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Ser visible o invisible…esa es la cuestión



“La belleza no mira, sólo es mirada”. Albert Einstein

Dependiendo del lugar en donde nos criamos, obtenemos un estilo de pensamiento, de valores y prejuicios y consideramos a ciertas cosas como éxitos o fracasos, lo cual dista un poco de la libertad de pensamientos y de la realidad subjetiva de cada persona. Específicamente en culturas patriarcales, solo es aceptable aquello que tiene afinidad con dicho poderío, el cual se basa en someter a los mas débiles para adquirir patrimonios económicos y estos intereses se dan a nivel personal y a nivel país. En este esquema se asumen ciertas características como aceptables, es decir “visibles” por ejemplo; lo masculino, lo fuerte, lo eficiente, el éxito profesional, las guerras, las competencias, el autoritarismo, lo cuantitativo, la lógica, la perfección, el dinero, la adquisición desmedida, el rendimiento, los resultados, la fama, etc. Por ende, lo “invisible” es todo aquello que remite a los opuestos; lo femenino, lo suave, el ritmo personal, la democracia, el respeto, la solidaridad, las cualidades, el “éxito espiritual”, la inteligencia emocional, lo intimo, la gestación, los sentimientos, lo natural. Buscar la visibilidad en este esquema implica para la mujer renunciar un poco a sus características sutiles y femeninas y volcarse a un mandato masculino, es decir, otra energía. Por ejemplo, algo común es buscar la visibilidad a partir de la belleza física, dictada por expectativas masculinas. Esto crea confusión y ciertos trastornos; problemas alimenticios, depresión, perdida de identidad, autoexigencias, etc. Examinar desde donde nos embarcamos en estos anhelos de reconocimiento, permite disfrutar de la belleza externa e interna, sin excesos, ni prejuicios y con libertad.

Sabemos que existe una evaluación externa, la cual nos advierte sobre como nos ven los demás y una mirada interna que es como nosotros nos vemos. En nuestra sociedad, la búsqueda de la belleza, en la fantasía de mucha gente, es el equivalente a la búsqueda de la felicidad, porque socialmente se cree que debemos ser hermosos y perfectos para que se nos faciliten las cosas (eficiencia, resultado). En una sociedad así, a las personas hermosas y atractivas, (por lo menos al comienzo) se les facilitan muchas cosas. Conquistan a la persona que les gusta, logran ingresar a puestos de trabajo interesantes. La gente bella, siempre llama la atención y jamás pasa desapercibida. El hecho que los halaguen y reconozcan todo el tiempo, es un estimulo que refuerza su autoestima y les da seguridad. Pero, las ventajas de ser bello pueden equipararse a las desventajas que acarrea. Cuando una mujer es muy alabada por ser atractiva, tarde o temprano puede sentir que debe cumplir con las expectativas de los demás todo el tiempo, esto deriva en sentimientos de autoexigencia constante y búsqueda de perfección a un nivel que estresa, perdiendo identidad porque esta muy pendiente a las señales y reacciones de los demás, siempre atenta a cada expresión, mirada o palabra que demuestren el impacto que causa. Esto no solo provoca cansancio y frustraciones sino que empobrece cualquier tipo de relación, en detrimento de vínculos profundos, potenciando el estilo de “mujer objeto” y aniñada que la sociedad machista o patriarcal genera para poder perpetuarse.

Por otro lado, siempre estará centrada en sus puntos débiles, en sus defectos, por mas mínimos que sean, porque va a creer que nunca es lo suficientemente hermosa, porque depende de las miradas lo cual es una tortura, porque la ecuación es ley de vida cuando de belleza física se trata; el paso del tiempo es directamente proporcional a la perdida de atributos físicos y en la medida en que estos vayan desapareciendo, pueden aparecer sensaciones de frustración a la cual se hará frente a cualquier precio, inclusive arriesgando la vida misma.

Para todos, la mirada es de vital importancia porque es un alimento emocional, desde la mirada de la madre a su bebe a quien por supuesto lo ve el mas lindo del mundo y viceversa, el bebe a su madre, por lo cual la sentimos como sustento y necesidad. Lo llamativo es que hoy día, hay un exceso de estímulos y necesidad visual, en respuesta quizás a una demanda de reconocimiento y mirada sincera del entorno familiar y vincular por la escasa conexión emocional que causan las pocas horas o calidad de tiempo que pasamos con los hijos a raíz del acelerado ritmo de vida actual de madres y padres en general, quienes además tienen puestas las miradas en el celular, TV o computadora, por ende buscar escenarios donde ser “visibles” es caer en una sociedad de consumo que rápidamente hace de “observador” a quien busque su alimento emocional, a decir de las publicidades que muestran estilos de belleza con lo cual poder ser “socialmente aceptado”. Por eso, quizás hoy día, el mercado nos ofrece métodos para “mostrarnos encantadores”; productos para embellecer, recauchutar y llenar de accesorios el cuerpo, aparatos fotográficos e imágenes cada vez más definidas y producidas, para lo cual pone a disposición las mejores técnicas científicas y tecnológicas y cosméticas, porque hay un consumo masivo a esta oferta. Un ejemplo banal pero común, es cuando sentimos angustia, indecisión o presiones, a veces hacemos “catarsis” a través del cabello e inmediatamente buscamos un “cambio de look” como simbolizando la concreción de una toma de decisión muy importante. Casi siempre estas decisiones terminan en arrepentimientos, porque son arrebatos emocionales que tienden a desaparecer y dejar los problemas tal y como estaban, pero con un cabello difícil de manejar y esto se traslada a muchos otros contextos; dietas excesivas, compra compulsiva, etc. A veces, creemos que al “ordenar” o cambiar el exterior (casa, cajones, cuerpo) estamos simbólicamente tratando de ordenar trastornos internos que evitamos o negamos por la imposibilidad de conectarnos con lo que sentimos, en una sociedad donde solo prevalece lo superficial y no enseña a conocerse a uno mismo. Para un adolescente por ejemplo, ser visible pueden ser cosas superfluas como ropas, accesorios o celulares, a cosas permanentes que someten al cuerpo, como las cirugías y maquillajes definitivos, pero casi nada tiene que ver con la personalidad, los talentos o destrezas. Poco importa la individualidad y las características únicas. Por eso, todo aquello que potencie “la mirada” o aprobación inmediata e impactante de los demás, es utilizado como herramienta para conseguir fácil, rápida y eficientemente esa caricia de reconocimiento que revive los tristes desamparos e indiferencias por los que atravesamos.

Si bien desde pueblos y culturas originarias a las mas avanzadas, las mujeres se han pintado o maquillado el rostro para embellecerlos, porque al igualar sus facciones y hacerlas mas simétricas (se emparejan las cejas, las mejillas rozagantes en señal de salud) ya que aparentemente, la simetría, es lo que atribuye belleza a algo que miramos; desde un cuadro, a la actualidad en las fotografías y hasta los bebes prefieren rostros simétricos, a los cuales se quedan observando por mas tiempo, como fascinados de acuerdo a un estudio realizado recientemente, a veces, en la búsqueda constante de la proporción y estética, se genera un desgaste de energía vital que podría ser utilizada también en otros aspectos trascendentales de la persona, más perdurables, como los aspectos subjetivos; intelectuales, espirituales y personales que generan un reconocimiento que queda fotografiado en el corazón mas que en la retina.

Así como el maquillaje no hace la belleza, ni un cuadro hermoso en la pared, un hogar, es importante buscar alternativas coherentes y a largo plazo, empezando a considerarse “humana” aceptándose tal cual se es, y valorando los aspectos profundos y duraderos, centrando la atención en las ventajas y puntos fuertes de la personalidad, aceptando también las debilidades, teniendo expectativas realistas en cuanto a los atributos físicos, comprendiendo las posibilidades de mantenerlos en tanto haya un sentimiento de complacencia interior con la imagen que se desea proyectar a los demás y no por expectativas insostenibles. Dejar de pensar en como “debería ser” y vivir como se es, lejos de la competencia, la uniformidad, enfocando la superación en los talentos, adquisición de conocimientos y destrezas al momento de proyectar el futuro. Con el desapego de la imagen, disminuirá la prioridad de querer desarrollarse casi exclusivamente en los aspectos relacionados con la estética y la belleza, y el progreso tendrá mucho más que ver con los deseos y expectativas propias que ideologías y estructuras sociales que no siempre son tan convenientes ni saludables. La belleza exterior expresa su magia solo si está en armonía con la belleza interior, ese es el secreto.

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