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Semana santa, sin dualidad


“Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios, basta”
Santa Teresa de Jesús

Es tiempo de cambiar de dial, pero pasar de una “frecuencia” a otra, puede resultar confuso al momento de intentar coincidir con una cultura que hipotecó sus costumbres y tradiciones religiosas, por falsas celebraciones ya instaladas en estas fechas. La Semana Santa en la actualidad, para algunas personas, perdió el concepto y sentido trascendental de la introspección, la meditación y la reflexión individual y familiar y prefieren tomarla como un feriado más, donde continuar con el recreo heredado de las vacaciones. Esto sin importar la religión que se tenga, vivimos en una sociedad y país altamente religioso, que festeja y respeta este tiempo, al cual también nos sometemos, querámoslo o no, quienes no practicamos esta religión. Para los practicantes de la religión católica, reestablecer su importancia, es volver a significar estas representaciones, que invitan al olvidado “espíritu” a ser protagonista y sacar a relucir y ejercitar sus virtudes dormidas; ayuno (físico y emocional), perdón, pasión y glorificación, actitudes que no solo cultivan valores en el alma, sino que pueden llegar a tener resultados positivos a nivel emocional y físico.
En nuestra cultura Occidental y Cristiana, durante esta semana, se vislumbran tímidos movimientos hacia lo que debería ser una procesión constante del ser humano para elevar la conciencia. La falta de espiritualidad, es la principal causa de los males actualmente desenfrenados de la civilización materialista, promotora de conocimientos preferentemente intelectuales y recreativos, eliminando así cada vez más, los débiles espacios espirituales, (cualquiera fuere la religión o filosofía que se practique) que toda sociedad necesita para trascender. Este periodo, pretende simbolizar y ejemplificar experiencias llenas de fortaleza y fe, con rituales, costumbres, tradiciones y ceremonias que acompañan toda la atmósfera mística y sagrada de la Semana Santa. Este, puede ser un momento propicio donde revisar y “diagnosticar” la riqueza o pobreza de las virtudes, para empezar el año con una frecuencia sintonizada con el interior, para integrar las enseñanzas y propósitos de aquel Maestro a quien se recuerda en estos días, quien paso penurias e injusticias, pero que de todas formas y en todo momento, permaneció entero, absoluto, sin dualidades, lo que prueba el poder de cultivar el espíritu, meditar y caminar por el sendero correcto, sin dudas.

El ser humano moderno, ha invertido tanta energía e interés en las cuestiones banales y de diversión (sana o no) que la gente en general no siente más la necesidad de elevarse por encima de las fuerzas y condiciones de su existencia material y bienestar cotidiano, ya está, ya se sienten “felices”. Debido a esta "aparente estabilidad", no hay suficiente demanda de cosas espirituales para diferenciarlas de las necesidades y requerimientos de la existencia física. En esta unidad de cuerpo y alma, el ser humano, muchas veces, prioriza uno de dos, cuerpo o alma, creando esta dualidad donde el cuerpo es protagonista principal, que seducido por los cinco sentidos, se somete constantemente a deleitarse (o sufrir) de las sensaciones del mundo que lo rodea; la naturaleza en su belleza y caprichos, las debilidades del cuerpo y sus demandas y las normas que regulan los vínculos entre los seres humanos. Así, cultivar opuestos no es extraño y surgen los conflictos; entre discrepancias subjetivas y egocentristas; lo bueno o lo malo (según cada uno), ser creyente o ateo, la teoría de la evolución de Darwin o Adán y Eva.

Todas estas polaridades, se enfrentan en discusiones estériles. Pero parecería ser que en algún momento de este siglo, luego de tantas confrontaciones, Ciencia y Religión buscan un punto, o más bien, una partícula de encuentro. Mientras miles de científicos que componen la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), intentan recrear la Creación del Universo bajo Los Alpes, buscando atrapar la “Partícula de Dios”; otros investigadores pretenden explorar, a través de la Neuroteología, cómo los estados del cerebro y del sistema nervioso pueden crear o relacionarse con la vivencia de la experiencia religiosa.

El concepto Neuroteología, fue concebido por primera vez en su novela “La Isla” de Aldous Huxley, escritor británico, para explicar esta disciplina dedicada a entender las complejas relaciones entre la espiritualidad y la actividad física del cerebro, pero fundamentalmente desde un punto de vista filosófico. Sin embargo, dos investigadores de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos; el profesor de Radiología y Psiquiatría, Andrew Newberg y el experto en Psiquiatría y Antropología, Eugene D’Aquili, aplicaron la expresión Neuroteología en la ciencia, al publicar el informe “Estados religiosos y místicos: Un modelo neurofisiológico”. Actualmente, algunos estudiosos la consideran como una nueva rama de la Neurociencia, la cual utiliza tecnologías actuales para explorar la actividad cerebral.

Durante la investigación, los científicos norteamericanos analizaron los procesos de oración y meditación de monjes tibetanos budistas y monjas franciscanas, mediante SPECT (Tomografía Computarizada por Emisión de Fotones Individuales), el cual permite registrar imágenes de la actividad cerebral. Los científicos descubrieron que en la “cumbre de la oración”, o Nirvana, durante una experiencia de trascendencia, los cerebros de ambos mostraron altos grados de flujo sanguíneo en las áreas del cerebro relacionadas con la atención, pero un bajo grado de fluidos en las áreas neuronales que conectan la mente con el cuerpo. Este método de estudio de la experiencia religiosa, permitió comprender estados subjetivos de conciencia a través de la actividad cerebral. Por tanto, los investigadores lograron conectar la experiencia espiritual con la Neurología. De alguna manera, estos descubrimientos, revelan que el cerebro esta preparado y “cableado” para conectarse con Dios, o si somos ateos, con ese sentido común, esa “partícula divina”, que conecta con la responsabilidad personal ética y esencial de la naturaleza humana para con el universo y la propia vida.

Trascender el cuerpo, enajenando la atención de sus distracciones y constantes demandas, por lo menos unos minutos por día, es un ejercicio posible a través de varias formas, todas validas y efectivas, como; la oración, la meditación, la veneración, el yoga, o toda concentración enfocada fuera del “yo” físico, conciente. Es como llegar a ser testigo del “no ser” mientras priorizamos esta tan conocida y necesaria conversación con Dios. Las personas que rezan habitualmente son menos propensas a sufrir de ansiedad y de depresión, tienden a manejar mejor el estrés y la tensión, así como sanar más rápidamente de enfermedades y responder mejor a los tratamientos, debido a que el estado anímico y cognitivo de una persona puede alterar o modificar (positiva o negativamente) la percepción que tiene sobre sus síntomas. A veces, inclusive, sanarse de alguna enfermedad o accidente de “milagro”, explicaciones que muchas veces, ni la medicina ni la psicología pueden abordar, encontrando respuestas solo en la fortaleza de la fe y el amor.

Las personas religiosas, creyentes, o con una filosofía personal bastante fuerte, dedican tiempo a su estado mental y espiritual. Estas tienden a manejarse mejor en situaciones de catástrofes y de riesgo, ya que no temen el desapego ni la perdida material, porque la riqueza espiritual les asegura fortaleza y esperanzas para no desesperar y volver a empezar de cero, como muchas personas que hoy día, tras devastadoras circunstancias casi “apocalípticas”, siguen adelante con dignidad e integridad. Por esto y mucho más, en un mundo que otorga una importante prioridad a las dualidades, es importante estar seguro y convencido del camino correcto y la forma de identificarlo, es la fe. Cuando uno va por el camino correcto, no duda si doblar a la derecha o a la izquierda. En cambio, si uno va por el camino errado, constantemente surgen las dudas, la angustia y la incertidumbre. Tomar el rumbo del espíritu y la fe, en una semana llena de energías trascendentales, es como redireccionar el curso del alma y su despertar a este habito innato, tan humano como divino. Transmitirlo a los hijos, que lejos de tener la sociedad mas sana, claman por saciar esa sed de palabras plenas, historias y ejemplos de vida, que enseñen la verdad del ser y su esencia, como fue y es la vida de Jesús.

La invitación es anual, y todos tenemos la oportunidad de recibirla, al fin es una invitación con uno mismo. Revivir y conectarse con las experiencias espirituales en Semana Santa, hoy día, quizás sea la forma más subversiva de relajarse y trascender, ya que indudablemente, estas experiencias, si se realizan con una predisposición emocional determinada, pueden producir efectos en la fisiología cerebral y emocional de cada persona, reavivando los afectos y sintonizando con la familia. Del mundo ocioso, intoxicante y ruidoso, turístico o exacerbado que se pretende instaurar en estos días, quizás también se consigan experiencias efectivas, pero llenas de dualidades y de cosechas vacías. La semilla de la fe religiosa es el sentimiento místico que une al hombre con Dios, cultivar este estado de comunión espiritual, garantiza permanecer entero e integro, ante cualquier embate circunstancial que vive el ser humano en su finita e insignificante gran oportunidad de trascender, todos los días, semanas y años de aprendizaje en esta tierra.

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