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Toma de decisiones; con razón y corazón

La influencia de las emociones en nuestras elecciones 

Este año empieza con la asunción de Donald Trump a la presidencia de los EE.UU y este ambiente de cambios políticos trascendentales, nos provoca analizar las variables psicológicas por las cuales los candidatos llegan al poder. Algunas de las hipótesis por las que Trump ganó (en contra de todo pronóstico) son tan variadas como subversivas e intrigantes. Desde sociológicas y políticas, entre otras acusaciones morales entre ambos candidatos. También el hastío y la rabia de los ciudadanos con el sistema político imperante que buscaba continuidad y quizás de esta forma  demuestran que ellos “pueden” manejar (burlar o retrucar) aquello que les causaba decepción, apostando al polo opuesto del orden actual. Todo esto y mas especulaciones nos llevan a hurgar en el perímetro psicológico de la toma de decisiones del pueblo o de las masas y en la personalidad de los líderes (sin entrar a profundizar en ellos ni en sus ideologías) sino desde el personaje que crean para poder llegar a sus objetivos y muchas veces, conquistar los puestos mas codiciados del mundo y por ende, influyentes en el curso de la vida de los ciudadanos.

En una entrevista realizada por Lifeder al reconocido psicólogo estadounidense y autor de libros como 'Inteligencia aplicada' y 'La naturaleza del odio', Robert J. Sternberg, profesor especializado de la Universidad de Yale, famoso por sus múltiples investigaciones sobre temas tales como la inteligencia, creatividad, vida en pareja o el éxito, además de haber sido presidente de la Asociación Americana de Psicología -APA-hace un análisis sobre la característica de los candidatos y como la personalidad de los mismos influye en la decisión final del elector. Por un lado, dice que; “Está claro que los líderes serán mejores y más eficaces cuando tengan discursos juiciosos, éticos y sabios” pero... “los candidatos prudentes y equilibrados tienden a ser menos emocionantes, carismáticos y llamativos para los votantes” (a pesar de ser la opción evidente). “Por el contrario, los candidatos narcisistas, cuya preocupación principal en la vida es quererse a sí mismos -y sólo así mismos-, a menudo son mas convincentes, porque van a decir o hacer lo que sea necesario para ganar y obtener poder. No se preocupan en absoluto por los demás, por lo que no se sienten mal por engañar (prometiendo lo que luego no pueden cumplir). Para ellos no se trata de un buen liderazgo, sino más bien de una auto-mejora” como vemos en los discursos populistas o en exceso optimistas/positivistas.

En una nota de la revista Muy Interesante, de Luis Miño, habla sobre los perjuicios del pensamiento positivista en exceso; “A las personas inseguras que atraviesan momentos difíciles les hace sentirse más indefensas. Es lo que demostró una investigación de los psicólogos canadienses W. Q. Elaine Perunovic, Joanne V. Wood y John W. Lee. En su experimento pedían a dos grupos de personas –uno compuesto por gente con muy buena autoimagen, y otro, por individuos con autoestima baja– que repitieran una frase clásica del positivismo: “Soy una persona encantadora”. Pues bien, tras evaluar el estado anímico de los participantes, comprobaron que los del segundo grupo se sintieron mucho peor que antes de empezar la prueba. Al igual que nos ocurre cuando nos hacen alabanzas irreales que nos suenan a compasión y nos entristecen, a quienes viven un momento de baja autoestima la repetición de frases del tipo de “me acepto tal como soy” los hace ser más conscientes de su limitación para cambiar el problema, porque son incapaces de autoengañarse. Por contraste, para lo que sí sirvió esta investigación fue para mostrar el poder potencial del que podríamos denominar pensamiento negativo. Cuando los psicólogos permitieron a los participantes con poca autoestima expresar su ira, tristeza o ansiedad ante el futuro, mejoró de forma clara su estado de ánimo”.

Siguiendo estos ejemplos, lo ideal sería que no solo en la esfera política tengamos la capacidad de discernir qué discurso es sincero o populista y ni hablar de la importancia de vislumbrar quien es una persona prudente, sabia y ética de otra narcisista, interesada y oportunista al momento de acercarlos al poder, sino registrar esa capacidad en nuestra vida diaria, en las relaciones con los demás. Para eso es necesaria una toma de conciencia y equilibrio personal, ya que, muchas veces, nos cruzamos con personas prudentes, sensatas y coherentes en quienes podríamos depositar nuestro voto de confianza, abrirle nuestro corazón para iniciar (o continuar) una relación de amistad, pareja o negocios, pero que quizás no nos llame tanto la atención o que su falta de carisma no despierte interés en nosotros y al contrario, damos prioridad u oportunidad (por inmadurez/inseguridad) a otras personas que nos encandilan con una personalidad narcisista, histriónica, romántica o desenfadada, que probablemente, no tengan mucho para dar o sumar en  nuestras vidas (hasta incluso, despojarnos de todo, por conquistarnos con un discurso “populista” alegando a la clase política que muchas veces promete más de lo que puede cumplir) exhibiendo una imagen poderosa, perfecta, divertida, popular o leal, pero que solo forma parte de un personaje superficial que en el fondo, busca sacar el provecho en los demás por su personalidad egocentrista. Desde falsas amistades, que son capaces de hipotecar la lealtad a los amigos por cosas materiales, o compañeros que se llamaban amigos pero que son cómplices de bullying, hasta negocios, donde a veces las personas invierten sus esperanzas (más que su inteligencia) quizás por encontrarse en un estado de vulnerabilidad, falta de esperanza o búsqueda de un futuro mejor, depositando en el “Otro” (un líder, un jefe, compañero/a) la confianza, expectativas y resultados (en estados de desventajas emocionales) sus proyectos, pero que al final son utilizados en pos sus intereses personales, sin ningún pudor.

En este sentido, el ser humano, trae consigo una necesidad arcaica de encontrar algo o alguien “omnipotente” que pueda “rescatarlo”. Esta búsqueda de omnipotencia en el Otro es neurótica  (ilusoria) y por esto, es importante tener presente su peligro cuando toma protagonismo en nuestras vidas; por ejemplo, cuando estamos depositando demasiada expectativa afuera y no buscamos en la fuerza interior, en la toma de acción, en la intuición personal, en lo que percibimos que tenemos que hacer o decidir a través de fortalecernos espiritual, intelectual o emocionalmente, que es lo único que nos pertenece y que sí podemos controlar, conocer y manejar y de esta forma tomar el control de nuestras vidas, sin esperar nada (imposible/heroico) de nadie.

En la psicología de las masas se observa como muchas veces, la apuesta por lideres que proyectan una personalidad de “macho alfa”, patriarca, caudillo o prepotente, sigue teniendo éxito, por tocar las fibras infantiles del pueblo que busca todavía en la figura paterna/héroe, ese rescate que llora desde sus carencias infantiles, (que decide por él y que le dice lo que esta bien o mal, pero siempre según sus prioridades). Perpetuar esta figura, quizás sea resultado de una cultura infantil que sigue buscando anestesiarse en un Padre (y no buscar en la madurez personal o en la propuesta sincera de alguien fuera de poses) la respuesta y la solución a los problemas. La madurez y emancipación del padre simbólico permite tomar autonomía y empezar desde un lugar personal a hacer algo para crecer, mejorar o eliminar la corrupción y la desidia en la vida (y a la vez de su comunidad).

Continúa diciendo Sternberg que; “No es tan difícil saber si un líder es sabio y ético. El mejor predictor del comportamiento futuro es el comportamiento pasado. En el caso de los Estados Unidos, un individuo que ha quebrado a cuatro empresas y empobrecido a muchos inversores -en referencia a Donald Trump- no es ni sabio ni ético. El problema es que parece que a la gente no le importa, prefiriendo a gente que apela a sus emociones, sus fantasías, y a veces, a sus prejuicios. Es un comentario triste sobre el electorado, pero así es”.

En nuestras manos y elecciones en cualquier esfera de la vida se encuentran las herramientas que van a trazar el destino que nos lleve a los resultados que esperamos. Si estamos conectados con nuestra intuición y en sintonía con lo que es verdadero, auténtico y ético, eso vamos a atraer y preferir. El secreto está en registrar nuestras emociones y posiciones (madurez/autonomía) en la vida, al momento de optar y priorizar quienes van a compartir nuestro tiempo y energía y/o en consecuencia, el rumbo de nuestro mundo.

Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicóloga
gabrielacascob@hotmail.com


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