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Encontrar una pasión; el secreto de la vida








“En ningún sitio aprendí tanto de mí y de los demás como en una cancha”- Valdano ex futbolista y DT

En la película “El secreto de sus ojos” el investigador Pablo Sandoval (Guillermo Francella) descubre como encontrar a un criminal a quien están buscando hace mucho tiempo. La idea se le ocurre a partir de un cuestionamiento personal sobre qué es lo que le empuja a ir a este bar todos los días de su vida, donde solo va a emborracharse, discutir y pelear, luego tener problemas en casa y a pesar de todo, lo hace una y otra vez, porque según el, es su “pasión” y “una pasión no se abandona” (a pesar de todo) y sea esta buena o mala. Así, considera que de la misma manera, el criminal a quien buscan, a pesar del riesgo de ser encontrado, no va a faltar por nada del mundo al clásico de su equipo de fútbol favorito. El investigador dice; “el tipo puede cambiar de todo, de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios, pero hay una cosa que no puede cambiar, no puede cambiar, de pasión” refiriéndose al fútbol. Efectivamente ese domingo, lo encuentran en la cancha. La pasión, es esa adicción emocional (tan intensa como una real) que tenemos hacia algo, alguien o alguna actividad, que nos lleva a preferir una cosa a otras, a asumir las consecuencias de un deseo y a jugarnos al todo o nada por eso. Es ese afecto que nos impulsa a actuar de forma irracional, a veces, anulando la voluntad, dejándonos en un lugar pasivo, arrebatados por las emociones, sin espacio para el razonamiento, como cuando estamos dispuestos a dar la vida por un amor, o por el odio (o por la ignorancia), las tres grandes pasiones del ser humano según el psicoanálisis; amor, odio e ignorancia. Sabemos lo que pasa cuando estamos apasionados por amor; es una fuerza capaz de realizar proyectos, superar obstáculos, miedos y prejuicios, cansancios y distancias. Cuando estamos apasionados por el odio; somos capaces de las más crueles barbaridades. Y la pasión por la ignorancia, se refiere a la pasión por ignorar ese “saber que sabemos”, pero que no queremos aceptar, o aplazar la introspección personal, culpando a los demás por aquellas cosas de las que no nos queremos hacer cargo. La pasión, en sus formas positivas y motivadoras y en sus formas negativas y perjudiciales tiene la misma intensidad. Tener una pasión es como arrancar con un motor V8 y dirigirse hacia el objetivo a toda velocidad. Algunos la buscan hasta encontrarla y otros se pierden en ellas.

Actualmente existe como una idealización con respecto a “tener una pasión”, un imperativo por sentir pasión por lo que uno hace. La creencia es mas o menos así, “si sentimos pasión por aquello que hacemos, no estaríamos siquiera trabajando y quienes la descubren, son exitosos”. Probablemente esta idea surge de lo que vemos en el mundo de las celebridades, donde deportistas, artistas, y profesionales, triunfan habiendo empezado sus carreras motivados por una “pasión”. Pero el éxito, a pesar de haberse iniciado con una pasión, sigue siendo 1% de inspiración y 99% de transpiración” disciplina y constancia. Lo cierto es que no todos saben cual es su pasión, o los que tienen una, no saben como manejarla y economizarla, para poder sacarle el provecho deseado, pero los que encuentran su pasión, ya sea en el deporte, el arte, la ciencia o la religión, transcienden esa “insoportable levedad del ser” y encuentran un sentido en su vida, que permanece en el tiempo, en la memoria y en el corazón. 

La definición técnica de pasión es: la acción de padecer (sufrimiento), sentir una emoción o sentimiento, definida como intensa y que engloba el entusiasmo o deseo por algo. Muchas personas son testigos de esta sensación, ya que a pesar de estar “sufriendo” mientras, por ejemplo, ven un partido, o hacen un paso de ballet extremo, se exponen voluntariamente a esta actividad “dolorosa”. Pero ¿Como se entiende que uno busque “padecer” por algo? Y es que la pasión cuando va más allá del goce, aparece como sufrimiento. La pasión tiene que ver con la forma en que regulamos nuestro goce y cada cultura, cada sociedad, cada persona según su subjetividad e historia tiene su modo particular de regular la forma en que disfruta de aquello que le gusta. Economizar el goce en la medida justa requiere de mucha templanza, una virtud que se enalzaba en la antigua Grecia, ya por las consecuencias que acarreaba el llegar mas allá de placer, que en su máximo nivel, perjudica, envenena. Por ejemplo, cuando vemos a jugadores que no pudieron regular este plus, hablamos de Maradona, que fue seducido por los excesos de la fama, la pasión por el reconocimiento, mas allá que por el fútbol, o vemos a Messi que tiene arcadas antes de cada partido, quizás sobrepasado por esta presión de ser el mejor del mundo y “tener que” demostrarlo, hipotecando lo que le encanta hacer, jugar, por cumplir un rol, o vemos a Julio Bocca quien tuvo mas de 48 operaciones articulares y musculares para soportar los dolores que le causaba el ballet y así poder seguir con su carrera, o Miguelangel quien quedo parcialmente ciego al pintar compulsivamente, no podia "satisfacer" su necesidad de ver la obra terminada, por el miedo quizás a terminar aquello que tanto amaba hacer...

La pasión nos lleva a enceguecernos por aquello que ha captado nuestra atención. Podemos disfrutar de una lectura, pero cuando nos causa insomnio, va mas allá del placer y ese plus, molesta, y nos puede perjudicar y eso es lo que padecemos con las pasiones. La pasión nos arrebata la voluntad y el goce nos lleva mas allá, donde nos perdemos, sufrimos. Pero si aprendemos a reconocer nuestras pasiones y economizar la forma en que las disfrutamos y utilizamos, podemos encontrar un caudal de energía motivadora que es lo que algunos que ya la encontraron lo llaman “la razón de vivir”. Para algunos puede ser la familia, los hijos, el arte, el trabajo, el deporte, la lectura, la música, la comida, la religión, la filantropía, en fin, objetos, actividades o personas, cualquier cosa puede resultar ser la pasión de nuestras vidas y si sabemos como regularlas, cuidarlas y aprovecharlas, hemos ganado la partida.

Encontrar una pasión es como encontrar un tesoro, el encuentro con ella puede ser azaroso o de la mano de algún familiar o amigo y podemos ayudar a nuestros hijos, quienes todavía no tienen complejos o represiones muy fuertes, a abrazar la suya. Cuando vemos que tienen algún talento, o que a pesar del cansancio o la enfermedad, siguen queriendo hacer ese “algo” que les apasiona, es una señal de que encontraron su razón de vivir y como padres, tratar de apoyarlos, inclusive a pesar de no estar de acuerdo con sus elecciones, es todo un legado, porque esta pasión siempre los rescatara del vacío, sobre todo a los adolescentes. Para los niños es importante desde pequeños descubrir sus talentos, en mi experiencia, haber ido de la mano de mi padre a la Academia de Ballet de Gloria Talavera, fue algo que marcó mi vida y la de todas mis compañeras de baile. Hablar el mismo idioma artístico, la ansiedad y la expectativa de cada presentación y concurso, las ganas de mejorar y perfeccionar una técnica, hacen de este tipo de amistad algo único, diferente a todas las demás, porque compartimos una misma afinidad y entendemos lo que se siente. Además, permanece en el tiempo, ya que comprobamos cada vez en el reencuentro, después de varios años, que rememorar esa época nos trae reminiscencias tan presentes y satisfactorias como las experiencias vividas en el escenario que pisamos por la misma pasión.

Podemos probar distintos deportes, artes, manualidades, estudios hasta encontrar aquello a lo que los chicos “no quieran faltary en donde se sientan ellos mismos. La pasión no se agota durante la niñez, persiste en la juventud y en la edad adulta sigue siendo un factor de equilibrio y compensación, y si la hemos abandonado, podemos retomarla en cualquier momento, porque la energía que surge de la pasión por algo, es atemporal. Cuando los adultos hacemos aquello que nos apasiona, desplegamos el niño que tenemos dentro, porque automáticamente nos desconectamos del deber y el pensar. Las sensaciones de bienestar y alegría recargan nuestras baterías emocionales y el motor de la voluntad, fuerza y energía, recobran vitalidad. Conseguimos ese espacio propio sin la hipertrofia del intelecto en desmedro del cuerpo. Genera armonía, relaja, descarga el estrés, libera tensiones, inhibiciones y bloqueos psicológicos y todo esto unido a la sensación de conexión con pensamientos positivos hacia uno mismo y hacia los demás; libertad, espontaneidad, solidaridad, creatividad e intuición. La gimnasia y los deportes no son más que un juego con obligaciones y normas voluntariamente aceptadas. El arte y la música nos inspiran y nos sentimos profundamente originales. Es así como las pasiones tienen una doble función; son un factor de expansión y excitación, disciplina y voluntad de superarse, autocontrol y dominio de la agresividad. Y si, a través del deporte, el arte o el intelecto, se consiguen logros, esto incrementa la seguridad, la confianza en uno mismo y la autoestima.

Luego de vivir la pasión de un proyecto que ha finalizado (una obra, un festival de baile, una tesis, un mundial de fútbol, etc.) queda como un vacío emocional, esa euforia y expectativa desaparecen y la vuelta a la realidad plana, a algunas personas, deprime, pero el vacío también es un espacio donde aprender a lidiar con la angustia y nos dirá mucho sobre nosotros mismos de acuerdo a las sensaciones que éste genere y lo que estamos dispuestos a hacer luego de la obra terminada, porque el deseo es solamente “deseo de deseo” siempre vamos a desear algo mas aunque consideremos que aquello que tanto deseábamos, era lo único que queríamos en la vida.

En una publicidad de una marca deportiva, un científico loco crea los clones perfectos de los jugadores a quienes esta marca sponsorea (Cristiano Ronaldo, Zlatan Ibrahimovic, Neymar, David Luiz, Andrés Iniesta, Franck Ribéry, Wayne Rooney y Tim Howard), pero les saca la chispa humana que tiene cada uno. Tal es el éxito de estos futbolistas “modificados genéticamente” porque son “perfectos” técnicamente, como un robot, que los verdaderos dejan de jugar, se pierde la pasión y la gente abandona las canchas. Luego, jugadores verdaderos y clones, juegan una final, y el “salvador” del juego, Ronaldo “humano”, se gana a sí mismo. Esta metáfora obra igual que la realidad, ya que son estos gladiadores modernos de carne y hueso, humanos y vulnerables, quienes por unos minutos de efímera eternidad nos enseñan que gracias a que escucharon su pasión, se disciplinaron en eso porque persiguieron sus sueños, pudieron superarse a sí mismos e inspirar a los demás. Nunca es tarde para encontrar la pasión, y nunca es tarde para superarse a uno mismo.

Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicóloga
gabrielacascob@hotmail.com


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