E. Doriot
¡Felicidades! ¿De cuánto estas? ¿Qué querés que sea? ¿Vas a tener parto normal o cesárea? ¿Quién va a ser tu doctor? ¿Cómo vas a hacer con el perro, el gato, la niñera, la piscina, la escalera, el trabajo, el estudio? ¿Para cuándo el hermanito? La avalancha de preguntas se dispara al momento de anunciar la dulce noticia “estoy embarazada” y las respuestas quedan flotando en un mar de incertidumbres y reacomodos de lo que se espera, tengas ciertas certezas. Una gran responsabilidad te fue encomendada, vas a ser mamá y como bien diría un personaje de la película Comer, rezar, amar; -La decisión de tener un hijo, es como hacerse un tatuaje en la cara- es de por vida y omnipresente. Te hayas preparado o no para recibir semejante regalo, el encuentro con la nueva identidad actualiza todo lo que fuiste y serás a partir de ahora. Analizamos el proceso de integración de la identidad materna, el aspecto psicológico de este cambio y comprender las nuevas tendencias que intervienen en los estilos de crianza de esta generación.
Desde el momento sublime en el que te enteras que estás embarazada, ingresas
a un mundo de nuevas sensaciones y significados. Todas las charlas que habías
escuchado de tus amigas que ya son madres, cobran sentido y las prioridades e
intereses se vuelcan al servicio del pequeño ser que ya vive en tu cuerpo. El
GPS maternal se enciende para guiarte y “recalcular” cada paso de este nuevo
camino que haz de andar ya nunca más sola, lleno de sorpresas y sobre todo
muchísimo amor del que nunca antes habías imaginado. Lo primero que buscamos es
“información” y en la actualidad, además del ginecólogo/a y la propia madre,
los consejos sobre “como ser madres” están en todos lados y parecería ser que
con “intelectualizar” la maternidad, es suficiente, pero eso es solo un
complemento. Muchas nos registramos a páginas de internet con información
semanal del progreso de la gestación, vemos programas de niñeras al rescate,
compramos libros sobre cómo cuidar a nuestros hijos, sobre cómo dejarlos llorar
hasta que se duerman y no “malcriarlos” o todo lo contrario, apostamos a una
crianza naturalista tipo “mamífera marsupial” de contacto permanente,
estudiamos recetas y planes de alimentación, decoración infantil y hasta
aprendemos sobre células madre. Adoptamos otra escucha con nuestra madre,
suegra y abuela, las amigas que ya son madres se convierten súbitamente en
tutoras ilustradas.
La búsqueda de información y consejos es normal y necesaria, pero muchas
veces las madres primerizas, desconfían de su capacidad innata de criar al bebe
y desestiman una parte muy importante del proceso, el cual es conectarse “desde
el vamos” con la intuición. La confusión entre “lo que creemos que esta bien y
lo que percibimos realmente” puede darse cuando no somos capaces de concentrarnos
en lo que nos dice nuestro cuerpo y corazón. ¿Por qué pasa esto? ¿Inmadurez,
miedo, inseguridad, negación, inexperiencia? Muchos son los factores que pueden
anular el proceso del asumirse madre, pero tarde o temprano, el nuevo rol, es
lo único incuestionable.
Durante el embarazo, además de pasar por múltiples cambios físicos que
impactan el estado anímico causado por la oleada hormonal y adaptación a la
imagen corporal, condición social y rol familiar, se suman también los cambios
“invisibles” es decir, los “emocionales y espirituales” empezando por el modelo
de madre, subjetivo para cada mujer, que tiene que ver con la experiencia que
hemos tenido con nuestra propia madre o figura materna, que si bien, suele ser
buena, los altibajos, cuestionamientos y recriminaciones aparecen con más
intensidad, temiendo repetir errores o inseguridades de nuestra madre. Por otro
lado, surgen frustraciones porque al principio, la mujer no es la madre que
idealizó ser durante los nueve meses. El instinto maternal crece día a día y el
“enamoramiento” se da conociendo a ese nuevo ser a quien hay que cuidar,
alimentar y que depende completamente de nuestra atención y que día y noche nos
regala una nueva experiencia. Hablar con alguien si sobrevienen sentimientos de
vergüenza y culpa por no poder estar completamente “felices y sentir todo el
amor” que se supone deberías, es importante para prevenir situaciones
estresantes o la depresión post-parto. Al reconocer ciertos aspectos
psicológicos, se pueden desanudar traumas y temores con respecto a la
maternidad y hacerlo es justo y necesario para elaborar un modelo materno
original y así evitaremos volcar las frustraciones en el hijo, abriendo las
puertas de las percepciones y habilidades de madre que permitan criar al niño
con amor y seguridad.
Otro aspecto referente a la identidad materna es la forma en que se asume la
femineidad. La mujer de por si es emocional y esto aflora con la maternidad y
necesariamente el cariño y la contención emocional es la herramienta básica de
toda mamá; abrazar, besar, acariciar, mimar, arropar, oler, alimentar. Todo
contacto corporal se potencia y una mujer que reniegue de estas prácticas, o
simplemente no esté acostumbrada a hacerlo, está condenada a un vacio emocional
y su hijo, a una sensación de desamparo. La conexión con la femineidad y quizás
la redención con este aspecto tierno y mamífero de la mujer, es importante para
maternar con diligencia y dejarse llevar por la sabiduría del cariño mamá-bebé,
sin complejos. Paradójicamente en la actualidad, en la era “robótica” e individualista, se
promueven estilos de crianza que fomentan el amamantamiento, el contacto, la
estimulación temprana, la consideración hacia el niño como ser humano y los
derechos del mismo. Es una crianza democrática y respetuosa del proceso de la
mujer, que da prioridad a la maternidad, a sus tiempos y emociones.
Es mejor aceptar el cambio que negarlo. Nunca más serás sólo responsable de vos misma y existen dos opciones; resistirse al nuevo rol o aceptarlo con
placer. Los acontecimientos que ocurren poco antes del parto y en el momento
del mismo son como los codigos secretos de una contraseña guardada que hay que
ingresar a una caja fuerte hasta que la maternidad se abre. Es crucial escuchar a la intuición. Es un modo de conectarnos más con el corazón que con
la razón. El cambio constante que exigen los imprevistos que se suscitan a
diario con un bebé es más fácil de llevar con la intuición que con la mente,
porque la intuición nos dará mucho más rápido las respuestas que el pediatra o
las personas alrededor. Es sumamente necesario aprender a confiar en los sentimientos.
Las experiencias internas de la maternidad parecen ser universales. Cada
paso en el proceso de toma de conciencia de estas experiencias es válido y con
cada uno de ellos se suma algo a la nueva identidad. La nueva identidad
necesita que nos preparemos para el cambio, en la medida en que podamos
realizar un trabajo emocional a la hora de tomar conciencia de ellos, también nos ayudará a integrar esos cambios al resto de los aspectos de la vida.
Ser madre no es solo adquirir información, es despertar la esencia femenina
que finalmente es puesta en práctica luego de todo el “entrenamiento” que
empieza desde niñas, con nuestras muñecas y mascotas, de grandes con los
hermanitos y sobrinos, y durante el propio embarazo, donde con sabiduría la
naturaleza nos prepara despertándonos hasta cuatro veces por las noches para ir
al baño, olvidando el significado de “comodidad” para valorar dormir por lo
menos unas horas, cambiar de alimentación, cuidar de la vida al ponernos cinturón de seguridad instintivamente por tan solo pensar en la seguridad del
otro ser que depende absolutamente de nuestras decisiones. Que el cuerpo crezca en
inmensas dimensiones y disfrutarlo, entregarnos al cambio e improvisaciones que nos deparan los contratiempos de la crianza.
Ser madre surge con el tiempo, en las noches desveladas, en el cansancio
nunca antes conocido, cuando todo lo que hicimos para calmar al bebe, no da
resultado, pero seguimos intentándolo con todo el amor, porque es nuestra
misión. En definitiva, la maternidad enriquece y completa a la mujer. Amplía
todos sus sentidos y la conecta con aspectos espirituales y trascendentales que
funcionan con otra lógica, con otra consciencia. Es una percepción innata, intuitiva de corazón a
corazón. Ser madres es la oportunidad de conocernos, de hacernos preguntas
existenciales íntimas y genuinamente femeninas. Es evidenciarnos en las
reacciones de nuestros hijos y por eso ser conscientes de la importancia de
nuestra “salud emocional” por respeto a ese niño que es una gota de agua
fusionada con nosotras.
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