Ir al contenido principal

El éxito del fracaso

El éxito del fracaso

“No juzgues el día por la cosecha que has recogido, sino por las semillas que haz plantado” Robert Louis Stevenson

Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para compadecerse con él, y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?” Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?” Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?” Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?

Llegamos a fin de año y el recuento de los éxitos y fracasos cobran relevancia. Muchas personas calificamos al año que se va como un año de “buena o mala suerte” porque inevitablemente nos medimos por la cantidad de logros que hemos obtenido y nos juzgamos por los fracasos.  Rememoramos y nos cuestionamos casi automáticamente todo lo que hemos hecho por lograr una meta, un negocio, un trabajo, un viaje, un sueño pendiente y si no pudimos conseguirlo nos causa tristeza o frustración.

Para muchas personas estos cuestionamientos son más profundos; si la vida es justa o injusta, si nos merecemos ciertas cosas, etc., y esta dinámica se da si tenemos la costumbre de mirar con la óptica que divide el “éxito y el fracaso” la “suerte o la mala suerte” a las circunstancias de la vida, lo que nos hacen polarizar estos resultados y nos pueden producir estados “falsos” de ansiedad o manía, depresión o felicidad, que no siempre se condicen con la realidad global, porque cualquier situación puede esconder, por ejemplo, en la “mala suerte” una bendición y en la “buena suerte” una maldición.

La vida misma nos plantea paradojas existenciales que nos producen una sensación de “injusticia” diaria; muchos artistas no pueden realizar su vocación porque tienen que estar detrás de un escritorio, o algunas personas que sienten pena, tienen que demostrar alegría, o sienten amor y no pueden darlo. Otros se aprovechan del esfuerzo de otros o no pueden demostrar el propio, otros saben una verdad y deben callarla. Pero, no siempre la suerte o el éxito de lograr todo lo que nos proponemos es sinónimo de felicidad, ni tampoco es totalmente positivo como creemos o como ponderamos socialmente al éxito.

Considerar al éxito y al fracaso como antagónicos, en realidad, no pueden tener un acuerdo universal, como bien lo demuestra el cuentito Zen, porque cada uno lo percibe de acuerdo a una vivencia muy subjetiva, que tiene que ver con la realidad particular de cada uno y son situaciones que se complementan entre sí.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Padre e hijo; La lucha por el trono

“El hacer del padre por su hijo es hacer por sí mismo” Miguel de Cervantes Saavedra El sentimiento de rivalidad entre padre e hijo, aparece hacia los tres años: es el complejo de Edipo definido por Sigmund Freud inspirado en el mito de la tragedia griega de Sofocles. El niño tiene la molesta impresión de que su papá se quiere apropiar de su mamá y que le imposibilita así tenerla toda para él. Lo considera un auténtico rival y entra en competencia con él para apartarlo y ganar toda la atención de su mamá. Cuando el padre introduce la ley y pone reglas al pequeño “acaparador”, se delimitan territorios y el niño entra en una etapa de aceptación e introyección de cualidades de su género. Empieza a copiar la potencia y habilidades de su padre, ambiciona superarlo y esto incita al niño a pelearse, a enfrentarse a él, en cualquier ámbito que su padre se destaque y es así como se produce la identificación con su mismo sexo, ya que al ser como su padre, puede también llamar la atenci

Moda, una expresión de la personalidad

¿Qué diferencia hoy una galería de arte de una tienda de moda? Gilles Lipovetsky ¿Qué nos hace obedecer a la moda hasta a veces depender de sus dictados? ¿Cuál es esa “necesidad” que nos cautiva para comprar marcas o tendencias? ¿Es la necesidad de aprobación social, satisfacción personal, mostrar nuestra identidad, nuestro nivel social, nuestro poder adquisitivo? ¿Tiene que ver con una motivación interna o externa, consciente o inconsciente? Estos cuestionamientos surgen al momento de hablar sobre la influencia de la moda en la personalidad y así como no se puede dar una sola respuesta a un fenómeno que surge de tantos factores, tampoco podemos definir lo que significa desde un lugar superficial , ya que influye en todas las esferas humanas; desde la ropa, al arte, la arquitectura, la política, la cultura, la forma de relacionarnos, etc. Entender su relación con nuestras emociones y necesidades es importante al momento de saber si nos beneficia o nos esclaviza. La

La importancia de respetar a los padres

La relevancia emocional de tener una relación positiva con los padres Muchas veces nos preguntamos ¿Cómo podemos hacer para que nuestros hijos nos respeten? ¿Debo ser más exigente? ¿Tener más personalidad? ¿Imponer mas límites? Y en estas preguntas nos desviamos de una respuesta clara; la relación con los hijos depende de la relación con nuestros padres. Si la relación que tenemos con nuestros padres es conflictiva, ya sea en este momento de la vida, o permanentemente y sentimos que la relación con nuestros hijos ya sean pequeños, adolescentes o adultos, es conflictiva o se encuentra bloqueada, es importante empezar por registrar nuestra relación con nuestros padres. Es un camino que no siempre consideramos tomar, ya que solo vemos el efecto (malestar con los hijos, falta de respeto, indiferencia) pero no la causa. Reconocer si tenemos conflictos con nuestra relación originaria, es de suma importancia para iniciar un proceso de cambios en la configuración de los fundamentos em