“No conozco la clave del éxito, pero sé que la clave
del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo” Woody Allen
Cuando decimos que en
la vida no se puede todo y que nadie es perfecto, esto incluye a todas las personas, no solamente a los
simples mortales vulnerables que somos la gran mayoría. El claro ejemplo es que
¡Ni siquiera el Papa Francisco lo pudo todo! Lo que ocurrió al final de su
recorrido por nuestro país, en esa despedida agridulce, fue una lección de
vida; ni siquiera el representante de Dios mismo en la tierra pudo quedar bien
con todos. Ni siquiera la logística Suiza fue infraestructura imbatible para
ser perfectos. Ni siquiera teniendo las mejores intenciones, pudieron escapar
de los infortunios ni de las vicisitudes externas que nos recuerdan cuan
frágiles somos y lo lejos que estamos de ser ese ser humano perfecto y libre de
criticas o vacilaciones que pretendemos sostener. NADIE queda exento al
malestar y a las críticas, ni siquiera la
persona más buena del mundo. Pero, a pesar de los ejemplos y las evidencias,
muchas personas siguen creyendo (neuróticamente) que lo puede todo o por lo
menos que tienen que poderlo. El neurótico
cree que puede tenerlo todo y que se merece todo y que puede quedar bien con
todos y además hacer lo que él quiere, sin pagar las consecuencias. Este
pensamiento omnipotente tiene un origen infantil, una incapacidad de soportar
las frustraciones y la idea de que se es todavía ese ser todo perfecto y justificable que fuimos en algún momento para nuestra
madre. Pero, en ese inalcanzable se originan muchos síntomas de los cuales
padecen algunas personas que acarrean consigo “este síndrome del omnipotente”
que son; el deseo de perfección, como en el trastorno obsesivo compulsivo,
trastornos alimenticios, síndrome de burnout o estrés laboral, complejos
personales que lo dejan en estado de pánico, entre otros.
Es notable el aumento que tuvieron las consultas por depresión
y ansiedad en nuestro país, el año pasado consultaron 72.000 personas en total
en psiquiatría y psicología. Los cuadros de ansiedad se producen por estrés
laboral, problemas personales, situaciones de violencia y presiones de todo
tipo, donde la persona se encuentra sobrepasada. El aumento de casos de
ansiedad en nuestro país y el mundo se deben a estas fantasías de omnipotencia,
ya que las personas experimentan demasiada presión y la tensión termina por desatar
algún trastorno o ataque de pánico y en los meses primaverales donde las personas
que no soportan no cumplir con las expectativas y estándares de belleza, también
se sienten presionadas, deprimidas y subvaloradas. Y todo esto ¿a precio de qué
y para quién? Para llenar las expectativas de ese ideal del Yo que nos exige la
perfección que considera socialmente aceptable, en fin, para sentirse amados.
Reconocer
que queremos poder y mas poder (nunca menos) no es fácil, porque se supone que
el poder esta asociado a las personas que necesitan someter a los demás para
lograr sus objetivos, controlar y subordinar, ser egoístas y competitivos.
Pero, aunque no lo podamos detectar a simple vista, podemos identificarlo en
las actitudes que tenemos y esto es interesante registrar para ver si
necesitamos poder o control sobre las cosas de forma racional o como argumento
de vida. Pensamos que la forma de salir adelante es ser eficiente y perfecto en
todo. Pero, salir adelante no es lo mismo que nunca pedir ayuda, no es lo mismo
que no permitirse fracasar, ya sea en el estudio o en el trabajo, en la pareja
o en la familia y quizás, por un consenso social o condiciones socioculturales,
esta generación considera que es una vergüenza cualquier tropiezo en la vida y así,
prefieren aparentar ser antes que ser
auténticos, no sin sus consecuencias psíquicas y emocionales. Lo que no saben
es que la única forma de salir adelante solos es cuando dejen de estarlo, ya
que mi yo especular, las falencias que tengo, no las puedo ver si no me vinculo
con el otro y si no se pedir ayuda. La arrogancia de quien se considera todopoderoso, inmancillable y perfecto,
termina carcomiendo emocionalmente hasta formar un escudo con el que solamente se
esconde una verdad, la necesidad de amor.
Mientras
estemos sedientos de amor y reconocimiento, siempre caeremos en el error de
juicio de creer que necesitamos poder y control para que los demás nos respeten
y admiren. Mientras sea difícil aceptar que en la vida no se puede todo y que no podremos escapar de que alguien nos
critique o que alguien nos aborrezca, y que no podemos caerle bien a todo el
mundo, nunca será suficiente el esfuerzo y empeño que le pongamos a algo,
siempre habrá algo del orden de lo real, algo del orden de lo azaroso, de lo
inconsciente que nos terminará evidenciando como seres errantes y humanos,
imperfectos y fallidos y que no vamos a poder controlarlo todo, ni siquiera (o
mucho menos) a nosotros mismos si no nos dedicamos a conocer y cultivar nuestro
Yo interior, el espíritu.
Por
otro lado, entender que no hay posibilidad de escapar de la realidad que
sentencia que; “para ganar algo siempre hay que perder algo” y que esa es una
ley de vida tan simple como dolorosa, pero que si sabemos aceptarla vamos a
saber elegir aquellas cosas realmente importantes, que ameritan perder otras
para ganarlas; elegir la familia por sobre la superficialidad, el amor por
sobre el orgullo. Quizás solo así podamos llegar a entender aquella enseñanza
de Jesús, cuando dio su otra mejilla, demostrando que la verdadera omnipotencia,
es la paz con uno mismo, porque, ¿Qué se puede hacer ante semejante acto de
humildad? Absolutamente nada, ante el amor, estamos desprovistos de armas.
Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicóloga
gabrielacascob@hotmail.com
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