaminados?

"El que puede cambiar sus pensamientos puede cambiar su destino"
Stephen Crane

¿Qué es un virus? ¿De qué está hecho? Sabemos que es algo material, que puede propagarse, infectar, matar, pero que también puede ser eliminado o inhibido. Ahora, pensemos en los virus que infectan a las computadoras. ¿Qué son? ¿De qué están hechos? Básicamente, sabemos que están hechos de información y también son capaces de infectar; modificar y borrar información ¿Y las ideas? ¿Las ideologías? Aquellas que nos constituyen, que nos identifican, que se convierten en hábitos, costumbres, cultura. También están hechas de información ¿Y qué diferencias hay entre un virus real, un virus informático o ideológico? Pues, casi nada. Lo cierto es que estos virus son igualmente nocivos si no estamos conscientes de lo que son capaces de hacer para propagarse, mutar y multiplicarse. Más aun si no actualizamos el “antivirus” emocional para salvaguardar nuestra información e identidad.
 
Dan Dennett, filósofo estadounidense, es uno de los más destacados en el ámbito de las ciencias cognitivas. En este extracto de una de sus charlas dice; “Imaginen que están afuera en un bosque, en algún prado y ven una hormiga trepando por un pasto. Sube hasta arriba y se cae, y sube y se cae y sube, tratando de quedarse en la cima del pasto. ¿Qué está haciendo esta hormiga? ¿A qué viene todo esto? ¿Qué metas está persiguiendo esta hormiga al subir a la punta del pasto? ¿Qué gana la hormiga? Y la respuesta es: nada. La hormiga no gana nada. Entonces, ¿por qué lo hace? ¿Se ha vuelto loca? Si, precisamente, la han vuelto loca. Está infectada por un parásito cerebral. Es un parásito cerebral que necesita llegar al estómago de una oveja o una vaca para continuar su ciclo vital. Los salmones nadan contracorriente para desovar y los parásitos se apropian de una hormiga, se arrastran hasta su cerebro y la usan como un vehículo todo terreno para conseguirlo. La hormiga no gana nada. El cerebro de la hormiga ha sido secuestrado por un parásito que infectó su cerebro y la indujo a un comportamiento suicida. ¿Deja los pelos de punta verdad? Bueno, ¿acaso pasa algo similar con los humanos? ¿Hay algo que sea más importante que la preservación de la especie? ¿De la vida? Quizá ya se les haya ocurrido que la palabra “islam” significa “rendición”, “sumisión del interés propio a la voluntad de Alá”. Bueno, son las ideas, no los gusanos, los parásitos que secuestran nuestra mente. ¿Estoy diciendo que una minoría en el mundo tiene su cerebro secuestrado por ideas parásitas? Oh, no, es peor que eso. La mayoría de las personas lo tiene. Hay muchas ideas por las que morir. La justicia. La verdad. El comunismo. Muchas personas dieron su vida por el comunismo, y muchas otras lo hicieron por el capitalismo. Y muchas por el catolicismo. Y muchas por el islam. Estas son unas pocas de las ideas por las cuales morir. Son infecciosas”. 
 
Si reflexionamos sobre esta teoría, ¿cuántas de las ideas que tenemos como certeza en la vida no son en realidad una especie de virus que necesita propagarse y nos utilizan cual aviones kamikazes para llegar a sus objetivos? Por ejemplo, ¿consumir? Mas en esta época de fin de año en donde el mandato se vuelve realmente virulento. Las ideas son precisamente eso, ideas acaparadoras; “comprar, ser felices, festejar de una manera específica” todas ideas piratas, sin sentido trascendental, que saquean el poco espacio de subjetividad que nos queda, pero que nos empujan como a esa hormiga a cumplir un objetivo. Las ideas son recetas que preparan un tipo de pensamiento, anulando el ejercicio del pensamiento genuino en sí mismo. Podemos dar muchos ejemplos de ideas que no nos cuestionamos y que acatamos como órdenes, de cosas que las tenemos como “selladas a fuego” y que manejan nuestras vidas. Estas ideas varían en su nivel de “gravedad” de influencia. Pueden ser ideas sobre la alimentación, la crianza de los hijos, la educación, la pareja, las ideas sobre el trabajo, la religión, la política, la naturaleza, la belleza, la salud. Todo. Por ejemplo, ¿Cuántas personas se cuestionan francamente sobre la alimentación? Como ejemplo, existe una idea muy arraigada sobre lo beneficiosa que es la leche de vaca, pero si nos informamos un poco, nos sorprenderían las desventajas o por lo menos lo absurdo de tomar ese “liquido indispensable” que creemos beber y ofrecer como saludable. Empecemos el ejercicio de desmitificación de las bondades de la leche, tan solo para demostrar lo interesante que resulta “pensar” sobre ciertas ideas incuestionables, como bien lo hace Laura Gutman en su libro "La revolucion de las madres". Solo tenemos que analizar lógicamente el acto de seguir tomando leche en la adultez. Por ejemplo: todos somos mamíferos y sabemos que terminado el periodo de lactancia, todos los mamíferos (gato, perro, vaca, león) dejan de mamar, dejan de tomar leche para siempre. No hemos visto, (salvo el gato domestico) a una vaca adulta tomando leche. Solo los humanos seguimos tomando leche después del periodo de lactancia (además leche de otra especie) ¿Por qué? Porque lo hacemos en base a una idea (interés de por medio, idea muy vendedora y comercializable para la industria láctea) que vino a instalarse y nos ha convencido que “necesitamos” seguir tomando leche. Por una idea, hemos violado la sabiduría de la naturaleza, al continuar tomando leche después de no necesitarla más. A pesar de que el cuerpo ya no es capaz siquiera de asimilar ni digerir la leche, porque pasado un tiempo, perdemos las enzimas para hacerlo, sencillamente porque ya no vamos a mamar y el cuerpo  no las necesita y estas enzimas desaparecen. Pero nosotros tomamos leche y mucha, en todos sus derivados, a pesar de la acidez, la intolerancia a la lactosa, etc...¿Tenemos claro por qué es bueno tomar leche? ¿Estamos siquiera actualizados sobre esta información antes de ofrecerles un yogurt a nuestros hijos? Supongo que muchos diremos que no. Este simple ejemplo (sin animos de instalar otra idea sobre la leche) es a modo de entender lo que se denomina la “repetición infecciosa” de una idea. Quien sabe a quién se le ocurrió decir que la leche de vaca era algo bueno y saludable, y esto se repitió hasta hoy día, se avaló con consejos médicos y pediátricos potenciando esta idea "infecciosa". Este ejemplo es algo ínfimo, ingenuo y muy básico en comparación a la cantidad de ideas infecciosas que realmente tienen un impacto trascendental en nuestras vidas y en la historia del mundo, para bien y para mal; la guerra, los grupos armados, los terroristas, etc. 

Las ideas infecciosas están por todos lados. Tienen la particular capacidad de viralizarse a través de todo tipo de medios de comunicación posible. Desde la palabra, la educación, la familia, la television, la sociedad. La cultura misma es una serie de ideas que se fueron repitiendo a lo largo de muchos siglos, sin siquiera tener una teoría solida sobre ella. Pero así mismo como hemos detectado la forma de matar o dormir algunos virus peligrosos, también podemos hacerlo con las ideas que infectan nuestras vidas. Todos somos responsables de nuestras ideas, más aun hoy día con la capacidad de expansión de ideas a nivel tecnológico. Pero esto también es un peligro. Muchas ideas se esparcen por la web, y muchas de ellas son toxicas. La pornografía, la violencia extrema, la burla hacia los demás, todas son ideas infecciosas que están destruyendo la mente de muchos jóvenes (los más vulnerables) y como diría Dan Dennett, “están destruyendo tradiciones, costumbres y culturas enteras”. 

Pero no hay culpables, somos una sociedad libre y en la democrática Era de la información globalizada, no existe una moral capaz de decidir que ideas son buenas y que ideas son malas, estas solamente “se esparcen” cual gérmenes por todo el mundo, y la solución no es tratar de eliminarlos, eso es imposible. La clave está en tener la inmunidad espiritual para saber qué ideas adoptar y cuales desechar o cuestionar y éste es un trabajo muy importante para los padres y para los jóvenes mismos que tienen la libertad de elegir que consumir y que desechar, con autonomía y ser capaces de convivir con ellas, y la forma de hacerlo es practicando la capacidad de cuestionarnos, de preguntarnos si un estilo de vida, de pensamiento, nos conviene, si tiene sentido para nuestras vidas, si es algo productivo, algo valioso, si tenemos prejuicios arcaicos, discriminatorios o fanáticos. Solo así podremos propiciar una especie de vacuna inmunológica para ciertas ideas y adoptar aquellas mutaciones benignas a las que les podemos dar el poder de expansión que necesitan. 

Lic. Gabriela Casco Bachem

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