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No fue culpa tuya, ni tampoco mía

 

Duelo en la separación de pareja

“Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca” (Carl Gustav Jung)

La separación de pareja es uno de los tantos duelos por los que atravesamos todas las personas alguna vez en la vida y es un proceso que desencadena el sentimiento de pérdida, de duelo. Pero no todos sufrimos de la misma manera, basta con ver cómo tramitamos la pandemia y las diferentes secuelas que esta experiencia ha dejado en las personas; algunos quedaron con fobias, miedos, ansiedad, pero otros pudieron potenciar talentos, desarrollar la solidaridad y fortalecerse emocionalmente. El duelo tiene diferentes etapas y pudimos acceder al conocimiento de alguno ellos en unas clases magistrales con las músicas de Shakira. En Monotonía podemos ver como argumento a la negación y a la tristeza, la cual necesitamos para curar las heridas y recuperarnos de la pérdida,
llorar nos habilita a estar vulnerables y eso es bueno porque no podemos estar en guardia todo el tiempo, es más, existen estudios científicos que confirman que “llorar hace bien” ya que la composición química de las lágrimas tienen cortisol, serotonina entre otros, que ayudan a regular el estado emocional, así, la sabiduría del cuerpo nos dice que, si tenemos hambre, comemos y si estamos tristes o furiosos, lloramos. En Sesion#53, se ve claramente a la ira y la a rabia en todo su esplendor, ambas emociones normales y adaptativas que nos ayudan a defendernos de una traición, de una decepción y nos da la fuerza para terminar con la relación toxica, sacando los trapos al sol y haciendo incluso un mea culpa, para no tener siquiera una mínima oportunidad de volver atrás. Aparecen las recriminaciones, las querellas y todos los recursos posibles para poner un límite al otro, pero, sobre todo, a nosotros mismos.

Las pérdidas nos transforman, nos cambian el ADN emocional, a través de un proceso que es inevitable transitar, el duelo. Lastimosamente no existen atajos para superarlo y por más que algunas personas sepan hacer en el duelo sublimaciones artísticas como novelas o músicas que desde tiempos inmemoriales hablan sobre el despecho, la traición o el desamor (y facturar en vez de llorar) el camino es el mismo para todos, ricos y pobres, anónimos o famosos, reyes o plebeyos, pero así también lo es la meta, la cual es volver a empezar y tratar de no detenerse en las etapas de rabia, melancolía o tristeza, que si se prolongan en el tiempo, pueden bloquear las formas normales de disfrutar la vida, porque nos hemos instalado en un goce masoquista de quejas y rencor y nos privamos de mirar más allá de nuestro dolor, lo cual es un rasgo incluso narcisista.

Cuando aparece la rabia como arma de defensa para soportar la vulnerabilidad en la que nos deja tanto dolor, a veces podemos pasar de victimas a victimarios, a través del escarnio público. Con la tecnología se han perfeccionado las amenazas de este tipo y aparecen los chantajes con fotos o mensajes que guardan las personas que sospechan o están preparadas para la traición, pero más allá de todo juicio o critica a quien quiera vengarse o a quien lo haga a los cuatro vientos, este tipo de dinámica toxica envenena no solo a quien va dirigida la venganza, sino que también a uno mismo, porque nos impide pasar página y seguir adelante, pero, nadie sabe cómo va a reaccionar ante una situación de traición o decepción, por eso es importante conocerse a uno mismo, buscar apoyo en especialistas, lecturas, conversaciones, historias, o en formaciones que nos inviten a reflexionar antes de tomar medidas automáticas en situaciones de tanto estrés porque después, en frio, podemos arrepentirnos.

Tiempo de reorganizar la vida, invertir amor en uno mismo

Es normal en esta etapa hablar, rumiar sobre el tema, muchas veces compulsivamente. Estamos perdidos y no sabemos qué hacer. Todavía más si es que el ex o la ex, ya encontró pareja y el mejor recurso para soportar esto recae en la comparación, en donde las alegorías entre marcas de autos, relojes o edad, no son más que formas de sentirse valioso/a, pero en realidad nadie elige a nadie por el valor mercantil que tenga, sino porque el amor es un fenómeno difícil de explicar y entender y a veces quizás, lo mejor sea aceptar que el otro simplemente se enamoró y que no lo hizo por maldad o por canalla, sino porque fue inevitable, a menos que el patrón de conducta de dicha persona sea traicionar, ahí estamos hablando de una neurosis bien instalada y no de un azar de cupido.

En este momento donde la decepción y el desamor acompañan el día a día, es como que el tiempo está detenido y todo está desorganizado. Luego, alternamos los sentimientos con esperanza y desesperanza, necesitamos encontrarle sentido a nuestra pérdida. La siguiente etapa es la integración de la pérdida y el dolor. Si hemos podido vivir el duelo en toda su intensidad, empieza el periodo (tan anhelado) de la aceptación de la realidad y la recuperación del bienestar físico y psicológico. Esta etapa es la más importante. Es aquí donde arribamos luego de muchas noches en vela, pensando que hacer y muchas personas llegan a esta instancia justamente con la decisión de la separación, ya que, para tomar la decisión de separarse de la pareja, tuvo que haber pasado mucha agua bajo el puente y, por lo menos, aunque todavía juntos, aceptado que una relación no da para más.

Para poder trabajar en hacer un duelo dentro del proceso normal es necesario convertir el problema en algo normal, por el que muchas personas pasan y facilitar la expresión de emociones, ponerle palabras al dolor, ya que hay muchos tabúes detrás de una separación de pareja inclusive hoy en pleno siglo XXI. En primer lugar tenemos miedo por los hijos ya que existe un prejuicio en decir y afirmar que es dramático escuchar las historias de hijos de padres separados, pero sin embargo, muchas veces es mucho más dramático escuchar la historia de hijos de padres que continuaron juntos pero en una pésima relación comunicacional, donde para aparentar la “normalidad” apenas se hablan o conviven sufrientes o amargados por años y obviamente los hijos de padres que siguen juntos pero mal, entienden que la falta de comunicación, la indiferencia y el desinterés son sinónimo del funcionamiento matrimonial o de pareja común. Si bien el medio ambiente y los modelos que vemos al crecer nos condicionan, si pudimos entender y aceptar la individualidad de cada ser y sus circunstancias vamos a poder despegarnos de las repeticiones de historia que pueden perjudicar nuestra felicidad y crear nuestra historia tomando como referencia la experiencia de los demás y no el mandato de hacer lo mismo.

El duelo de una separación de pareja es un proceso normal de la vida. La mayoría no necesita ayuda profesional ni un Grammy para superarlo. Pero siempre necesita de una contención familiar y de las amistades, retomar alguna pasión, un camino espiritual o intelectual para que el tiempo pase de la forma más positiva y a la vez productiva posible. En esta etapa es importante identificar algunas formas de reaccionar que señalan la evitación de dolor como algo patológico. Por ejemplo, cuando una persona evita el duelo y la aceptación de lo que está pasando, para evitar el dolor. Estas personas quieren ser admiradas por tener fortaleza emocional, “se hacen los fuertes” los fríos más si son personas exitosas y su orgullo se ve mancillado ante la traición del otro, a estas personas les suele costar más desapegarse del rencor. Otros son aquellos que quedan en la etapa del dolor, de la aflicción; entran en depresión, no comen, no duermen y no se dejan ayudar. Si es una persona que no sabe expresar sus emociones, pueden caer en adicciones, somatizaciones, también si es una persona competitiva, independiente e incapaz de soportar que se le ayude y cuando la persona tiene un historial de pérdidas que no pudo elaborar, pueden caer en el pantano del duelo sin salida; victimización o resentimiento, un duelo sobre otro.

En la separación es importante restaurar nuestra autoestima, es necesario invertir toda nuestra energía en nosotros mismos, en reorganizar nuestras vidas, una nueva identidad, pensando solo en nuestro futuro y no en tratar de rescatar algo que estaba perdido ya por mucho tiempo. Empezamos a reconocernos, a amarnos nuevamente, disminuye el dolor y restauramos el narcisismo quebrado. Podemos recordar el pasado con cariño o no, pero, como una experiencia. Si no vivimos este proceso según este camino, pueden aparecer síntomas físicos y sensación de vulnerabilidad frente a otras perdidas y el miedo a ser feliz nuevamente. Nada más humano que las perdidas, pero también nada más humano que amar y si el precio a pagar por amor, es una dosis de sufrimiento, bien vale la pena ese precio.

 

 

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