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Adopción, crear la familia


“Un padre se hace con el deseo y la determinación con más seguridad que con un espermatozoide”
Michel Soulé (Psicoanalista francés)

La adopción es el sinónimo mismo del amor, porque para recibir a un hijo en nuestras vidas, lo tenemos que decidir, sea que haya salido de nuestro vientre o del corazón, porque quienes tenemos hijos biológicos, también los estamos adoptando aunque esto lo demos por sentado y lo hacemos cuando decidimos criarlos. Ser familia no es monopolio de la consanguinidad y la adopción es el sustituto perfecto del amor de los padres biológicos, que por distintas razones no pudieron criar a sus hijos.

La adopción nos enseña, demuestra y confirma que los hijos no se engendran solamente en una placenta biológica, sino que en una placenta emocional, vincular, que crece con el cuidado, con la protección, con el insomnio, con los cambios de pañal, con llevarlos al colegio, etc. La decisión consciente de ser padres es esta necesidad de dar a quien le corresponde una necesidad de amor con la misma intensidad, de aquel niño que busca instintivamente ser hijo, ser amado y amparado bajo el ala de una familia que lo anhela tanto.

Pero, la adopción en un mundo altamente burocratizado, lleno de desconfianza, intereses secundarios, prejuicios, tabúes y demás puntos débiles del ser humano, hacen que para las personas que verdaderamente quieran adoptar un hijo, con la urgencia que el amor despierta, esperar en la incertidumbre, sea doloroso y eterno. Por otro lado, las interminables pruebas, entrevistas y documentos que deben proporcionar los futuros padres; certificado de nacimiento, de matrimonio (si es una persona casada), de antecedentes policiales, de vida y residencia, estudios médicos, psicológicos, económicos, entre otros, es tedioso, protocolos que en la epoca de nuestros abuelos y bisabuelos no eran tan densos y por ende, la inclusion de un hijo mas en la familia era por demas comun y motivo de celebracion ya que la familia se agranda y denota la intención que todos tenemos de abrir nuestro corazón a la posibilidad de criar hijos de toda providencia, virtud actualmente atrofiada por cuestiones legales o sociales.

El proceso de adopción de hoy día puede durar años y dinero, pero como todos los que adoptan están impulsados por el motor del amor, nada puede detener este proceso, que es sumamente necesario para garantizar la seguridad del niño. Esta etapa de “gestación simbólica” es como el tiempo del embarazo, que también tiene un desenlace incierto, es una espera ansiosa, pero que se soporta por la esperanza de tener en brazos a ese hijo que tanto deseamos. Superar los miedos, incertidumbres y retrocesos de estos momentos, nos prepara y fortalece en la decisión de tener un hijo, porque así como no podemos creer todo lo que superamos en el embarazo, tampoco podremos creer todo lo que aguantamos (más aún en nuestro país que lastimosamente tiene un sistema jurídico muy lento y escabroso) para obtener lo que hemos esperado.

Cuando finalmente hemos superado la parte legal y por fin hemos dado a luz el certificado que nos acredita como padres, nos espera lograr el éxito de la convivencia con nuestro hijo no biológico y éste depende de las cualidades, actitudes, madurez y comprensión de la pareja adoptante. Aquí surge la importancia de formar lazos afectivos, sobre todo si existe algún hermano biológico o éste nace luego de la adopción. Si bien a nivel legal ambos hijos conciben los mismos derechos sean biológicos o no, a nivel personal y subjetivo, los padres son quienes en el ejercicio de la igualdad, se encuentran con ciertas dificultades, aunque más no sean inconscientes. Algunas madres que tienen un hijo adoptivo y uno propio, sienten, en secreto, un sentimiento de culpa y tienden a medir y comparar si es que están dando lo mismo al hijo adoptivo como al hijo biológico o viceversa. Esta fantasía se da en estos casos porque (si no tiene otro hijo biológico) las comparaciones de “a quién quiero más o a quién doy más ” surge, ya sean hijos biológicos o adoptivos en toda madre y padre, ya que nunca podremos ser del todo equitativos con respecto a la atención, al amor y a los afectos con los hijos aunque así lo profesemos, porque es algo que no se puede medir y a la vez es circunstancial. Pero es importante que los padres que adoptan tengan en cuenta que este conflicto interno es normal, que pensar en la “justicia” es una dinámica que hay que superar con madurez y si es necesario quizás con ayuda externa.

Los hijos biológicos son aceptados sin prueba alguna. Pero en la adopción, antes de decidir adoptar, los padres están expuestos a elecciones que les hacen sentir que el amor fue condicionado, sin embargo, los hijos biológicos son aceptados con las condiciones que tengan al nacer; sano, enfermo, normal, con alguna anomalía, etc. En cambio, los niños adoptivos son sometidos a un periodo de prueba que les puede causar inseguridades o cuestionamientos si al término del plazo son devueltos. Las devoluciones se dan porque los padres adoptivos a veces no estaban preparados, familiarizados o conscientes de las molestias que causan los hijos, porque quizás han idealizado la paternidad. No pensaron en lo diferente que se torna la vida, los horarios, la paciencia. O porque aparecen celos, ya sean por el tiempo que se dedica al niño por parte de los cónyuges, o por parte de los hijos biológicos, lo que despierta el pensamiento y la posibilidad de devolverlos, como si el niño adoptivo fuera un objeto que se compra y se puede devolver si no funciona perfectamente, lo cual no se cuestiona con un hijo biológico, además, mientras más edad tenga el niño, más posibilidades de que se frustre la adopción existe.

Lo mismo pasa con los padres que no aprueban los requisitos para adoptar, si no pasan las pruebas, no se les entrega el hijo. Y nos cuestionamos ¿Porqué el mundo es tan injusto, tan desequilibrado, que entrega hijos por docena a madres que no les importa qué numero de hijo sea, los maldice, ni se cuida para no engendrar más, o se encuentra en estados deplorables de pobreza, adicción o locura? O si lo tiene todo; recursos económicos, educación, salud, buen pasar y de todas formas, el hijo, no es más que un trámite que conquistó, un objeto decorativo en la casa o un punto más en el curriculum de la vida, tratando con indiferencia o maltrato, delegando a niñeras lo más anhelado por estos padres que sólo desean tener hijos para dedicarles su vida, la crianza y el tiempo que tienen para darles amor y educación. Es injusta la vida, y en este tema específicamente, va más allá, es un desequilibrio cósmico el hecho de que existan tantos niños que claman una familia que andan desamparados y tantos padres que claman hijos…y el desencuentro.

Por todos estos cuestionamientos, dificultades e injusticias que como padres que desean adoptar, están conscientes y deseosos de superar y vencer, es que vemos que esta decisión es una decisión bastante difícil y ¡de valientes! Por eso, cuando logramos el tan anhelado encuentro, la adopción tendría que ser un grito a viva voz, no un secreto. La adopción es una victoria. Es vencer todos los obstáculos a través del amor y en un mundo que pide ejemplos de amor, sediento de héroes, adoptar es una muestra de esto, de confiar, de elevarse, de DAR, de esperar. Adoptar no tiene que ser un silencio, tiene que ser un grito sanador, una verdad franca y hermosa que permita a más familias a acoger en su núcleo la célula del amor, que se perpetuará en el ADN emocional a todas las generaciones que se animen a dar este gran paso.

Pero si se ha decidido guardar como secreto en la familia, es importante que se respete el derecho del niño a conocer su verdadero origen si este así lo pide. Es necesario que a los 4 o 5 años sepan que son adoptados si es que lo intuyen. Es difícil enterarse tarde, o peor aún, si un tercero le dice la verdad sobre su origen, puede haber tensión familiar y luego, desconfianza, lo cual puede llevar al niño a un desajuste emocional y conductual serio; una sensación de quiebre hacia las personas que ama y en quienes confía. Por eso, es importante que los padres decidan si la adopción será a viva voz o algo íntimo hasta que el niño intuya o decida saber. Esto es sumamente importante decidir y sea la decisión que tomen, ambas tienen sus manejos y procesos de asimilación.

Todos tenemos la gran responsabilidad de generar la cultura de la adopción en la sociedad, aceptando, avalando, ADOPTANDO, empezando por casa, ya que como decía Einstein, “La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras hayan niños infelices”. Empecemos por respetar el origen y la necesidad de pertenencia que tiene todo niño en su corazón, así los prejuicios son derrocados en pos de un bien superior.

Lic. Gabriela Casco Bachem

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