William Wallace
Estadísticas de National Geographic señalan que cada año más de 130 millones
de mujeres de todo el mundo experimentan la maternidad. Según datos del Centro
Latinoamericano de Salud y de la Mujer 2010, actualmente el 73,4% de las
mujeres que trabajan son también jefas de hogar. Cada vez hay más hogares a cargo de una mujer sin pareja, solteras,
separadas o divorciadas, con hijos.
La mujer paraguaya tiene en su historia actos heroicos y ha sido fundamento
de la reconstrucción nacional en guerras pasadas. Lo realizó con grandeza y
coraje. Hoy día, la cruzada consigo misma se debate entre ser madre y trabajar,
en un pais donde todavia parece que faltan los hombres. Este camino de dos
vías, se convierte en una encrucijada difícil de superar, pues la realidad
obliga a tomar decisiones que producen sentimientos ambiguos y mucha angustia
por la deuda que queda pendiente buscando encontrar el equilibrio interno o el
argumento tranquilizador dentro de un sin fin de excusas que nunca completan la
falta de cumplir a cabalidad ser madres al 100% , teniendo en cuenta la
naturaleza fecunda y las necesidades reales para el sustento del alimento,
salud y educación. La fusión pacifica de este dúo dinámico probablemente sea
una quimera y quizás se necesiten de “superpoderes” para no sucumbir en el
intento.
En la actualidad existen todo tipo de “fórmulas” para lograr ser “la mejor
madre”. Desde una moda para embarazadas, una selección cuantiosa de libros y
gimnasia especializada. La competencia oculta entre madres se desata desde el
día en que quedan embarazadas. El mejor perfil de la ecografía, el mejor mural
para la habitación más tierna y original. Luego la guardería y la larga lista
de espera para el mejor colegio privado. Las innumerables clases deportivas,
artísticas y el asesoramiento psicológico para que los niños tengan una
correcta “estimulación” en un mundo cada vez más competitivo. A todo este
enfoque atencional, se suma el trabajo a tiempo completo, siendo el estrés el
resultado de la ecuación madre=profesional.
El tener hijos se supone de la esencia de los seres humanos, pues existen
“mandatos sociales” que invitan y empujan a la mujer a engendrar y criar hijos.
La cultura y la religión propician este hecho, sosteniendo a la maternidad como
un ideal imperativo para la realización plena de la mujer. El hombre en tanto,
ha quedado "casi relegado" en la intervención de la procreación con
la inclusión de métodos de reproducción asistida y la clonación, teniendo que
compensar su “creación” de otras maneras, siendo ellos los mas abocados a la construcción de todo tipo, creación y fabricación de objetos y demás "partos" intelectuales y físicos que suplementan la habilidad femenina.
El instinto maternal gobierna el ADN de la mujer y en esta dominación hormonal, ésta no puede escapar del llamado, aunque razone de otra forma o crea hacerlo, a menos que tenga el tema bien elaborado y concienciado. Estudios recientes señalan rastros genéticos importantes que pueden
sustentar el mito del instinto maternal. La maternidad produce en la mujer diversos efectos; aumento
de la sociabilidad, resistencia al estrés, mejora de la memoria y la capacidad
de orientación, que facilitan su labor de protección al hijo. Encontraron que
la principal responsable de los cambios en la mujer como el “coraje maternal” es
una hormona llamada oxitocina, sintetizada por el hipotálamo, la glándula
cerebral que controla reacciones biológicas como el hambre, la sed, el miedo o
la ira. De ahí que existen historias de madres, que de forma sobrehumana,
defendieron a sus hijos o sacaron fuerzas de donde no tenían en situaciones de
riesgo.
Si bien es cierto que existe un repertorio preestablecido en la mujer que
cuando niñas juegan a las muñecas y se supone “innato” su deseo de ser madres,
probablemente este impulso no tenga que ver exclusivamente con su fisiología
sino mas bien con una imitación de la madre, ya que un niño también puede jugar
con muñecas demostrando todo tipo de cuidados maternales, hasta aprender que
esto, no le corresponde. Muchas culturas se rigieron (y se rigen) bajo el
matriarcado, siendo los hombres quienes cuidan a los niños y las madres quienes
proveen de alimento. Pero no se puede negar que existe una posición muy
diferente en cuanto al deseo de tener hijos entre hombre y mujer; para la mujer
tendencias biopsicosociales la estimulan, en cuanto al hombre, su deseo pasa
mas bien por un rasgo psicológico de descendencia, aunque tambien otros
factores emocionales y tiernos.
Pero, actualmente el “querer o desear” un hijo, es una decisión compleja en
la medida en que se observa la gran responsabilidad y renuncia que implica
vivir en un mundo individualista y egocéntrico donde solo hay tiempo para uno
mismo y para suplir las necesidades y demandas que los mandatos sociales y
consumistas exigen. Cuando las mujeres confrontan la maternidad y su profesión, la planificación
familiar resulta una necesidad ligada a su realidad. En tanto nuestras abuelas
no pensaban demasiado para traer un niño al mundo, hoy día, con el avance de la
tecnología ginecológica, los métodos anticonceptivos, la reproducción asistida,
así como la tan cuestionada despenalización del aborto, sitúan a la mujer en un
lugar inexplorado lejos de la espontaneidad, donde puede elegir; cómo, cuándo y
porqué ser madres. Son dueñas de la capacidad de “dar luz verde” o no a la
llegada de un hijo, a un mundo caótico, que a pesar de todo, aparentemente
sigue siendo "receptor de esperanzas", reflejado en un aumento de la
tasa de natalidad, ya que a través de los años, la población y el crecimiento demográfico
se ha acelerado de manera tal, que hace tan solo 40 años, había la mitad de la
población actual, que hoy día asciende a mas de 6 mil millones de habitantes.
La responsabilidad para con los hijos, es y no es colectiva. Si bien muchas
personas forman parte del crecimiento del niño; niñeras y tutores, los padres
son los principales hacedores de la evolución psicosocial y emocional de sus
hijos. Pero un psicologismo “modernizado” acomodado a las circunstancias
actuales donde el tiempo es dinero y placer, con el cuento de no “traumarlos”
la figura paterna ha perdido su rol de ley. Ya no saben "educar" o
poner limites, y esa función debe ser muchas veces mal sustituida por la madre,
lo que engendra una generación de jovenes acomodados y desorientados, porque la
misma persona que les da amor, tambien les pone limites y no hay con quien
mediar situaciones, dejando a la mujer agotada y a los niños, sin tregua. La
responsabilidad real inevitablemente recae en la mujer, que además es criticada
en función de los logros o fracasos de los hijos ya sea por falta de apoyo
escolar, hasta por la influencia de los genes por el carácter. Por ejemplo:
"claro es un vago como su tio" o "es una loca como su
abuela" deslindandose de responsabilidades.
La mujer percibe a una sociedad donde la crianza y el crecimiento en valores
filiales son menospreciados, ya que no es valorada ni remunerada y sólo se
considera prestigioso el éxito fuera del hogar. La ausencia de la figura
materna en el hogar no es sin efecto, quizás esa sea una de las razones por la
que la mujer, sobre todo si es madre, considere importante la vuelta al hogar.
El movimiento que empezó en el 2000 en EEUU y UK denominado “Home Divas” son
mujeres amantes del hogar que trabajan desde allí gracias al desarrollo de
nuevas tecnologías e Internet. En los años 80 consideraban revolucionario salir
de la casa, hoy día lo mas subversivo, es quedarse en ella. Si bien es cierto,
quizás se considere un lujo y este rol puede ejercerlo el padre u otra persona,
el vinculo único madre e hijo es constitutivo en la vida del sujeto, ya que de
esto va a depender el destino de la estructura psíquica del niño.
Por otro lado, no es lo mismo asumir el rol de madre por obligación que
involucrarse realmente con los hijos y ser mamá, es decir hacerlo de corazón y
dedicación. La cotidianeidad del cuidado de los hijos, como el mantenerlos
limpios y alimentados, no precisamente significa estar haciendo muy bien las
cosas, ni estar en contacto con un niño y sus emociones. El ser madre no es tener al hijo “impecable”, sino conocerlo. Es así como, aunque
muchas mujeres tengan en claro “querer” tener un hijo, no hacen lo que se
requiere para hacerlo sentir “deseado”. Y en esencia la calidad más que la
cantidad de tiempo compartido con los hijos, es fundamental de comprender y
practicar en la difícil fusión de madre y profesional sin pasar al extremo de
las exigencias.
A partir del movimiento por los derechos de la mujer y su lucha por
equipararse al hombre a nivel laboral y profesional, más que emparejarse y
realizarla íntegramente como persona, en la mujer, las tareas simplemente, se
sumaron. Todo esto acompañado de un sentimiento ineludible de “desperdiciar”
parte de sí misma si no deviene madre, teniendo que dividir en partes
“injustas” la atención focal de sus múltiples e influyentes funciones, que
teóricamente “debe” cumplir a la perfección, creando conflictos, que luego son
atribuidos a culpas causantes de estragos a nivel emocional y de autoestima
donde la autoexigencia detona “el síndrome de la mujer maravilla” la que todo
lo puede, en detrimento de su salud física y psíquica.
El trabajo fuera de casa y la crianza solitaria de los hijos pueden generar
diversos grados de depresión y culpabilidad. Como resultado; maltrato a los
hijos, estrés y problemas en la vida sexual. Cualquier mujer que se sienta
sobrecargada disminuirá su tolerancia a las conductas infantiles normales y
utilizará cada vez más el castigo. Los hijos acumularán resentimientos cerrando
el círculo vicioso. Los problemas de conducta surgirán por la incapacidad de
poner límites, debido a la culpa por estar poco tiempo con ellos. Esta claro
que el trabajo en equipo confirma la ecuación “no hay 2 sin 3” y es allí donde no se toleran
a hombres “desentendidos” de su necesaria intervención e incalculable apoyo a
las madres en la crianza de un niño que precisa de la configuración de los
roles paterno y materno. Independientemente del género actualmente vemos
familias “disfuncionales”. Pero lo importante es que alguien cumpla el rol de
madre; proveedora de amor, alimento y cuidados, así como mediadora entre el
niño y la ley, y quien ejerza el rol de padre (aunque mas no sea la abuela, el
abuelo, alguna tia o nueva pareja); imagen de autoridad, seguridad y sustento,
el que impone los limites, o mas bien dicho, establece una guia, un rumbo
social. Cuando este par no se da generalmente es la madre quien asume ambos
roles, con sus efectos contradictorios en el niño de amor y odio.
A pesar de los contratiempos y las exigencias del mundo moderno, no se puede
negar que ser madre le ofrece a la mujer una satisfacción personal que no tiene
límites ni palabras para describir. Por eso, para realizar tremenda tarea es
importante tener en cuenta ciertas estrategias para salir adelante y sentir
plenitud. Por ejemplo; evitar llenarse de ocupaciones, tomarse un tiempo a
solas, no descuidar a la pareja, tener en cuenta a otros miembros de la familia
para la contención y el apoyo como la sabiduría de los abuelos. Afirmar
positivamente el rol de madre haciendo con gusto los quehaceres domésticos, sin
quejas ni victimizaciones, así como no subestimar su importancia. Para que los demás miembros de la familia accedan a esa información y la
integren a su escala de valores y admiren a las mujeres que quedamos en casa
entregando nuestras vidas en funcion a la armonia familiar, depende de la
manera en que nosotras mismas nos valoremos y confiemos en que lo que hacemos
es impagable. Parece demasiado pedir para un ser humano y lo es porque las
mujeres se pierden en esa cascada de obligaciones impuestas por la naturaleza y
la cultura olvidándose del sujeto, del ser. No hay súper madres, sólo madres.
Por ello, recien el dia que somos madres, nos damos cuenta que tan solo nos
resta rendir un gran homenaje a ellas.
En suma, toda mujer es potencial portadora del nacimiento de anhelos y
expectativas que trae consigo la concepción. Ser madre implica cristalizar en
lo real un deseo, dentro del complejo anudamiento emocional, simbólico y
milagroso de la fecundación humana. Nada puede sustituir la relación que madre
e hijo establecen, desde el momento en que “dar luz” a una vida, depende del
amor y desapego de una mujer maravillosa.
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