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La enfermedad como mensaje


Enfermedades psicosomáticas 
En nuestra cultura estamos acostumbrados a desintegrar, dividir y separar las cosas o ideas para analizar parte por parte aquello que queremos comprender. Consideramos que con una observación detallada podremos distinguir exactamente los elementos que la componen y así encontrar una solución inmediata. Pero lo cierto es que existen fenómenos que si no observamos en su todo, no son lo que muestran. Por otro lado, existen diferentes tipos de lenguajes y mensajes. El lenguaje oral, escrito, analógico y digital. Por ejemplo, si estamos en una sala de espera y nos sentamos a lado de alguien y en vez de entablar una conversación, agarramos el celular, estamos enviando un mensaje diciendo al otro que me encierro en mí mismo, que me desconecto, que no se meta en mi conversación, o que estoy muy ocupado esperando, le digo que no quiero hablar. Pero si le ayudo con algo o si le paso una revista, estoy abriendo un diálogo diferente. Con esos sencillos actos no verbales, igual decimos mucho. Esto mismo pasa con los malestares y las enfermedades, ya sean nuestras o de nuestros hijos. La enfermedad es una forma de enviar mensajes, pero muchas veces, analizamos sólo los síntomas y no vemos el todo. Por lo general, el origen de un malestar tiene que ver con aquello que no podemos decir, escuchar o soportar, más aún en los bebés que no tienen las herramientas para expresar lo que les pasa. 

Según Pascual Palau Subiela, psicólogo clínico y psicomatologo de niños, en su libro La psicosomática del bebé dice “en la última década se ha producido un interés apasionado por la sicopatología del bebé, tal como lo testimonia la explosión de trabajos sobre las competencias precocísimas de éste. No hace mucho, el bebé era considerado en la pediatría como un ser pasivo a alimentar y dejar dormir. Hoy en día sin embargo se le reconoce un funcionamiento psíquico así como disfuncionamientos cuyas premisas emergen desde el nacimiento e incluso antes de este. La originalidad fundamental de estos trabajos consiste en haberse centrado sobre la interacción entre el niño y su madre y/o sus cuidadores. Elevada a un objetivo singular de la observación y de investigación, ha conducido hacia conocimientos insospechados sobre el joven bebé, que dotado de capacidades ya muy organizadas y una sensibilidad aguda, es apto para comunicarse por todos los canales sensoriales sin excepción y a provocar la comunicación”. 

Es así que no siempre una fiebre es una fiebre, los niños, que son seres todavía precarios en su vocabulario, sienten o entienden todo a nivel casi “telepático” y dicen muchas cosas cuando se enferman o se sienten mal y es allí donde no podemos ser indiferentes para poder entender qué hay detrás de los síntomas que aparecen y preguntarnos más allá del nombre de la enfermedad. Preguntarnos por ejemplo; ¿Qué tiene que ver con nosotras lo que le pasa al bebé? ¿Por qué se puso histérico? ¿Por qué no quiere comer? ¿Por qué llora sin parar o tiene tanta rabia? ¿Qué está expresando ese niño o ese bebé con su estado que expone aquello que no puedo decir yo misma? Por ejemplo, cuando un bebé rechaza el pecho materno, podríamos preguntarnos porqué nosotras estamos rechazando al bebé, o a la lactancia, pregunta casi inconcebible, o informulable y por ende inexistente, pero tan necesaria para disolver el síntoma. O cuando un niño no quiere dormir, quizas con su insomnio “nos esta rescatando”de las obligaciones con la pareja que exige tener relaciones cuando el cansancio nos supera, pero no lo podemos decir, entonces el niño somatiza nuestro problema, “nos ayuda”

Entonces, si analizamos a los bebés o niños pequeños como un todo nuestro, como un Ser que está en conexión con nuestras emociones, estados de ánimo y con nuestra energía, muchas veces podremos ayudarlos a salir del cuadro en que se encuentran, “liberarlos” de nuestras propias emociones indecibles a través de una introspección de lo que nos pasa, ya que ellos están diciendo algo con ciertos síntomas que muchas veces nos remitimos solamente a observar, medir y cuantificar como científicos para diagnosticar y curar con medicamentos. 

Si somos capaces de acercarnos a las esferas mas profundas de nuestras emociones y decir lo que nos pasa, verbalizarlo, ya sea a solas, llorando o riendo, ya sea a la pareja, jefe, familia, podremos liberarlos de esas energías. Así también, ellos podrán aprender a comunicarse de forma asertiva, pudiendo expresar sus necesidades sin estar comprometidos a las nuestras. 

A veces, no solamente están “expresando lo que nos pasa”, dejando de lado todo lo que a ellos les pasa como seres indefensos, sino que también pueden estar buscando atención, amor y tiempo, ya que al enfermarse, están mas tiempo con mamá. Ni todos los medicamentos o tratamientos pueden ofrecer un alivio tan grande como un abrazo, o tan solo estar a lado de la persona que se siente o “enferma” de soledad. Es necesario aclarar que no solo los niños envían este tipo de mensajes, sino que los adultos también buscamos amor enviando mensajes S.O.S ya que a veces, enfermarse es la única manera de conseguir atención. 

No existen certezas de que las enfermedades sean puramente orgánicas o psicológicas, son un todo y no solo los hijos buscan cariño enfermando. Existen adultos que de la única forma que encuentran que sus parejas o familia les atiendan o les den amor y tiempo, es enfermando o accidentándose. Parece ser que si la persona está triste, desamparada o llorando, el otro se conmueve y le da lo que busca, amor. Lastimosamente esto refuerza una conducta negativa y hay personas que enferman o se accidentan más que otras, quizás por el refuerzo positivo que encuentran siempre que estén desvalidos, ya que tampoco saben pedir, ni recibir amor en otras circunstancias, solo que todo esto implica un esfuerzo y un desgaste riesgoso muy alto que a veces hasta puede costar la vida. Estas personas están acostumbradas a la búsqueda del reconocimiento a través de lo trágico. Uno de los principales motivos de esta forma de relacionarse es la carencia afectiva infantil. 

El síndrome de la carencia afectiva es el principal factor que construye una personalidad sometida a enviar mensajes incomprensibles. En el ser humano el amor es un componente principal para la maduración física y emocional. La carencia afectiva infantil de los primeros años de vida crea personas con síntomas clínicos, somáticos, afectivos y conductuales. La falta de afecto maternal en casos extremos, puede desarrollar en el niño un carácter de ambición afectiva desmedida y miedo de perdida o de ser abandonado. Esto puede darse si realmente la madre fue indiferente con el o si se sintió como tal. El niño está tan desesperado de encontrar un mensaje, una señal de afecto, que se desgasta en la espera permanente de que alguien le sature de atención para poder sentirse seguro. Esta carencia es un mal que no solo afecta a los niños, sino que a todas las edades. 

Hoy día, estamos acostumbrados a escuchar que la familia esta en crisis, que los padres fallamos, que las madres no estamos tantas horas con bebés y niños y todo esto nos llena de culpa. Cuando podamos dimensionar que somos un todo, bio-psico y especialmente social, vamos a entender que no vivimos en una burbuja, que interactuamos todo el tiempo y que si vivimos en una sociedad “enferma” tampoco podremos estar muy sanos. La sociedad exige mucho a los adultos y los niños no tienen espacios seguros ni acordes a sus necesidades. Por lo tanto los padres no somos los únicos culpables de ciertos síntomas y enfermedades que escuchamos todos los días, quizas tengan mas que ver con esta falta de conexión que genera la urgencia del tiempo. 

En la medida en que las personas crean que son ellos los que fallan en el amor quizas la culpa genere estilos de crianza donde la permisividad extrema sea igualmente dañina que los límites o la indiferencia. Si decimos que la familia es el núcleo de la sociedad es evidente que no puede quedar liberada a la improvisación, ya que en ningún lado aprendemos a ser pareja ni padres, que es lo que la mayoría será. Mientras la sociedad donde vivimos, crecemos e interactuamos se rija por un sistema enfermo de ambición, individualismo y superación a través de solamente tener más dinero y poder, no vamos a poder construir un lugar sano donde la familia sea un valor que trascienda contingencias sociales, porque la familia se rige por el código del amor.

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