“Cuando
uno se siente atraído por la libertad y la pasión, debe manifestarla para
trascender”
Pérez Celis
- Artista plástico
Trascender
el Yo
Pensando
en el significado de la vida el ser humano ha procurado elaborar teorías,
explicaciones y experiencias desde diversos contextos; religiosos/ideológicos, filosóficos, místicos, científicos, evolucionista/creacionista, de ciencia ficción, a través de
psicoactivos, etc. Lo cierto es que las explicaciones, tan complejas como
necesarias, han generado dos vertientes; Una objetiva y otra subjetiva. El punto
de vista objetivo seria aquel argumento en forma de ideología teórica o racional a la que nos ajustemos en el
transcurso de nuestra vida, que depende mucho de la cultura e idiosincrasia en la que nos criamos. De ésta esfera objetiva, también dependerá el abordaje subjetivo
que nos va a ayudar a comprender nuestra misión en la vida. Por ejemplo, si nuestra forma
objetiva de abstraer el sentido de la vida, es religiosa, nuestra subjetividad
se verá configurada por la fe, que nos dará la seguridad de caminar hacia la
dirección que nos permita
encontrarnos con nosotros mismos, es decir, trascender el ego, el Yo,
llegar al crecimiento interior o la elevación, en este caso, espiritual.
Este
atributo, exclusivamente humano de cuestionarse sobre su existencia y el sentido
o la misión de la misma, es en parte característico de la necesidad de
encontrarle una utilidad a todo, pero
en realidad no sabemos con certeza si de algo sirve nuestro pasaje por el mundo
más que, quizás, para aprender y servir a los demás en el propósito de ser mejores personas cada día, pero está idea, también es utilitaria, ya que sirve al menos para calmar la angustia que genera la incertidumbre.
La
toma de conciencia nos permite dimensionar los misterios de la vida y de
nuestra insignificancia, cualidad que nos permite descubrir nuestra naturaleza
interna, que por sobre todas las diferencias (culturales, sociales, étnicas,
económicas) nos lleva (más bien nos insta) a la búsqueda de sentido y de un
equilibrio entre lo material y lo espiritual, entre lo real y lo simbólico, entre
la salud psíquica y física, entre el cielo y la tierra, entre la vida y la muerte.
Si usamos esta
capacidad única del ser humano de tomar conciencia de sí mismo para trascender,
podremos comprender que nuestras experiencias particulares nos muestran que
somos una unidad, mente-cuerpo, en la que cohabitan e interactúan una vida
afectiva y una vida intelectual, siendo la esfera afectiva la que moldea
nuestros comportamientos, la que refleja nuestras acciones en variadas formas y
así entender que la calidad de las emociones configuran
nuestro destino.
También
nos hace dar cuenta de que la trascendencia nos permite sobrevivir
la muerte física, porque si hemos podido cultivar la vida espiritual (o
intelectual, simbólica) viviremos después de partir a través de un legado, de
una huella que remita a nuestra esencia
(no al Yo) y esto explica la búsqueda y esperanza que tenemos en la vida eterna.
Tomar
conciencia de la importancia de trascender, es entonces, una imperiosa
necesidad que trae consigo una segunda, la necesidad de aprender a cómo hacerlo
y cómo manifestar esa trascendencia en la vida. Por supuesto que no se trasciende solamente siendo un santo o
un genio como Jesús o Einstein, quienes viven a través de sus palabras y sus
obras, sino que trascender depende de que la huella mnémica-emocional que
podamos dejar en los demás sea un representante nuestro, pero mas allá nuestra
vanidad, sino como un legado, una forma de acompañar desde el recuerdo, a
aquellos a quienes amamos.
Por ejemplo, trasciende una abuela que a
través de su receta de cocina utilizada de generación en generación está
presente todos los domingos en la mesa familiar porque así la recuerdan, la honran y transmiten su deseo, reunir a la familia, compartir, amar. Trascendemos enseñando un oficio a
nuestros hijos o a través de una obra de arte o de solidaridad. La
sensación de trascender nos pasa también cuando atravesamos situaciones límite en
donde el sentido de la vida cambia y nuestro foco de atención o de importancia
hacia las cosas o problemas, también cambia, porque trascendemos lo
superfluo y aparece lo relativo. Alguien que ha perdido a un
ser querido, alguien que ha sobrevivido a un accidente o enfermedad…es una
persona que no volverá a ver el mundo con los mismos ojos ni sentirlo con el
mismo corazón, porque las emociones lo han elevado y deslastrado de las cotidianeidades que ya no logran conmover un
alma que se ha “incinerado” y que ha podido resurgir de las cenizas para
demostrar que todo pasa y que el secreto está en seguir adelante. Este Hándicap
(ventaja) por sobre los demás los vuelve sabios, líderes, referentes y son
quienes nos pueden enseñar aun más sobre el sentido de la vida, que por
supuesto, tiene mucho más que ver con uno y con las experiencias y enseñanzas de la vida, que con una teoría o ideología.
Wikipedia nos dice “La trascendencia se
refiere a ir más allá de algún límite o superar las restricciones de un
determinado ámbito”. Esta explicación nos lleva a asociar la trascendencia con
lo profesional, competitivo, que nos lleva a la necesidad de reconocimiento del
mundo profesional, social, es decir externo “trascender un puesto de trabajo o
un estatus social o económico” y que, probablemente (no siempre) viene de la
mano de una trascendencia emocional que nos lleva a lograr nuestros objetivos. Pero
la trascendencia que nos va a ayudar a impregnar de sentido nuestra conciencia
y por ende nuestra vida, es aquella que nos permita alcanzar la unidad e
integración de nuestras partes mente-cuerpo, con una armonía y estabilidad
interior que sólo puede ser alcanzada a través de la toma de conciencia
interior, que nada tiene que ver con la felicidad como la conocemos, ni con el
éxito económico o la fama, sino con un sentido de logro personal (y aquí es
verdaderamente personal) el sentimiento que despierte en cada uno el sentido de
la vida cuando lo encontramos.
Aquí podríamos apelar a las distintas
estrategias que ha creado el ser humano para conocerse a sí mismo; desde la
terapia indagatoria, psicológica, espiritual, la meditación, la oración, la
sublimación, etc., en donde el destino final, es el encuentro con nosotros
mismos y por ende con lo que queremos en la vida. Trascender hacia el “más allá”
en la vida es seguir una huella que nos conduce hacia la posibilidad de ver a
futuro aquello que deseamos. Cómo lo hacemos también dependerá del enfoque y la
iluminación que le estemos dando a
nuestro objetivo. Si tenemos en cuenta que la misma linterna que alumbra un
lugar, oscurece los demás, la misma luz con la que apuntamos hacia aquello que
buscamos, provoca oscuridad sobre aquello que no buscamos pero que también
forma parte de la riqueza del conocimiento, así mismo, si una teoría o
filosofía de vida echa luz sobre ciertos aspectos de la vida o la personalidad,
al mismo tiempo oscurece otros aspectos, pero cuando cambiamos de dirección el rayo de luz, aquellos aspectos
iluminados desaparecen y los que estaban ensombrecidos, resaltan, vamos a estar
advertidos de los prejuicios y la ignorancia de la que padecemos cuando nos
enceguecemos voluntariamente y nos enfocamos en un solo punto de vista. Ser
flexible con el pensamiento abre muchas mas posibilidades de encontrarnos.
Si trascender significa ir más allá de los límites, de
los desafíos, para nosotros sería nada mas que ir más allá de nuestra zona
de confort, de nuestros deseos y para eso no hay que ser un místico o un genio,
ya que en un mundo tan individualista, trascender puede significar escuchar a
alguien que lo necesita, ayudar a alguien que lo pide, regalar nuestro tiempo a
algún familiar, enseñar algo, dejar una huella social trabajando por quienes lo
necesitan, en alguna ONG, en el barrio, criar con amor a los hijos, o dejar una
huella cultural, una obra de arte, un legado, ya sea transmitiendo ideas,
valores, consejos, todas las formas de dar
de uno mismo son formas de trascender a lo que uno mismo es por el objetivo final que en realidad es la obra, la meta, la
finalidad máxima a la que nos supeditamos en pos de un porvenir que ni siquiera
esperamos ver (como con los hijos) pero en el cual viviremos a través de lo que
dejemos en representación.
Podemos sugerir entonces, que para llenar el vacío
existencial por el que atraviesa hoy día el hombre
moderno, tiene la obligación de buscar la forma de encontrarse a sí mismo,
superar la ignorancia sobre su esencia, dimensionar la importancia que implica
la salud y el cuidado de lo psíquico y lo emocional para aprender a dar de sí, libre
de vanidad o necesidad de reconocimiento, sino como un mero constructor de
legados que van a permanecer y posibilitar el crecimiento de los demás en esta danza cósmica a la que todos fuimos invitados a bailar, con la condición de crear nuestras propias coreografías.
Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicóloga
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