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Bullying, epidemia silenciosa


“No hay camino para la paz, la paz es el camino” Mahatma Gandhi 

La palabra en inglés “bullying” (acoso escolar) contiene la palabra “bull” = toro. A través de la metáfora “torear” la expresión no simplemente se refiere al “acoso u hostigamiento” sino que refleja la dinámica intimidatoria del agresor y la reacción de la víctima. Acosador/acosado, víctima/victimario, se mimetizan en este círculo vicioso donde el objetivo de “dar la vida en el ruedo del poder y la sumisión”, culmina en esa victoria pírrica de las proyecciones donde el hostigador fue víctima o lo será y viceversa. 


El acoso escolar existe desde siempre, pero quizás, hoy día, las “estrategias maquiavélicas” del hostigador se “perfeccionan” y estimulan, cuando directa o indirectamente aprende de la sociedad de consumo nuevas formas y modelos de violencia, evadiendo culpas y consecuencias, atrofiando el desarrollo de la estructura de valores y de sus emociones morales como; el respeto, la tolerancia, la compasión, entre otras. La pérdida del modelo patriarcal verticalista, dejó a la responsabilidad “vacante de autoridad”, dando lugar a un modelo inconsistente y pueril donde los padres, por falta de tiempo o aptitudes inadecuadas para imponerse, proyectan debilidad, burla y el niño atribuye este perfil a todos sus tutores quedando “huérfano” y sin dirección, a merced de sus estímulos primitivos y básicos donde reina la “ley del más fuerte” y el temor. En este sentido, quiero dejar claro que autoridad no es sinónimo de autoritarismo, sino de un rol, un lugar al que tener referencia y respetar, por admiración y respeto ganado, que es elúnico que sirve, no el impuesto. 

En los años 70 el psicólogo e investigador noruego Dan Olweus, padre del término, concluyó que el bullying, es diferente de la violencia que surge de la convivencia entre pares, como peleas comunes, bromas, discusiones, robos o destrozos, que se sancionan con firmas en el “libro de disciplina” y que forman parte del adaptarse a la vida posterior a la escuela. El bullying, tiene síntomas, consecuencias e intervenciones diferentes y sólo antivalores. Hoy día es considerado un problema social que se debe dar a conocer para poder abordarlo y eliminarlo, también en nuestro país. 

En setiembre del 2008 se realizó en la Universidad Americana, la Primera Jornada en Paraguay sobre “Bullying” (acoso escolar), de manos del “Equipo Bullying Cero Argentina – Grupo Cidep” con profesionales como el Dr. Miguel A. García Coto, la Dra. Flavia Sinigagliesi, la Prof. Mariana Kelly entre otros; profesores, médicos, pediatras y psicólogos. La Ministra de la Secretaria de la Niñez y Adolescencia, Liz Torres, declaró de interés nacional el evento. En abril de este año, dicha Secretaria en conjunto con el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) lanzaron la campaña “Aprender sin miedo” hasta ahora la evaluación más completa sobre violencia escolar a nivel mundial. Se enfoca en tres áreas principales: violencia sexual, castigo corporal y hostigamiento escolar. El informe muestra entre otras cosas, que niñas de sólo 10 años son forzadas a tener relaciones sexuales con sus maestros para aprobar exámenes, que cada año a nivel mundial más de 350.000.000 de niños y niñas sufren algún tipo de violencia en la escuela y que en 90 países continúan autorizando legalmente el uso del castigo corporal por parte de los maestros, y a menudo las leyes en los países en que sí se prohíben estos delitos en las escuelas, se hacen cumplir de forma ineficiente. 

Según los especialistas, Bullying se define como “un comportamiento prolongado de insulto verbal, rechazo social, intimidación psicológica y/o agresión física de un/os niño/s hacia otro que se convierte en víctima.” Los protagonistas son; además del agresor y la víctima; los demás compañeros, profesores/maestros/personal de la escuela y padres. Todos de forma directa o indirecta, por acción u omisión, cumplen un rol activo o pasivo en el hostigamiento escolar. 

La causa para que un chico se convierta en hostigador o víctima depende de muchos factores y aunque surge en todos los niveles socioeconómicos y culturales, aparentemente el hacinamiento es un factor físico detonador. La influencia familiar, por una educación muy severa o su otra cara, una sin límites. En lo social un ambiente hostil o sobre protector. La carga genética y el ambiente predisponen a un chico a la agresión; deportes violentos (boxeo, full contact etc.) videojuegos, internet, television y modelos a seguir. Muchos de los programas juveniles son tan populares e identificativos siendo la fuente oculta, la discriminación. En el caso de la víctima; el aspecto físico y la inseguridad, el trabajo infantil y maltrato intrafamiliar, exceso de culpa, entre otros. Los factores no son una consecuencia, sino una causa para el bullying. 

Los chicos son más acosadores que las chicas, acosan tanto a chicos como a chicas, con violencia física y verbal. Las mujeres que acosan lo hacen de forma más sutil e indirecta, son manipuladoras; difunden rumores y provocan aislamiento social en la víctima. Pero en ambos géneros se dan todo tipo de agresiones y la estrategia y la planificación, es el factor común, ya que la agresión no surge de forma espontánea, sino premeditada, buscando sólo la reacción de la víctima como diversión, sin vincularse con sus sentimientos. 

El agresor (bulero) es el que idea el hostigamiento y no siempre el que lo ejecuta. Es temperamental, inescrupuloso sin sentimientos de culpabilidad, con deseos inmediatos no negociables y falta de empatía interpersonal. Es o fue víctima de acoso en algún momento de su vida, dentro o fuera de la escuela. Carente de cariño, ya sea por indiferencia o permisivismo. La víctima (buleado) en general es un chico débil, introvertido, incapaz de salir de la situación que padece por sí solo. Sobreprotegido y muy dependiente de la familia. Es poco flexible y estructurado en cuanto al relacionamiento con personas que no piensan igual que él. No siempre entiende los chistes o bromas y queda excluido directa o indirectamente del grupo, quedando así vulnerable. No necesariamente debe ser “nerd” o “raro” para que sea blanco de agresiones, aunque a veces, la apariencia física, algún acontecimiento vergonzoso o dificultades al hablar, suelen provocar al hostigador. 

Los observadores silenciosos, son los compañeros que no defienden a la víctima por temor a la posibilidad de pasar a ocupar su lugar y esta inacción es otra forma de agredir. Muchos se divierten ante la humillación de un compañero. También pueden sentir que el agresor hace aquello que ellos mismos no se animan. Se produce un contagio social que inhibe la ayuda e incluso fomenta la participación en los actos intimidatorios. 

La clandestinidad es el eje principal de este manejo perverso, ya que ningún adulto se entera de la situación en la que se encuentra la víctima y si ésta pretende contar su problema, las consecuencias y amenazas se encargarán de que ni lo intente. Esta epidemia del silencio se propaga si no se detecta a tiempo y puede ser mortal. Un ejemplo conocido, es la masacre ocurrida en abril de 1999, en la escuela secundaria Columbine, situada en el Condado de Jefferson, Colorado, reflejo de lo que es capaz un chico hostigado, que deviene agresor en nombre de la venganza, “cerrando” el círculo vicioso. 

Un estudio realizado por Olweus, advierte que el bullying es la antesala de la violencia juvenil e invita a un mundo de vandalismo, alcohol, drogas y delitos. En 900 niños observados desde la etapa escolar se determinó que el 60% de los que habían sido acosadores, tenían al menos una condena judicial a la edad de 24 años. En cuanto a la víctima, tras haber sido una persona traumatizada por una agresión puede ir repitiendo los comportamientos provocados por un acoso sufrido hace años en otros momentos y situaciones de su vida afectando así a su trabajo, a sus relaciones personales, a su salud emocional y hasta a su salud física. El suicidio es la consecuencia más nefasta. 

Conocer las características de los “participantes” del bullying, ayuda a distinguir rápidamente la situación, que muchas veces, confunde a los profesores, porque en algunos casos no entienden quien es el que incita las reacciones y no se puede saber ya quien es la víctima y quien el hostigador. A veces el hostigador es “encantador” con los adultos, en muchas ocasiones, apoyado por los padres, que, desinformados, perciben a la inversa la situación recurriendo a la Ley con recursos de amparo apañando la conducta incorrecta del hijo en la escuela. Por otro lado, la víctima termina siendo blanco de las anotaciones del profesor porque ésta “reacciona mal” o por el ausentismo, síntoma principal de la víctima, que desarrolla enfermedades físicas reales causadas por la angustia y el estrés de las consecutivas agresiones. A veces es expulsado o se muda de colegio para alejarse de sus acosadores, empezando el recorrido por diferentes instituciones, muy lejos de ser la solución al problema. 

La víctima debe sentir que hablar con los adultos es seguro y que no despertará ataques posteriores, los tutores deben estar preparados e informados del delicado abordaje, ya que si se confirma que existe hostigamiento en un grupo es necesario actuar con rapidez y firmeza haciendo un corte en la cruel rutina, incrementando la vigilancia en los lugares donde se producen las agresiones como; los recreos, baños y salida, donde no hay adultos observando. Habilitar un medio de comunicación (teléfono, mail, cartas) donde realizar denuncias anónimas, es un sistema que se ha ensayado en la Argentina, teniendo en cuenta, las acusaciones simuladas. La familia debe ser avisada inmediatamente para que existan medidas disciplinarias y apoyo emocional sobre todo a la víctima quien necesita despegarse de ese rol. Fomentar en las instituciones educativas y los miembros de la misma, el conocimiento de este problema, desarrollando programas de prevención dirigido a niños de distintas edades, con el objetivo de que reconozcan las distintas formas de violencia escolar y se conecten con modelos alternativos de resolución de conflictos. 

Para combatir el bullying, lo primero es descubrirlo. Desvelarlo y romper el silencio poniendo en evidencia al agresor, ya que éste al no tener límites, día a día, se inyecta de poder ante la impunidad de sus fechorías. El abordaje no consiste en castigos ejemplares ni en satanizarlo, sino ofrecer la contención apropiada porque él es también víctima de su actitud violenta. Existen métodos para prevenir y detener el amedrentamiento y el cambio recae en todos; en los adultos, empezar por un trato involucrado y calido con los chicos en casa y en la escuela para que aprenda a valorarse y reforzar su autoestima, definir los limites y las conductas adecuadas o rechazadas, sancionar inmediatamente a la situaciones de agresión y fomentar la practica de roles positivos de cada alumno mediante la vinculación proactiva entre pares y la ayuda mutua según sus capacidades y talentos. 

Hoy en día se encuentra una explicación a todo, entonces la culpa de estos conflictos se atribuyen de acuerdo al contexto donde se desarrollan. Si sucede en el colegio, los profesores son los culpables, si pasa en el club, o en la casa, los responsables son los padres. Es “pasar” la pelota, evadiendo la responsabilidad y de esa manera, nadie se hace cargo y el chico sigue sufriendo. La premisa es ver con los ojos de un adulto que existe al amparo del crecimiento del niño, ayudándolo a salir del mundo errado y violento en el que se encuentra, para traerlo a la sociabilidad de los afectos y la convivencia pacífica. Para la víctima, apoyarlo racionalmente y nunca incitarlo a responder con agresión y violencia ya que esa actitud, solo engendra más violencia. Hacerle saber que existen derechos y una sociedad de adultos que la sustenta, donde se practique la reflexión antes que la reacción. 

Identificar los rasgos nucleares de este problema bajo la superficie de los síntomas, es admitir que para erradicar esta conducta, es necesaria la construcción de otros esquemas sociales, donde una autoridad consistente, permita mantener libre de “malezas” la mente y el corazón de los chicos. La escuela de la vida tarde o temprano, enseña que “madurar es dejar de reírse de los demás, para aprender a reírse de uno mismo” y que la “vacuna civilizadora” solo prende en un chico que se siente amado y contenido.

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