De qué depende el éxito de la lactancia materna
Lema de WABA Alianza
Mundial por Lactancia Materna
Hoy día tenemos mucha información
sobre lactancia materna; libros, blogs, campañas, etc. Las madres estamos
concienciadas. Sabemos que es el mejor alimento; les da proteínas,
carbohidratos, grasas, vitaminas y minerales y que se va adaptando a cada etapa
del desarrollo del bebé. A nivel biológico, sabemos que el calostro es “la
primera vacuna” inmunológica. Sabemos que la lactancia previene infecciones de
todo tipo; de oído, respiratorias y digestivas. Previene alergias, caries, obesidad, cáncer, diabetes,
colesterol, y hasta de la muerte súbita. A nivel psicológico y neurológico, la
lactancia está vinculada a un mayor cociente intelectual y a destrezas
psicomotoras. Afianza el vínculo afectivo entre madre e hijo; es consuelo,
afecto, seguridad y una forma de comunicación con ella. Los beneficios también
se extienden a la madre, a quien le ayuda a sobrellevar la depresión postparto,
a adelgazar naturalmente y a liberar endorfinas, prolactina y serotonina,
hormonas equivalentes al Prozac.
Con estas múltiples ventajas,
podríamos decir que cualquier madre estaría dispuesta a hacer lo que sea por que sus hijos se nutran de este brebaje
milagroso, mágico y perfecto que
puede blindarlos de enfermedades e inseguridades (y adelgazar sin
esfuerzos). Daríamos lo que sea (pero siempre y cuando no seamos nosotras las
que tengamos que “dárselo” cada dos horas). En este sentido, cuando la
necesidad es satisfecha (alimento,
hidratación) y aparece la demanda (amor) y a veces, no sabemos qué es
exactamente lo que tenemos que dar
para satisfacer al bebé que sigue prendido a nuestro cuerpo, y llora, nuestra
lactancia se ve amenazada a ser como lo idealizan todos los parámetros y
estándares organizados por gente que, claramente no está en nuestros sostenes.
Para empezar, nadie nos informa del dolor que causa, de las horas que conlleva.
¿Dónde esta el secreto?
Con mi primer hijo, amamantarlo fue
muy difícil. Al primer mes, ya tomaba mas leche de fórmula que pecho y cuando
estaba por desertar completamente, algún libro de los gurús en lactancia como
Laura Gutman o Carlos González, despertó en mí la ambición de seguir, pero mi
hijo, ya tomaba media docena de biberones por día, y yo producía menos leche,
(ya no había demanda y la oferta, descendía). Cada día pensaba que estaba por
desaprovechar la inversión más importante de su vida, porque él solo podría
mamar en esta etapa y nunca más. Entonces, tomé una decisión radical. A pesar
del dolor y del tiempo que había pasado, regalé todos los biberones y leches de
fórmula que había comprado para no disponer de otra opción; o amamantaba a mi
bebé o lloraría de hambre. Y así fue, nos reestablecimos, tras muchas noches
sin dormir, hasta que llegados los tres años y poco mas, dejamos
respetuosamente la lactancia. Jamás imaginé darle tanto tiempo, se dio así y la
leche junto con todo lo demás, fluyó como un río de vida, lo que espero lograr
con el segundo, con quien todo fue más fácil, porque ya tenia “training” (creo
que eso se traduce en que ya estaba lo suficientemente “frustrada”) para
entregarme sin cuestionamientos.
Aquí hay dos formas de utilizar
la inevitable frustración que nos causa amamantar. Una es entregándose “manos
arriba” al pedido del bebé y relegar nuestras prioridades, y la otra es,
desertando en la lactancia,
y por supuesto, aquello que frustre menos es lo que determina la continuidad o
fin de la misma. En nuestro país, solo una de cada cuatro mamás alimenta a sus
hijos/as menores de
seis meses exclusivamente con leche materna y esto decae aun mas, para la
expectativa de lactancia prolongada establecida por la OMS que es hasta los dos
años o más. Pero, ¿Qué hace que fracasemos? En mi experiencia, creo que a pesar
de toda la información, estudios
y disposición sincera que existe en muchas madres que sueñan con
amamantar a sus hijos, a veces, la lactancia fracasa, porque para amamantar a
nuestros hijos, lo que realmente nos cuesta dar es nuestro TIEMPO y eso es algo
que NO viene especificado en la información a la que accedemos sobre amamantar.
Dar o relegar nuestro tiempo ha de ser lo más difícil en esta
etapa. Algunas creemos estar haciendo “nada” y nos menospreciamos, porque
podríamos estar haciendo otra cosa “más importante” o “visible” para la sociedad. El éxito o
fracaso de la lactancia depende de la vivencia de cada una y del
establecimiento de prioridades que
podamos construir emocionalmente en esta breve y eterna etapa
de la vida, para que esta experiencia se convierta en una vivencia
placentera y no en una condena para la díada, porque el bebé siente lo que
nosotras sentimos.
Entonces, toda madre que va a
amamantar a su hijo/a necesita tomar conciencia de algo. Para dar de mamar, necesitamos tiempo y el tiempo, nunca fue tan
relativo como cuando damos de mamar. Mientras que en nuestro planeta han pasado media hora (o una hora),
para el bebé pasaron cinco minutos. No es el tiempo del reloj, es un
tiempo ajustado al ritmo circadiano del bebé, un tiempo desconocido, inhóspito
y eterno. Ese bien
tan preciado, que literalmente vale oro, porque hoy día las mamás trabajamos,
competimos, nos exigimos, ahora se diluye en los litros de leche que producimos.
Cualquiera que haya tenido la experiencia de dar de mamar, sabe de lo que
hablo. Las horas son perpetuas, el bebé no para (nunca) de succionarnos y
mientras nuestro cuerpo yace expectante como un robot a que “termine de
alimentarse” (necesidad física, biológica básica) nuestra mente está volando a
mil kilómetros de altura pensando en otros intereses, que hoy día, son muchos
más que los que tenían nuestras abuelas que solamente vivían circunscriptas al
hogar, para quienes dar de
mamar era simple, cosa impensable para nuestras generaciones.
Así, mientras amamantamos,
estamos madurando ese proyecto de trabajo. Estamos soñando el tipo de
entrenamiento ideal que logre transformar nueve meses de kilos en el cuerpo de
esa chica que recién vimos en el Facebook a través del inseparable celular que
nos permite conectarnos con el exterior. Estamos pensando en nuestra pareja,
que si está con nosotros, no nos apoya como queremos, que si no está, en la
posible maldición que le alcanzará por habernos abandonado. Estamos pensando en
nuestra madre, en cómo habrá sobrellevado este tiempo. Si nos habremos sentido
acogidas, acariciadas, amadas y si se habrá entregado a nuestras demandas de
bebé. Pensamos en como encajar de nuevo en el mundo, donde a veces, por pudor,
prejuicios, cultura o solo para tranquilizar al bebé, nos encontramos
encerradas en una habitación o baño público (por falta de infraestructura),
alejadas del almuerzo familiar o de la reunión de amigos, a la cual, por
supuesto, no podemos asistir porque el bebé nos exige soledad, silencio y más
leche (demanda de amor, apego, consuelo, miedo al abandono).
Pero nosotras insistimos en
escapar, entregamos a niñeras nuestro hastío. Pagamos por alejarnos de nuestra
cría, para poder interactuar como si fuéramos las de siempre, como lo hacíamos
antes de la llegada de nuestro hijo. Pero ya no somos las mismas, tenemos una deuda pendiente que nos la
recuerda el llanto desesperado del bebé y el pecho endurecido que
instintivamente responde a la citación. El bebé se retuerce, grita y
exige algo que no sabemos qué es. A veces, también lloramos con él y por lo
general, en esos momentos de sincera sumisión, se calma, y por fin, ya no llora
por nosotras, lo liberamos. Entonces
nos damos cuenta, que lo que nos pide es TIEMPO, nuestra concentración, nuestra
entrega. Nos pide que estemos presentes, física
y espiritualmente mientras lo nutrimos de amor, de importancia, de
prioridad. Nos invita a experimentar esta fusión única e incomparable, que es
de vida o muerte para él, invitación que empezó hace nueve meses y a la que
ahora, le faltamos, porque aunque estemos presentes en cuerpo, no lo estamos en
alma y eso se siente como el frío témpano de hielo sobre el mar de desencantos
mutuos. Nos reclama que nos animemos a sumergirnos en su mundo, que nos
liberemos de todas las demás preocupaciones que en este momento, están
totalmente a DESTIEMPO y que no
tienen importancia, o por lo menos mas importancia que la de nutrir su vida,
que al fin y al cabo, se la dimos nosotras... ¿Qué mas da seis meses o unos años más? La forma mas hermosa de
vivir esta etapa depende de la predisposición de regalar nuestro tiempo, que no
es más que el reflejo de nuestro espíritu; generoso, infinito, único e
inmortal…como lo es el amor de mamá.
Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicóloga
Lic. Gabriela Casco Bachem
Psicóloga
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