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Televisión y redes; la educación indirecta


Actualmente tenemos acceso a todo tipo de información. Desde el cable a las múltiples aplicaciones en el celular. Pero como nunca antes confirmamos que cantidad no es calidad a decir del rating de los programas, imágenes o videos compartidos basados en violencia o chistes que rozan y llegan a la discriminación; contra los inmigrantes, las mujeres, los homosexuales, los hombres o los niños, la cosificación de la mujer o del hombre, los más vulnerables o débiles, etc., ya sea subliminal o explícitamente y no podemos delimitar hasta donde esto es “entretenimiento” o si se está reforzando la desigualdad y marcando estereotipos sexuales, conductuales y raciales dañinos que luego detona las mochilas subjetivas cargadas de prejuicios y fanatismos nucleares en varias esferas de la sociedad; desde el bullying, hasta atentados y terrorismo ¿Cómo ponemos límite a todo este desborde?

Hoy día TODOS estamos expuestos a una infinita cantidad de información a través de la televisión y las redes, etc., pero esta revolución tecnológica que nos permite el acceso ilimitado a la información, no significa precisamente el camino hacia una evolución cultural. Por un lado, la “televisión basura”  de contenido pobre a nivel cognitivo y socio afectivo, que son algunos de los factores maleables a través de la identificación hacia personajes altaneros, maleducados, perversos y lascivos que caracterizan a los protagonistas de algunos programas que llegan a las masas, a veces como única y más creíble fuente de información y lo peor de todo, educación. Sumado a esto, el sedentarismo y encierro de ver la televisión o estar absortos en el celular como “chupete electrónico” que potencia las reacciones agresivas.

Un estudio realizado por científicos de la Universidad de Southern California, identificó la relación existente entre la reducción de conductas agresivas y la actividad al aire libre en espacios verdes de la comunidades urbanas. “La exposición a espacios verdes podría reducir la agresividad en adolescentes” cita una de las autoras Diana Younan, que sugiere; “Es importante ocuparse de las conductas agresivas temprano. Nuestro estudio provee evidencias de que incrementar los espacios verdes en los vecindarios es una alternativa en la reducción de la agresividad que no fue considerado seriamente aún en los enfoques de salud pública”.

La gran cantidad de tiempo que los niños pasan frente a “la televisión niñera” que a veces está encendida en vano como cortina de fondo de la vida, es tiempo directamente proporcional a la pérdida de valores deseables que tratamos de inculcar en casa y en los colegios, ya que están enfangados y sin filtro a ver programas de contenido adulto (publicidad, otros canales, aplicaciones). Es sabido además que los niños, prefieren los programas que tienden a llamar su atención, porque les “impresionan” generando en ellos estímulos neurológicos adictivos, así, los programas infantiles se dividen en dos grupos; educativos y divertidos. Los padres, consideramos “buenos” aquellos de argumento educativo y los dejamos a merced del contenido (incierto) de dichos programas. El problema se encuentra en que los niños van a ver unos minutos los programas educativos, pero siempre van a tender a elegir los programas “divertidos” por encima de los educativos…y divertidos entiéndase por; chabacanos, superficiales, embrutecedores, llenos de griterío, burla, bullying, violencia, antivalores, falta de consecuencias reales ante el riesgo y la violencia, falta de indiferenciación entre realidad y fantasía. Algunos programas, bajo una hipócrita apariencia de preocupación, se regodean con el sufrimiento humano; la pobreza, la violencia y otros exacerban el morbo; intimidad sexual, exhibiendo los aspectos más precarios de la condición humana para atrapar al público.

¿Una solución radical? Eliminar la televisión de la casa o al menos tener una sola ¿El precio a pagar? compensar la soledad y sensación de vacío en la que se encontrarán los niños privados de los estímulos audiovisuales adictivos a los que están mal acostumbrados y reestructurar sus rutinas. Tratar de que pasen tiempo al aire libre, en espacios verdes o al menos que aprendan a soportar el silencio, el aburrimiento, el vacío y la tranquilidad que al fin y al cabo, son madres de la creatividad y la imaginación. En vez de televisión podemos ofrecerles; juegos, atención, charlas, paseos, educación, deportes, arte, algo que supla esa pseudo actividad en la que creían estar. Otra opción es fiscalizar, responsabilizarnos de la programación. Existen varios dispositivos y softwares capaces de bloquear programas de contenido adulto. Podemos llamar a algún técnico o asesorarnos para controlar/bloquear los televisores y computadoras/smartphones/tablets, etc., donde nuestros "nativos digitales" acceden cuando quieren a los programas a través de un touch. Ni hablar de las aplicaciones como YouTube y Netflix, entre otros, en donde tienen a la carta programas de todo tipo de contenido, en donde entran al perfil adulto y a la carta tienen "Casa de Papel" "Narcos" "The Walking Dead" o "Vikingos" entre otros programas perversos de desensibilización humana a domicilio. Otra opción es tener un horario familiar y ver con ellos su programación, debatir sobre el contenido y así ir digitando qué queremos que vean, e ir explicando los motivos por los cuales no compartimos los valores ni las formas de tratar a la gente de los personajes (héroes, antihéroes o villanos), no solamente prohibir.

Una “tenencia” responsable de semejante monstruo en el hogar, solamente puede sostenerse e inclusive potenciarse hacia lo positivo (viendo documentales, programas educativos, informativos, históricos) a partir de la concienciación de toda la familia (incluyendo niñeras/tutores) al momento de controlar al verdadero responsable de configurar gran parte de la mente y el corazón de nuestros niños.

Existen varios estudios que confirman que los niños/adolescentes expuestos a programación violenta (se muestran 20/25 actos violentos reales y/o simbólicos por hora en una programación estándar y los menores ven la televisión de 3 a 4 horas por día, incluso 6 hs.) tienden a responder ante la frustración y enojos de forma violenta, altanera, contestando, gritando, como primer recurso en vez de conversar o llorar si algo les hizo sentir mal, como para que los demás los entiendan. Al reaccionar violentamente, nadie les comprende y reciben nuevamente retos, un círculo vicioso sin salida. Los programas simbólica, ideológica y explícitamente violentos (y aquí existe una lista interminable de dibujos/programas/shows/series/películas/videojuegos pseudo inocentes “artísticos” o “divertidos” llenos de mensajes de fondo con temas de discriminación, pornografía, bullying y demás antivalores) contienen lenguaje lamentable, contestan con burlas en cada capítulo y exponen griterío de contenido vacío, superficial y violento.

Es necesario como nunca antes fiscalizar y analizar qué tipo de información estamos dejando entrar a la mente de nuestros hijos (y a la nuestra también al tolerarlos). Por otro lado, si el niño tiene problemas conductuales, es prioridad también fijarse en los programas que consume, ver con quién se está identificando, a quien admira, la conducta de quien quiere reproducir o si tiene acceso a canales prohibidos, ya que muchas veces quedan absortos y sin armas con las que defenderse ante la artillería pesada de pornografía y violencia que se puede ver, por ejemplo, desde un celular en YouTube.

Tenemos que entender que la necesidad (y atender la compulsión) de ver contenido violento o impresionante es un mecanismo de defensa. Podríamos elegir como sociedad emitir solo contenido positivo y educativo en los medios, pero parece ser que los utilizamos como purgatorio de nuestra realidad. Cuanta más violencia se consume, más violencia se puede soportar. Cuanta más violencia se puede soportar, menos sufrimiento se puede sentir. Los sentimientos de empatía, lástima y compasión se atrofian y a veces, quedan anulados y esto, da una sensación de superioridad y por ende, temeridad. La desensibilización es un ejercicio de entrenamiento para soldados que deben ir a la guerra y hoy día  en cierta medida, les estamos haciendo lo mismo a los niños ¿Para cuál guerra los estamos preparando? La exposición tan gráfica de violencia desensibiliza ante el dolor ajeno y al ver ejemplificadas en HD, 4k las fantasías de agresión provoca un modelo de convivencia poco solidario y en algunos casos violentos, reproduciendo lo que se ha visto como referente, lo que explica quizás la barbarie en la que vivimos hoy día como causa y efecto.

Tres consejos:
1)Preocuparnos seriamente si la televisión es más grande que la biblioteca de casa
2)Preocuparnos si el tiempo que dedicamos a la lectura y compañía con los chicos es menor que las horas de zapping
3)y preocuparnos si el niño habla como dibujito animado o acento foráneo.

Podemos evitar que el azar del control remoto, actúe como ruleta rusa, ya que una sola escena violenta puede aniquilar la inocencia o precipitarlos hacia una realidad inconcebible que puede derivar en depresión, pesadillas o síntomas más graves, como la conducta violenta. Debemos despertar a los niños de esta anestesia emocional, apoyando programas de contenido basado en los derechos de la infancia y buscar que la televisión y las redes sean herramientas educativas y la extensión de nuestro deseo para el contenido emocional de futuras generaciones.

Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicóloga

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