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Una felicidad deprimente


“A menudo es preferible una falsa alegría a una tristeza. cuya causa es verdadera” René Descartes 

Comprendiendo los extremos de las emociones: El trastorno bipolar 

Si pudiéramos diagnosticar con una patología la época en que vivimos, el trastorno bipolar nos viene como anillo al dedo. Una sociedad "maníaco depresiva" viene gestando un carácter ambivalente en las personas, donde a través de los medios de comunicación se consumen argumentos donde las emociones son extremas. De la euforia al llanto fácil, de las peleas agresivas a la redención emotiva. Existe un morbo atractivo en la humillación, en una supuesta "expresión" de los sentimientos mas bajos como algo "bueno" engendrando "sincericidios" en cadena que solo transmiten anti valores y una personalidad descontrolada que es capaz de gritar o faltar al respeto al otro. El chismerío viralizado en redes sociales como acto democrático, y esta costumbre prejuiciosa, condenadora, vino a instalarse cual virus Troyano para infectar y modificar valores. Por otro lado, compramos la felicidad en "cajitas desechables" y la satisfacción inmediata trae consigo más y más necesidades. Por otro lado, no evidenciamos lo obvio porque lo que evitamos con las maquinas y la tecnología, son los procesos, el paso a paso, y éstos anteriormente, nos hacían sentir útiles, mientras que hoy día hasta el recurso humano es innecesario y desmeritado, las maquinas lo hacen todo y mucho mejor. El vacío, la soledad y el aburrimiento, son sentimientos paradójicos de una sociedad que lo ofrece "todo" pero que a la vez, satura el deseo. Creer que si obedecemos a un mandato social "aceptado" (sociedad de consumo) encontraríamos la felicidad porque "ellos saben" cómo podemos estar felices (a la moda, con el ultimo smartphone, joven, flaca, etc.) Es una ilusión, y así, vivimos en función al reconocimiento externo, infieles a lo que somos y queremos realmente. Por si fuera poco, la industria farmacéutica, a tal efecto, ofrece un arsenal de psicofármacos, antidepresivos y energizantes, que también anulan o embotan la personalidad y ya miles de personas se auto medican sin saber de los serios efectos secundarios. Además las drogas y el alcohol, anestesian las sensaciones que ni siquiera sabemos ni nos cuestionamos por qué sentimos. Así, no es raro que el trastorno bipolar sea constante motivo de consulta actual. 

Para el psicoanálisis, en la manía, a decir de la psicoanalista Alice Miller "la grandiosidad es un auto engaño". Para entenderlo mejor, sentirse “grandioso” es un mecanismo de defensa para soportar el dolor, la inseguridad y descubrir este dolor, es necesario para comprender lo que nos pasa. Dice Miller “el hombre grandioso es admirado en todas partes y necesita de esta admiración, no puede vivir sin ella. Tiene que realizar con brillantez todo lo que se proponga, y es capaz de ello (pues precisamente no intentara hacer otras cosas). También él se admira a causa de sus atributos: su belleza, inteligencia, talento, y también por sus éxitos y rendimientos. Más pobre de él si algo de esto le falla: la catástrofe de una grave depresión se vuelve entonces inminente. En general nos parece natural que las personas viejas o enfermas, que han perdido mucho, o bien las mujeres menopáusica, por ejemplo, se vuelvan depresivas. Pero no suele tenerse en cuenta que también hay personalidades que pueden soportar la perdida de la belleza, salud, juventud o de algún ser querido, con duelo, pero sin deprimirse. Y a la inversa: hay personas con grandes talentos que sufren graves depresiones ¿Por qué? Porque uno está libre de depresiones cuando la autoestima arraiga en la autenticidad de los sentimientos propios y no en la posesión de determinadas cualidades. El colapso de la autoestima en el individuo “grandioso” nos muestra con toda claridad cómo, en realidad, ésta pendía en el aire, colgada “de un globo”. Sin terapia el grandioso no puede renunciar a la trágica ilusión de confundir admiración con amor. No pocas veces se dedica toda una vida a esta sustitución, mientras las verdaderas necesidades de respeto, de compresión y de ser tomado en serio que sentía el otrora niño no pueden ser comprendidas ni vividas conscientemente, proseguirá la lucha por el símbolo de amor”. El estado maniaco causa tanta angustia porque depende de funciones y rendimientos físicos, intelectuales, emocionales reales, que pueden fallar en cualquier momento, y cuando esto sucede, aparece el envés de la grandiosidad, la depresión con la misma intensidad con la que se sintió la euforia. En un estado patológico, el maníaco, busca desesperadamente vivir la vida al máximo, apasionadamente, habla sin parar, hace todo lo que no hizo en el trabajo, es creativo, quiere repetir las experiencias, no se sacia nunca, por ejemplo con las comidas, alcohol, drogas, sexo y dinero. Es como que trata de vivir tan aceleradamente su vida en solo 24 horas. Vive al límite, desafía a la muerte, el sentimiento eufórico da una sensación de poder que no reconoce los peligros. Vivir con un familiar bipolar puede ser de lo más doloroso porque la incertidumbre es el día a día, la confusión, la manipulación, las falsas expectativas y promesas. Tienden a menospreciar a todos porque, por supuesto, él se cree lo máximo. Además se vive con una constante esperanza de cura (de una enfermedad crónica) porque la persona que toma medicamentos puede decir y convencer a los demás que “se siente mejor” que ya no necesita remedios y que puede controlarse. 

Convivir con una persona afectada por un trastorno en el área de la mente causa mucho estés y también es muy penoso para el afectado. Por lo tanto es imprescindible para ambos evitar los estados extremos de manía y de depresión. Quizás lo más difícil de comprender para el familiar y para el mismo paciente es que tanto la manía como la depresión, son producto del mismo trastorno neuroquímico y de la repetición de un circuito conductual inapropiado. Ninguna enfermedad ni física ni psíquica es posible de ser entendida y controlada en un sólo nivel. Siempre hablamos de un trastorno: bio-psico-social. 

El envés de la grandiosidad, la depresión, se encuentra presente en muchísimas neurosis como; en la histeria, la neurosis obsesiva, las fobias, etc., pero como tal, la depresión, en psiquiatría es un cuadro bien definido, pese a que no hay criterio unánime, ya que se habla de depresión mayor, menor, endógena y reactiva (causas externas). Hoy día, a cualquier efecto decimos “esa persona tiene depresión”, y eso es peligroso porque en primer lugar, si realmente es endógena, debe recibir medicamentos, ser vigilada por riesgo de suicidio, quizás ser hospitalizado, porque resiste a los argumentos lógicos y de terapias. Pero si es la otra depresión, la reactiva, es porque es una reacción a un problema real, y por lo tanto, es abordable con dialogo. Alice Miller, dice sobre la depresión "es un síntoma directo de la pérdida del Yo" que consiste en renegar, rechazar o ser indiferente de las propias emociones y sensaciones. Este rechazo, dice, "es la adaptación necesaria por miedo a perder el amor durante la infancia. De ahí que la depresión remita a un trauma muy temprano. Ya al principio, durante la lactancia se produjo una perdida de ciertos ámbitos afectivos que hubieran conducido a la formación de una autoconciencia (conocimiento del Yo) estable. Hay niños a los que no se les permitió vivir con libertad sus sentimientos más tempranos, tales como el descontento, la ira, los dolores, la alegría ante el propio cuerpo e incluso la sensación de hambre. A veces se oye a madres contar con orgullo que sus bebes han "aprendido" a contener el hambre y, distraídos con halagos, esperan tranquilamente la hora de la comida. Hay adultos con este tipo de experiencias infantiles, que nunca saben a ciencia cierta si tienen hambre o "solo imaginaban tenerla", y sufren de miedo a desmayarse de hambre". 

Es decir, si desde chicos fuimos anulados o manipulados, no nos comprendieron o tuvieron paciencia para sentir lo que sentíamos (ejemplo rabia) creceremos si saber identificar nuestras emociones y sentiremos en función a lo que mama nombro como conveniente para ella y no lo que me pasaba, por ejemplo, si el bebe lloraba porque quería estar upa con su mama, pero esta por deseos de hacer otra cosa, le daba de comer, le distraía con otra cosa, fácilmente en un futuro confundiremos la necesidad de amor y contacto con alguien, con deseos de atiborrarnos de comida, pues así se nos "nombro" el amor y se satisfizo la necesidad de contacto con mama. Además si sentimos como quiere "mama" y en función a que ella no se enoje o nos deje de amar, esto se traslada a la actualidad a todas las personas a quienes amamos, y si algún día queremos decir "no puedo hacer esto por vos" pero eso implica que la persona nos deje de querer, vamos a sacrificar lo que sentimos en pos de ese amor, así somos eternas marionetas muy eficientes y fieles con los demás, pero traicioneros de nuestro Yo, viviendo una existencia hipócrita con nosotros mismos, que es todo lo contrario de la autenticidad y felicidad con uno mismo. Reconocer esto con terapia podría liberarnos y conectarnos con nosotros mismos. Por eso, el solo hecho de registrar cuando sentimos un malestar, tristeza, o una alegría desconcertante o "deprimente" nos puede ayudar a saber lo que NO es nuestro verdadero Yo y quizás por lo menos, empezar por allí a reconocernos y saber con qué “Yo” nos estamos manejando y conectarnos con nuestros deseos, asumiendo las consecuencias de los mismos, sin miedos. 

Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicóloga

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